lunes, diciembre 28, 2009

Diana Damrau en el Teatro Real


Comentarios con cinco días de retraso desde la fecha del recital de Diana Damrau en el Teatro Real de Madrid. Ah, se siente. Las navidades, la organización de la misa por la familia, los Santos Inocentes... esas cosas, ya sabes.

Recital triunfal de Diana Damrau en el Teatro Real de Madrid.
Ganas tenía yo de escuchar a esta mujer en recital, ya que lo único que le había escuchado en directo fue la Zerbinetta de la Ariadne de hace unos añitos en este teatro, y el segundo acto de esa ópera me aburre sobremanera, así que la cogí con ganas, sí.

Damrau está en un momento de cambio en su carrera. Sigue cantando los papeles de coloratura pero ya está abordando algunos más líricos. La voz es potente e incisiva pero los registros medios y graves se los va a tener que ir trabajando con el tiempo.

Yo creo que hemos tenido la suerte de pillarla en este momento porque nos ha ofrecido lo que ha venido haciendo hasta ahora y lo que hará en el futuro.


En la parte coloratura salvaje se marcó un aria de Mitridate con unas variaciones endiabladas (sí, alguna cosilla se le fue por ahí) que nos dejó encantados y con ganas de más. Pero después, en vez de su reina de la noche, que era lo que todos esperábamos, cantó el aria de Pamina de la Flauta. Bien. La primera parte terminó con el rollete del Exsultate Jubilate, donde estuvo algo más plana, pero es que en particular a mí la pieza me resulta un tanto muermo y desconecto bastante.

La segunda parte ya sí que fue la gran fiesta que todos esperábamos. Empezó con el Barbero de Sevilla en una visión exagerada y particular. A ver, ella respiró donde quiso, fraseó como le dio la gana e hizo los adornos que le salieron del lerele. Incluso se marcó una especie de sevillanas al final. Espectáculo, sí, pero cantada con poderío.

Y si vamos a hablar de poderío, la gavota de la Manon fue de escándalo: valiente y rotunda. Espectacular.

Terminó el programa con la escena de La Sonámbula cantada con mucho gusto y donde volvió a demostrar que puede ser delicada y expresiva para al momento soltarnos unas agilidades tremendas. Muy bien.

Los bises no fueron todo lo lucidos que deberían haber sido. El público quiere carne y show, y las piezas elegidas, por muy bien cantadas que estuvieron, no provocan el entusiasmo circense que se esperaba. Nos quedamos sin un gran fin de fiesta, pero hay que reconocerle la honestidad a Damrau: ya lo había dado todo en la excelente segunda parte y los bises son eso: bises, no una tercera parte del programa. Cantó Doña Ana, una sentida Petite Table y el trilladísimo babbino.

Ovación y... esperamos volver a escucharla pronto.

Ah, la parte menos positiva del concierto: ¿a quién se le ocurre empezarlo con la Pequeña Serenata Nocturna de Mozart y así retrasar 20 minutos la entrada de la soprano? López Cobos me suele gustar en Mozart, pero ni estábamos esperando un concierto orquestal ni tampoco fue nada del otro jueves. Estuvo más comedido con el volumen que en otras ocasiones (aunque también con algunos chimpún chimpún que Diana Damrau pudo superar). La Pavana de Ravel tuvo un cromatismo musical sui generis y en las otras piezas la verdad es que desconecté.



Para mí, excelente broche musical para finalizar el año.

Diana Damrau.
Teatro Real de Madrid.
Ciclo Grandes Voces.
Miércoles 23 de diciembre de 2009.
Jesús López Cobos.

miércoles, diciembre 16, 2009

La ópera de tres peniques, un bodriete


A Marina Bollaín ya le tengo pillado el punto: Ella vive en sus mundos de Yupi y se piensa que toda obra musical es actualizable escénicamente de una manera pop y naïf haciendo cuatro monadas.

Le funcionó con su "Adiós Julián" porque era más cabaret que zarzuela, y a medias con "La Verbena de la Paloma" (no hay más que escuchar sus palabras en el documental que acompaña el dvd para ver lo perdida que está esta mujer), pero con La Ópera de Tres Peniques, de Brecht/Weill, traducida al español, la cosa le ha salido de lo más chunga.


Fundamentalmente porque la obra es una mezcla de teatro-cabaret que necesita un toque canallesco y sórdido que en el mundo happy de Marina no existe. Todo tiene un aire muy de musical de la Gran Vía o de zarzuela del Centro Cultural de la Villa.

Las referencias a situaciones actuales como el caso de los policías de Coslada, la alusión a Julián Muñoz, los "toques" a Gallardón y Esperanza Aguirre... sí, hacen gracia, pero son efímeras y puntuales, que habría que ir retocando con los años. No son lo suficientemente irónicas ni duras. Le falta garra.


Garra que también le falta a un grupo de actores cantantes en los que hay muchas desigualdades. La prosodia en las partes habladas no es que esté particularmente currada y da una sensación de zarzuela cutre que tira patrás.

Luego tenemos que la obra en sí es durita. Hay canciones que se hacen muy coñazo. Si la Bollaín quitó casi una hora de texto, según leo (menos mal, una hora más ahí dentro hubiera sido un suplicio), también podría haber eliminado alguna canción, porque francamente, la primera hora se hace muy dura de tragar.



Vocalmente, Enrique R. del Portal y Marco Moncloa se imponen y cumplen perfectamente como Mackie (Mac el Sheriff) y como una Jenny travesti (una pena que el personaje no esté más mimado escénicamente, sólo brilla en la canción de Salomón). El resto de actores/cantantes van de lo decente a lo insuficiente. Hay números que están pasables, pero otros daban pena. Al final de un horripilante trío de mendigos (Juan, Celia & Paula) hubo quien se levantó y se fue. La canción de Jenny la de los Piratas era de no creérsela de lo cutre. Y suma y sigue.



El público, de lo peor. Al lado nuestro había una pareja que apestaba a alcohol y que no pararon de comer y beber durante toda la obra. Detrás, una señora se empeñaba en tararear canciones que no conocía. Al final, bravos y aplausos.

En fin. Un bodriete de padre y muy señor suyo.

Lo mejor, haber conocido la sala Verde de los Teatros del Canal, una curiosa sala cúbica adaptable a los distintos espectáculos, con unas galerías a lo corral de comedias muy curiosas. Lo siguiente que ponen es Angelina o el honor de un brigadier, de Jardiel. Lo mismo me animo.


La Ópera de Tres Peniques (en español)
Kurt Weill, Bertolt Brecht
Enrique R. del Portal, Mar Maestu, Enrique Sequero, Eva Diago, Marco Moncloa
Marina Bollaín
Teatros del Canal, sala verde, Madrid, domingo 13 de diciembre de 2009

domingo, diciembre 13, 2009

Jenůfa, brutal


Lo siento, Jenufa, reina, pero por mucho que el título de la ópera te lo lleves tú, la que se lleva toda la expectación es la Kostelnicka. Ah, se siente, pero es que el papel es un bombón. Sin embargo, qué gusto da asistir a una Jenufa en la que el nivel artístico es tan alto y tan equilibrado que no se trata sólo de un paseo triunfal de la Sacristana.

Porque ojo con Amanda Roocroft. Tela. Voz ideal para el papel de Jenufa. Lírica, bella, timbrada pero también potente y con expresividad dramática. Estupenda. Consiguió emocionar.


Miroslav Dvorsky comenzó un poco tapado por la orquesta, pero luego se creció y ofreció un tercer acto muy bueno. El dúo final de Jenufa y Laca consiguió superar el anticlímax que supone que la ópera continué después de la escena de la confesión de Kostelnicka. Muy bien.

También estupendo Nicolai Shukoff como Steva, donde normalmente te ponen un cantante gritón que tiene que desgañitarse para superar la orquesta. Muy alto el nivel.

En su punto también la abuela de Mette Ejsing.

Y ya la sacristana, la Kostelnicka de Deborah Polaski. Qué mujer, qué poderío, qué expresividad y sobre todo qué capacidad de sacarle toda la chicha psicológica al papel, con unos pianos que ponían la carne de gallina. Normalmente para este rol se tira de una gran cantante de prestigio con la carrera ya en su recta final. Unas veces sale bien (muchos recordábamos a la impresionante Leonie Rysanek la última vez que se programó Jenufa en Madrid, que eclipsó a todo y a todos) y otras no tan bien (Eva Marton en Barcelona). Pero francamente es un gustazo escuchar a alguien que puede sacarle todo el jugo al papel. Además, como actriz, excelente.


En el reparto alternativo está Anja Silja, que me imagino dará un recital interpretativo pero vocalmente estará ya muy perjudicada.

La orquesta, a todo volumen y creando contrastes brutales entre el dramatismo y el lirismo. Sonó estupenda también.

Gran noche en Madrid, superéxito y recomendación a todos aquellos que se puedan sacar una entrada para los días que quedan del primer reparto (14, 17, 20 y 22). La palabra es BRUTAL.

Ah, que se me olvidaba la puesta en escena.
Al principio me dio mucho miedo eso de dos paredes y el suelo. Me temía lo peor, pero la verdad es que como el nivel musical fue tan alto, la obvié bastante. A partir del segundo acto el juego de contrastes de luces y colores tomó protagonismo y sirvió de marco perfecto para el drama. No se necesitaba más.


Jenůfa, de Leos Janacek.
Amanda Roocroft, Deborah Polaski, Miroslav Dvorsky, Nicolai Shukoff, Mette Ejsing
Ivor Bolton, Stéphane Braunschweig
Teatro Real de Madrid, viernes 11 de diciembre de 2009

martes, noviembre 17, 2009

La italiana... ay la italiana...


L'italiana in Algeri
Gioachino Rossini

Vesselina Kasarova, Michele Pertusi, Maxim Mironov, Carlos Chausson, Davinia Rodríguez, Borja Quiza, Angélica Mansilla.

Jesús López Cobos, Joan Font

Teatro Real de Madrid,
Lunes, 16 de noviembre de 2009


La italiana en Argel del Real ha estado bien, pero pesadita, y ahí miro a sus directores musical y escénico como máximos responsables, por haber mozartianizado a Rossini el primero y por haber soltado un cúmulo de efectos visuales sin ton ni son el segundo.

La ópera entera ha estado falta de brillo, de chispa, de dinamismo. Y si el argumento de por sí es bastante básico (sí, vamos, tiene momentos graciosos, pero poco más), no por mucho llenar la escena de elementos vistosos naïf y gracietas varias se logra hacer cómica una ópera. Sí, se consigue la risa rápida y fácil, pero hace falta más.


A la orquesta, ligereza y cambios de ritmo. A la escena, continuidad en vez de tanto efecto aislado y más espontaneidad. Y a los cantantes, implicación y un pelín de desparrame y descontrol.

Vesselina Kasarova tiene una voz sobresaliente, bella de timbre y con proyección. Ahora, entubada como ella sola, con unos graves que le salen de los higadillos y una coloratura un poco a golpes. Su aria de entrada quedó como la de Renée Fleming del otro día: rara, rara, rara. Mejoró mucho en el segundo acto, donde dio buena muestra de su categoría y fama. Pero vamos, que al principio me asustó.


Pertusi me encantó como Mustafá. Primero, porque se apropió del personaje y lo hizo bufo sin llegar a caricaturizarlo, y luego, porque de voz muy bien.


El tenor es un ruso jovencito con voz muy de tenor rossiniano a la antigua, de timbre agudo y blandito, un poco tembloroso, sin problema en los adornos. Bien.


Chausson me suele poner de los nervios con sus exageraciones bufas, especialmente cuando hace donizettis, pero mira, ayer, entre tanta contención, agradecí sus excesos. Sigue teniendo voz más que de sobra para estos papeles y junto al Mustafá fue lo más logrado de la noche.


Con las Elviras yo no sé qué pasa que todas las que he oído son gritonas a más no poder. Desde luego, Davinia Rodríguez destacaba por encima de todos en los concertantes. Habrá que escucharla en otros roles menos histéricos. Qué mujer.

¿Sensación global? Pues una italiana agradable, estética y globalmente aburridita. De las de ver en vídeo e ir pasando directamente a los highlights. Para cubrir expediente rossiniano.

Página web del Teatro Real

lunes, noviembre 16, 2009

El rey Roger


Król Roger, de Karol Szymanowski
Teatro del Liceo
Barcelona, viernes 13 de noviembre de 2009.

Scott Hendricks, Anne Schwanewilms, Will Hartmann, Francisco Vas, Jadwiga Rappé, Daniel Borowski.

Josep Pons / David Pountney


Yo me intento engañar a mí mismo poniéndome la ópera como excusa para pasar el fin de semana en Barcelona pero este finde pasado la verdad es que no ha sido la excusa, ha sido el argumento, y bien que ha merecido la pena.


Król Roger es una ópera rara. No es que sea de esas imposibles de digerir, pero hay que estar pendiente, receptivo e intentar meterse dentro de la ópera para disfrutarla. Con todo lo pedante que es la palabra no hay otra que mejor defina la música del rey Roger: cromatismo.

Mil colores son los que hay en una partitura que juega con el orientalismo, que oscila entre lo tonal y lo atonal, que trae reminiscencias de Ravel, de Debussy, de Richard Strauss, y que tiene una instrumentación riquísima. Rara como ella sola, pero bella, bellísima música.


Hay una grabación de Simon Rattle para EMI de hace 10 años que es una maravilla. Sin llegar a esos niveles, la orquesta del Liceu de la mano de Josep Pons estuvo realmente bien, consiguió sacar mucho, consiguió envolverme en la ópera, y una vez metido dentro olvidarme de las absurdas ínfulas del libretto.


Porque vamos, uno sale con la sensación de "no sé qué narices me quieren transmitir, pero me da lo mismo". Es el enfrentamiento entre la razón y la tentación, el cristianismo y el paganismo, la templanza y el hedonismo... todo machacadito con mucha tensión sexual.


El decorado está formado sólo por unas escaleras a modo de teatro griego (se supone que la obra se basa en Las Bacantes de Eurípides) y un prodigioso juego de luces. Suficiente para crear todas las atmósferas necesarias. A mí me pareció muy bien, y la dirección escénica de cantantes, excelente.


El rey Roger de Scott Hendricks reflejó todas las incertidumbres del personaje, con un esfuerzo físico notable. Sí, Pountney hizo cantar a los cantantes de espaldas, tumbados, escondidos, moviéndose y saltando. Un despropósito para los pobres cantantes, pero yo, como soy espectador, disfruté un montón.


Scott Hendricks tiene una voz más que suficiente para el papel, lo cargó de expresividad y potencia. Estupendo. Y además, tiene su puntillo sexy-morboso así calvito y tal. Roksana fue la indeletreable Anne Schwanewilms. Deliciosa. Recuperada de alguna afección que le hizo cancelar funciones y no estar al 100% en el estreno. Altamente satisfactoria. El pastor de Will Hartmann estuvo más tirante y en los límites, pero bien. Francisco Vas estuvo más que cómodo con la tesitura del Edrisi y se pudo lucir. El arzobispo y la diaconesa sólo dicen unas frases, pero la voz de Jadwiga Rappé era un chorro potentísimo.


Salí con un muy buen sabor de boca y a la espera de que Mortier nos lo traiga a Madrid con, esperemos, otra producción.


El rey Roger en el Teatro Real de Madrid
Argumento de Król Roger
Hoja informativa
Página del Liceo


viernes, noviembre 13, 2009

Renée, la diva del Met


Y vino la diva del Met y me dio rabia de que le tocara promocionar su chungo disco de Verismo. Porque la Renée Fleming es una señora que canta bien, tiene una bella voz y es capaz de sacar momentos de gran diva, pero en el recital de anoche no se lució.

Me quedé con la misma impresión del concierto de hace unos años: correcta, correctísima, pero fría. No llega a traspasar la barrera de la comunicación con el público en un concierto como ése y en un teatro tan grande. En aquel concierto estuvo igual pero se marcó unas Rusalka y Marietta maravillosas. En éste lo mejor han sido los lieder de Strauss, con eso digo todo.

No es plan ponerse furibundos y empezar a soltar que esta señora es un bluff etc etc como ya están haciendo por ahí. No. Lo que pasa es que tampoco es para decir que fue una velada megamaravillosa con la supertop de las cantantes.

La Renée apareció con un vestido color cacafú de la semana del retal de Vivienne Westwood que parece que se le había roto en el avión y lo había sujetado con un nudo y unos corchetitos en plan emergencia. No es así, ya lo sacó en Londres hace unos días y era igual (o sea, un horror). El estilismo capilar es el de costumbre con flequillo que se le cae al ojo y la mujer tiene que estar dando cabezazos para retirárselo.

Huy, que me pierdo.


Empezó la Fleming con un Rossini superdivertido por lo raro que le salió. ¿Pretendía hacer lo que estaba haciendo o es que le salió lo que le salió? Una elección muy extraña para calentar voz, desde luego, porque los agudos no salieron proyectados y las coloraturas fueron de un chapucerismo patente. Nos dejó a todos descolocados.

Después siguió la eterna escena de Desdemona de Verdi. Le va bien a la voz, la interpretó muy bien y estuvo en su sitio. Es curioso cómo la voz de Renée Fleming gana mucho en directo frente al disco, donde tiene siete colores diferentes. Muy bella.

Segunda parte, los lieder de Strauss. Es lo suyo, le saca toda la expresividad y se luce. Muy bien.

Luego el recital de Verismo, todo de seguido. Bueno. Allí ya salieron los siete colores de voz y la guturalidad. La Siberia y los Leoncavallo estaban un poco de relleno. La Mimì de Puccini fue sosita. El final de Fedora, con voz de ultratumba, estuvo muy conseguido, probablemente lo más verista de la noche. Y muy bien en la Iris, porque es una pieza así como muy fanfarriosa para terminar el programa, aunque tuviera que luchar contra la orquesta.

Como bises, el babbino, lentísimo, para gustarse a ella misma y gustar al público. Luego la Conchita de Zandonai. Un horror de pieza, pero me imagino que la puso porque es una españolada. Además la orquesta -castañuela al frente- se emocionó y la tapó.

Lo mejor de todo el concierto, la propina final, el Morgen de Strauss. Una vez más, es lo suyo.

En fin, que sí, que bien, que va, que me quedo con sus dvd, aunque sean en diferido, porque en ópera completa en escena es donde realmente saca esos momentos de gran diva.


Renée Fleming
Teatro Real de Madrid, jueves 12 de noviembre de 2009

martes, noviembre 03, 2009

Agrippina A


Agrippina, de Händel
Teatro Real de Madrid, lunes, 2 de noviembre de 2009
Ann Hallenberg, Klara Ek, Umberto Chiummo, Xavier Sábata, Roberta Invernizzi, Matteo Ferrara, Raffaele Costantini, Antonio Giovanni.
Il Complesso Barocco. Alan Curtis.

¿Aguantaste la Lulu y te vas de Agrippina?, me dijeron asombrados mis amigos.

Pues sí, qué quieres que te diga. Después de estar hora y tres cuartos escuchando un Händel que vale, que sí, que está bien, pero no me maravilla, y ante la perspectiva de otro tanto con la repetición de la primera parte, plus coger luego el metro, atravesarme toda la ciudad hasta donde he dejado el coche para luego irme al polígono y llegar a casa a la una, pues como que no. Que me fui en el intermedio.

Y por lo visto me perdí lo mejor, según me dicen.
Pues mala suerte, chico.


Lo único que me gustó mucho de la Agrippina fue la protagonista, Ann Hallenberg. Estupenda. Voz sobrada que demuestra que las buenas voces, plenas e impostadas, también pueden cantar muy bien el barroco (frente a otras vocecillas planas y opacas que adoran los puristas). Además, interpretativamente excelente, pese a ser una versión en concierto. En los recitativos me recordaba a cualquiera de las pícaras rossinianas.

Bueno, versión en concierto. Había cinco atriles y una silla: ¡Eso es más que toda la escenografía de la Lulu! Y se movían, entraban, salían e interactuaban.

Eso sí. Qué escenario más chungo. Vale que es versión concierto, pero por favor, señores del Teatro Real, un poco de decoro: el suelo era una tarima negra llena de rayones que parecía la sala de ensayo de un tablao. El fondo negro y la silla como la que te ponen en cualquier oficina de atención al cliente (siéntese usted ahí) recién comprada en Makro.

Y luego los focos que nos ponen al público, especialmente a los de gallinero (perdón, paraíso). ¿Hace falta que nos estén alumbrando con esa potencia desde las alturas en las óperas en concierto? Vamos, ideal para controlar quién da cabezadas o abre caramelitos a la primera.


Siguiendo con la parte musical, teníamos al Complesso Barocco dirigido por Alan Curtis. Como siempre que hay una orquesta de cámara de cierto renombre con instrumentos originales y tocando barroco, hay que decir que estuvieron geniales y maravillosos. Vale.

El resto del reparto, para mi gusto se movió entre lo correcto y el sufi por los pelos, todos ellos a años luz de la Hallenberg. Con decir que el que más me gustó fue el mensajero Lesbos, que es el que menos papel tiene. Bien la Poppea, aunque falta de brillo, y muy musical Xavi Sábata sustituyendo al previsto Iestyn Davies como Ottone (como siempre, la web sigue sin actualizarse). Los bajos y la Nerón... cómo era eso que cantaba Lola Flores... ay pena penita peeeeena, peeeena.

Vale. Por lo que he leído por ahí la segunda parte fue graciosa y emocionante. Si es que soy lo peor.

jueves, octubre 29, 2009

Llega la italiana


A partir del domingo, en Madrid, La italiana en Argel (L'italiana in Algeri), de Rossini.

Como anticipo, una entrevista a Joan Font, el director de escena:

Stendhal definió esta ópera como “una locura organizada” y “la mejor ópera bufa”, ¿qué piensa usted?
Suscribo por completo la afirmación […]. Para mí, L’italiana es un divertimento cargado de irrealidad y fábula que, sin ser una historia de enredos al uso, muestra constantes idas y venidas, con transformaciones de los personajes. Toda la obra es una gran fiesta de los sentidos […]. Es una metáfora divertida que respira ironía, sensualidad y sexualidad.

Comediants se caracteriza por sus aproximaciones fantásticas a los temas que tocan. ¿También con L‘italiana?
Esta aproximación fantástica nos permite darle una dimensión universal e intemporal a las historias, porque se trata de llevar lo que se cuenta a un mundo onírico y con ello se abren las puertas de la imaginación y la fabulación […].


Esta obra plantea las relaciones entre hombre y mujer.
Efectivamente, aunque está llena de hombres, en realidad es una obra de mujeres, porque Isabella, Elvira y Zulma son […] mucho más inteligentes, astutas y emprendedoras. En cambio los personajes masculinos son mucho más débiles, por no decir bobos.


La playa, el mar, es otro protagonista de esta puesta en escena.
El mar es el gran protagonista, porque es el elemento que todo lo trae y lo lleva […]. Así, aunque haya interiores, siempre está presente el mar. […]La acción arranca al atardecer, en la playa, y llegamos a la noche con las hogueras, con toda la magia de las noches mediterráneas, que encierran soledad, amor, sexo y placer, en las que suelen pasar más cosas que durante el día.


Se ha comentado que la estructura de la obra guarda mucha relación con el teatro clásico de Plauto y también con el de Molière. ¿Coincide usted con esta opinión?
Por supuesto, aunque a mí me parece más cerca de Aristófanes que de Plauto, y muchísimo más de Molière […]. Si nos centramos sólo en el libreto, éste es de una gran calidad teatral y funciona. Tiene un gran calado, y unos diálogos hilarantes. Es una obra muy moderna. Toda la ópera respira modernidad.

¿Qué es lo que le ha resultado más difícil de esta puesta en escena?
Lo más difícil es el trabajo teatral con los cantantes y bailarines-actores, para que entiendan este juego del absurdo que raya en el esperpento, los gestos, las situaciones, las acciones, las miradas, los silencios cargados de intención… Los cantantes tienen que ser buenos actores […]. Es importante que experimenten el personaje en todas sus facetas […].


Y no me toca hasta el 16.

lunes, octubre 19, 2009

Renée Fleming Verismo


Mira que quería comentar el nuevo de la Bartoli, el Sacrificium ése. Pero no puedo. Todavía no lo he conseguido escuchar de seguido sin que me dé un ataque de ansiedad. Así que toca otra novedad mediática de Decca: el recital de Verismo de Renée Fleming.

Es imposible no comentarlo sin caer en los topicazos de que está totalmente fuera de estilo y su voz no es la adecuada para ese repertorio y blablablá blablablá, porque ES VERDAD. El canto de Renée Fleming está en el extremo opuesto de lo que es el verismo.

No es sólo que su estilo preciosista, voz suntuosa y expresividad sofisticada tengan poco que ver con el naturalismo descarnado del verismo [entendiendo naturalismo como corriente artística, no como calidad de "natural"] sino que la emisión vocal está también fuera de onda. La Fleming no tiene problemas en el registro agudo, pero en cuanto baja un poco las vocales abiertas se le quedan atrás y le suenan guturales (y muy feas). Escucha el inicio del Sola perduta abbandonata para comprobarlo. A la voz le falta la redondez vocal, la "italianidad" que el repertorio requiere.

Como ya digo, cuanto más aguda, más bella es la voz y más agradable suena. Y se permite algún exceso interpretativo para dar mayor intensidad a las interpretaciones (chillidos, suspiritos, etc). En el fragmento del primer acto de La Rondine está exquisita, es lo que le pega, y me recuerda mucho en la forma de cantarla a la versión de Kiri. También el Tanto amore segreto de Liù es una preciosidad. Pero cuando aborda las grandes frases puccinianas de La Bohème, Manon Lescaut o Suor Angelica se nos queda corta, le falta chicha, vuelo lírico, y es inevitable que surjan las comparaciones con todas las grandes que han cantado esto. Kabaivanska y Olivero son las máximas exponentes de lo que se puede conseguir en el Verismo con una voz con un timbre... por así decirlo... ingrato. Caballé en su disco de Puccini es el colmo de la expresividad vía el virtuosismo y la belleza, y Tebaldi y Freni (ya madura en su disco de arias veristas) son la carnalidad italiana pura.


A favor del disco de la Fleming hay que decir que tiene un buen porroncete de arias fuera de repertorio habitual, lo que hace que tenga su atractivo por lo menos como curiosidad. Hay una españolada muy graciosa llamada Conchita y una escena de Zazà de Leoncavallo que es un delirio megacursi, con niña insoportable incluida, que es talmente el Di papá de Rosa Mary y José Guardiola. Imprescindible. Me dan ganas de buscar la grabación íntegra de la ópera, tiene que ser lo más.

Como colaboraciones está el tenor estrella, Jonas Kauffamnn, marcándose con la Renée el dúo final de La Rondine, así en plan brutote, y luego en la escena final de Fedora uno se lleva un susto tremendo: ¿Qué le pasa a la voz de Renée que baja a la ultratumba? Ah, no, es que ha entrado el tenor. Es Arturo Chacón-Cruz, y empasta la voz perfectamente con ella. También se canta las frases de Calaf en el fragmento de Turandot. Voz a tener en cuenta.


Bien. El caso es que el disco tiene su puntito. No tiene los hallazgos que el anterior cd recital de la Fleming pero no está mal. Es larguísimo. Eso de que ahora haya que rellenar los 80 minutos que caben en un cedé para intentar paliar la piratería y compensar el precio de los discos hace que un cedé tipo recital se haga eterno. Hay que escucharlo dosificado si no quiere uno quedarse como cuando te pasas con la sacarina en el café: una sobredosis de algo artificiosamente dulce.

Y viene al Teatro Real en un par de semanas. Huyyyyyyyyyyy.



jueves, octubre 15, 2009

A Lulu hay que ir con los deberes hechos




Lulu, de Alban Berg
Teatro Real de Madrid
14 de OCtubre de 2009
Agneta Eichenholz, Jennifer Larmore, Gred Grochowski, Paul Groves, Franz Grundheber, Will Hartmann, Paul Gay.
Eliahu Inbal. Christof Loy

Que sí, que a Lulu, y más a la que nos ha tocado este año, hay que llegar preparadito.
Primero, saber que vas a escuchar música atonal (es decir, cambia el chip).
Luego, que la ópera no es que sea larga, es que es larguísima (es decir, sobredosis de cafeína para aguantar, que ya sabemos la modorra que nos entra en el teatro los días de diario, y que hay que llegar merendado, que se sale a las doce).
Y finalmente, no está de más empaparse un poco del argumento, del libretto y de la historia que rodea a la ópera (para ello en la página web del teatro está colgado el vídeo de 20 minutos de José Luis Téllez explicándola).

Y luego me meto en el teatro, con un canguis de cojones, porque pienso que me voy a dormir a la primera de cambio, que yo en un primer acto que me dure más de cincuenta minutos ya se sabe que cabeceo, Wozzeck me parece bastante coñazo y con el miedo en el cuerpo que te mete el haber leído las críticas de los periódicos y las furibundas reacciones a la puesta en escena que pululan por los foros (y eso que ni he abierto el de la Cofradía de la Perpetua Indignación).

Pues no. Lulu me envolvió. Sin haberla escuchado previamente (ya lo sé, soy un zote, pero las dos veces que lo había intentado en casa la quité a los tres compases), la música me metió dentro. O casi diría yo que quedé fascinado por la "arquitectura" musical de la ópera. Queda pedante decirlo, lo sé, pero es la estructura, la forma, el ritmo frente a la falta de melodía lo que me encantó. Y luego está un argumento totalmente fascinante y truculento que hace que una vez que entras en la ópera mantengas la atención hasta el final.


Pero para ayudar a joder las cosas está la puesta en escena. Vale. Una puesta tradicional lo hubiera llenado todo de brillibrillis y cartón piedra. Lulu se presta a las transgresiones escénicas. Pero lo que nos han enseñado hoy no es ni siquiera transgresor. En su afán por despojar el drama de toda distracción y aditamento en un mal comprendido minimalismo, el señor Christof Loy vacía la escena: sólo hay un suelo blanco, una pared de cristal y una silla. Y, no contento con ello, en el primer acto el movimiento de cantantes es absurdo e incomprensible. Lulu es algo así como un robot alejado de la femme fatale que debería ser. Y o te sabes muy bien de antemano qué es lo que ocurre y quién entra y quién sale o no te enteras de nada. Bastante putrefacto. Sin embargo, a partir del segundo acto las cosas cambian en el terreno de expresividad de los personajes, y ya no hace falta ningún elemento más en la escena. En el tercer acto bastó y sobró el foco de luz para crear todo el ambiente.

A ver, no sé si me explico. Que vale, que por mí que dejen el escenario vacío si me creo lo que me cuentan o lo veo. Y eso pasó en los dos últimos actos, pero en el primero no. Así puedo entender la desbandada general de público en el primer intermedio. Sin embargo, no la del segundo. Más que nada porque se perdieron lo mejor de la ópera, que es el final.

Y digo yo... se van de Lulú... ¿y no de otros coñazos soberanos con los que a tenido a bien martirizarnos nuestro querido Teatro Real? Porque así a bote pronto recuerdo el insoportable Simon Boccanegra que esta temporada nos repiten. O cualquier Donizetti cómico... Y en cuanto lo comenté a mis amigos saltaron otro porrón de títulos (la Pietra de nosequé de Rossini, el Così de SuperFlotats...)

El nivel musical estuvo muy alto. Hay que ser una auténtica fuera de serie para sacar adelante el personaje de Lulu. La Agneta se salió. Vale, chilló los sobreagudos al principio, pero en cuanto calentó la voz... menuda peazo soprano. Cómo es posible que de un cuerpillo tan chiquitín salga esa voz. Sobrecogedora. Estupenda.

Ay la Larmore. Pero bueno, qué tipín se le ha quedado, ¿no? Estupenda también, muy expresiva, y aprovechando al máximo el bombonazo de papel que tiene. Vale, el volumen no es su fuerte, pero ha sido suficiente. Y me he reconciliado con ella después de aquel soporífero Giulio Cesare de hace una década. Muy bien.


En el sector masculino, excelentes Grochowski, Grundheber y Hartmann. Los dos Paul, Groves y Gay, se pelearon un poquito con el volumen de la orquesta pero fueron de menos a más. Sin objeciones, por mi parte.

No sé cómo se quedaría el patio de butacas. Yo diría que arriba en gallinero paraíso aguantamos como un tercio de los espectadores iniciales cuando la cosa acabó casi a medianoche. Los aplausos fueron rapiditos, que había que coger el metro (a ver quién es el morro que le dice al tx que aguante trabajando hasta las doce para venirme a recoger, habiendo fútbol, ja).

En fin, que sí, que me gustó mucho, de verdad, sin falsa pedantería ni ínfulas de modernademierda. Y yo creo que me gustó más porque iba condicionado a que me iba a aburrir mortalmente.

No vi la famosa producción del Teatro de la Zarzuela de principios de los 90, la de Patricia Wise, que todo el mundo dice que es maravillosa. Pero como se emitió por tv seguro que ronda por algún lado. A ver si me la consigo. La que sí tengo es la famosa de París cuando se estrenó la versión de 3 actos, con Teresa Stratas. Le he echado un vistazo por encima y está la mar de bien. Recomendable.


Unos enlaces:

Argumento de Lulu
Web de Lulu del Teatro Real
Libretto de Lulu
Discografía de Lulu



lunes, octubre 05, 2009

The Sony Opera House


Pues nada, que el sábado pasado me depositaron en el centro de Madrid y aprovechando que iba a estar una hora y pico deambulando por allí me dediqué a visitar la planta de música clásica de la Fnac, que oye, hacía mucho tiempo que no iba por allí.

Allí me llamaron la atención dos colecciones de ópera colocadas en un vistoso mostrador. Una de ellas era de ópera para niños de DG, a 5,95 € el librito ilustrado con un disco con una selección de la ópera en cuestión. Ya veremos si me animo.


La segunda colección es la de Sony Opera House. Es una reedición de las óperas del grupo Sony (CBS, RCA, Sony) en serie media a un precio muy atractivo: 10,95 € el cd doble y 13 euros el triple.

Una vez más, títulos mil veces editados (sí, la Tosca de Leontyne con Domingo está), pero también la oportunidad de conseguir títulos que o estaban descatalogados o eran difíciles de conseguir. Además, algunas versiones que si bien no son referencias absolutas, son más que curiosas.


Así, mirando el catálogo, yo destacaría...

- Louise de Charpentier, con Cotrubas y Domingo (a mí es una ópera que me aburre mortalmente, pero bueno, tiene su público).
- Don Giovanni, la banda sonora de la peli de Losey, con Raimondi, Berganza, Kiri, Edda Moser y van Dam dirigidos por Maazel. A mí me parece una versión estupenda.
- El tríptico de Puccini de Maazel con Renata Scotto. Es curioso y excesivo. Y tiene a la Horne de Zia Principessa.
- El Barbero de Sevilla con Marilyn Horne, totalmente cavernosa ella pero pasándoselo en grande.
- La Vestale de Spontini, con Denyce Graves.
- El Rosenkavalier de Strauss con la mariscala de Christa Ludwig, toda una curiosidad digna de escucharse.
- La Dama de Picas con una madura pero intensísima Mirella Freni.
- Vanessa de Barber, con Eleanor Steber. ¡Hay que oírla!
- La Adriana Lecouvreur de Scotto, Somingo y Obraztsova. La referencia moderna (aunque tenga 30 años ya).
- Die tote Stadt de Korngold con Carol Nebblett, René Kollo y Hermann Prey. Referencia absoluta, un imprescindible.
- Le Cid de Massenet, con Grace Bumbry.
- El Eugenio Onegin de Emil Tchakarov. No está dentro de las referencias definitivas, pero tiene a Tomowa-Sintow maravillosa y Nicolai Gedda supermayor cantando el Lenski.


Y están previstos los lanzamientos de la Lucrezia Borgia de Caballé, el Andréa Chénier de Domingo/Scotto, la Armida de Renée Fleming y la Salomé de Caballé.

Me parece una edición a un precio superatractivo para quien quiera completar su colección de discos en esta época en la que nos dedicamos a acumular mp3 que luego quedan perdidos en discos duros.

Todos los detalles de la colección, haciendo clic AQUÍ. En la web además se pueden escuchar fragmentos de las óperas y descargar algunos de los libretos.

Mira

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