Primero un dúo cómico:
Él - Hágame usté el favor de oírme dos palabras, sólo dos palabras.
Ella - Va usté a sacarme un ojo si se acerca con la punta del paraguas.
Él - Yo le suplico que a mi poca precaución otorgue su perdón.
Ella - Pues perdonado, desde luego queda usté.
Él – Gracias preciosa.
Ella – No hay de qué.
Él - ¿No sería muchísimo mejor cerrar un paragüitas de los dos,
y así juntitos, agarraditos, marcharnos al café de San Marcial?
Mandar que nos preparen enseguí… un solomillo y unos langostí…
y unas chuletas y unas cocletas, ¿qué tal?
Ella – No me parece mal.
¡Qué chasco tan superior se va llevar el buen señor!
¡Ay, no sé qué pasa por mí! Me da rubor decirle a ustéd que sí.
Él – Mi cielo, mi bella hurí, ya usted verá lo que hay aquí, y apreciará un corazón.
Ella – (Relleno de algodón).
Diga usted, ¿y si nos viera juntos mi mamá?
Él - ¿Su mamá? Pues tapándonos así no nos verá.
Ella - ¿No nos verá? Por supuesto que usted me solicita con buen fin.
Él – Sin duda alguna
Ella - ¿Usté es soltero?
Él – Por mi fortuna.
Ella - ¿Su nombre?
Él – Julio Ruiz.
Ella - ¿El actriz?
Él - El actor.
Ella - ¡Huy, qué horror! ¡Qué fama tiene usted de acá y de aquí!
Él – Ya lo sé. Esas son habladurías que andan por ahí.
Ella - ¡Qué maldad! Pues desde hoy, si usté ha de ser dueño de mi amor,
Él - ¿Qué he de hacer?
Ella – Jure morigerarse.
Él – Yo se lo juro a usted.
Ella – Jure que ha de enmendarse.
Él – Eso sí que no lo sé.
Vámonos ya, paloma mía, que el café de aquí está muy larguito.
Ella – Pues, para no mojarnos tanto mejor es tomar un cochecito.
Él – (Ya la he flechado con mi tipo seductor, ya está muerta de amor).
¡Ay, qué ganitas tengo hermosa, de llegar!
Ella – (Más tengo yo para almorzar).
Él - ¡Ay, qué venturoso día de placer!
¡Ay, con qué ilusión! ¡Ay, voy a comer!
Ella - En cuantito pague al mozo este gaché,
¡pobrecito Ruiz!, yo te lo diré.
La roca fría del Calvario
se oculta en negra nube,
por un sendero solitario
la Virgen Madre sube.
Camina, y es su cara morena,
flor de azucena, que ha perdido el color,
en su pecho lacerado
se han clavado las espinas del dolor.
Su cuerpo, vacilante,
se dobla el peso de la pena,
pero sigue adelante.
Camina, y sus labios de hielo
besan el suelo, donde brota una flor,
en cada gota de sangre
derramada por Jesús, el Redentor.
Sombra peregrina,
emblema del dolor hecho luz,
camina, camina ligera,
que el Hijo la espera,
muerto en la Cruz.
Desde una loma del sendero,
la Virgen, caminante,
ve la silueta del madero y la Hijo agonizante...
Y llora su callado tormento,
con un lamento que no puede vencer,
es el grito desgarrado
arrancado a su carne de mujer.
Divina estrella,
sobre la huella del humano dolor,
triste camina,
camina llorosa,
la Madre Dolorosa del Redentor.
Mazurka de los paraguas, de El año pasado por agua, y Romanza de Rafael, de La Dolorosa.