lunes, diciembre 28, 2015

Rigoletto 2015 en el Real

 

Vaya, parece que últimamente estoy un poco negativo en las crónicas de espectáculos, pero qué quieres que te diga, si no me llegan, no me llegan.
Y este Rigoletto me ha parecido correcto pero sin entusiasmar.
Partimos de la base que fue el 23 de diciembre después de un día de locos en el trabajo y que llegué muy cansado al teatro y eso influía en mi estado de ánimo, pero no me distraje, le presté bastante atención a la ópera. 
Y sólo me llegó a emocionar al final, y eso es gracias a Verdi.

Vamos por partes.

Juan Jesús Rodríguez hizo un buen jubilado. Bien de voz y dando todas las notas.
Tiene que trabajar más el papel. Rigoletto es rastrero, es un personaje con una negrura interior muy acusada. Rodríguez matizó e interpretó, pero le faltó bajeza, su voz es demasiado noble. Notable, sí, pero no sobresaliente. Creo que si lo sigue cantando le podrá sacar mucho jugo en el futuro.

Olga Peretyatko, correcta Gilda, bien cantada y matizada. Pincha en los trinos del Caro nome y en los sobreagudos, que se quedan huecos. Pero se metió en el papel e hizo cosas muy bonitas. Bien.

Piero Pretti me hizo temblar cuando durante todo el primer acto estuvo inexistente. Vale, sí, el Questa o quella es poco lucida y se canta tan al principio de la ópera que ni tenor ni público reaccionan bien, pero es que no le oía nada nada nada. Sin embargo a partir del segundo acto se creció. Se recreó en el Parmi veder le lagrime marcando estilo y ofreció una donna è mobile y cuarteto realmente buenos.

Muy bien los secundarios masculinos, con especial mención al Sparafucile de Andrea Mastroni. Flojitas las mujeres (ese pajeeeee, creo que sólo me gustó la condesa de Ceprano).
El coro algo atronador de más, pero bien.


La dirección musical, atronadora, comiéndose a los cantantes muchas veces. Y con unos cambios de tiempos un poco raros (como que se ralentizaba a veces). De todas formas sonó muy bien. Y desde luego gloria bendita comparada con la charanga de la Viuda Alegre de tres días antes.

La producción es de las versátiles, que lo mismo te vale para Rigoletto que para Norma o Parsifal. Una plancha metálica inclinada con una puerta es el palacio del duque, y cuando gira da pie a una especie de corral que vale para casa de Rigoletto y molino final. Funcional, sí, pero el problema es que es fea de cojones. Todo es gris, oscuro y mal iluminado, y no ayuda para nada a meterse en la obra. ¡Esa escalera, por favor, qué cutrerío!

Es la de Londres, que está en DVD. Horrenda.
El caso es que puede que pretendan ir de modernos, con la orgía inicial y algunos detallitos escénicos pero al final es una puesta de lo más tradicional. Y los trajes son de época, es el decorado el que es feo.
Con todo esto para mí fue una función que fue de menos a más, afortunadamente, y que estuvo correcta, pero sin llegarme. Y mira que he visto muchos Rigolettos (¿los puristas dicen rigoletti?, jajajaja) en mi vida y casi todos me han dejado con el alma encogida, pero éste no.

Aunque también lo mismo es cosa mía, claro.

Felices Fiestas a todos.


Giuseppe Verdi
Rigoletto
Juan Jesús Rodríguez, Olga Peretyatko, Piero Pretti, Justina Gringyte, Andrea Mastroni.
Fernando Radò, Álex Sanmartí, Gerardo López, Tomeu Bibiloni, Nuria García Arrés, María José Suárez, Mercedes Arcuri.
Nicola Luisotti, David McVicar.
Teatro Real de Madrid.
Miércoles, 23 de diciembre de 2015





domingo, diciembre 20, 2015

La viuda sosa


La Viuda Alegre de Lehár es una opereta de argumento antiguo y trasnochado, con un desarrollo simplón que difícilmente puede divertir o emocionar hoy en día. Pero también está salpicada con unas melodías tremendamente inspiradas que la convierten en la reina del género y que salvan el polvoriento libretto.

Ponerla en escena no es cosa fácil, y aquí lo que nos han endilgado es un musical en vez de una opereta. Y mira, si quieres "actualizar" el tipo de espectáculo, condensarlo para que quepa en hora y media sin descanso y dinamizar un poco el acartonamiento de la opereta, hazlo con todas las consecuencias, tírate al río, métele lujo, acción, risas (aunque sea humor burdo), exagérala. 

Pero esta Viuda se queda descafeinada. No sé qué poda se le habrá hecho en el texto pero no hay casi diálogos, con lo que la acción son básicamente los números musicales. Con esto se elimina toda la gracia y, sin miramientos, hay que decirlo y lo lamento porque es una obra que me encanta, pero esta Viuda aburre.


Después de un inicio prometedor en el que un decorado sencillo pero lujoso, unos figurines espectaculares y una aparición apabullante de la prota dejan con la boca abierta, esa apertura de boca se va conviertiendo poco a poco en bostezo.

A ver, no se siente ninguna empatía por los personajes. Hanna es una diva etérea muy rollo "Marisa Paredes en Tacones Lejanos" (y además, el pelucón platino y la delgadez de Natalia Millán te la recuerda). La química con Danilo es nula. El barón no es gracioso. La pareja cómica (Valencienne y Camille) no hacen gracia. No sé, creo que el regisseur se ha preocupado más en vestir la obra que en desarrollar los personajes. 


Bueno, digo vestir. Sí, el primer acto es visualmente atractivo. Pero llega la fiesta en casa de Hanna y... ¿perdón? ¿Todos los elementos que hay en escena son dos bancos (dos) y un panel final tipo lámpara Tiffany que hace de decorado de fondo? Pues si no desarrollas la acción y no le sacas jugo al pequeño enredo de la obra, que sucede aquí, por lo menos métele medios. Pues no, con los vestidos del primer acto parece que se acabó el presupuesto. Ni un mísero aplauso para el Septeto de "Las Mujeres", que tiene que arrancar risas, de lo sosito que fue.

En el último acto, en Maxim's, la cosa remonta el vuelo por las coreografías de los cancanes y acaba en un fin de fiesta que va in crescendo, pero también se ve baratillo.

Admiro mucho a Sagi y le reconozco grandísimos aciertos en el teatro lírico, pero en esta Viuda Alegre parece que lo único de lo que se ha preocupado es de que Natalia Millán esté más guapa que Lana Turner en la película del 52. Y el presupuesto se le ha ido en arrasar en Pontejos comprando strass y lentejuelas.


Hace 20 años, en verano de 1995, asistí a una función de la Viuda Alegre en el Teatro Albéniz, protagonizada por Carmen González. La producción era de la compañía de Amengual, es decir ramploncilla, de baratuji, con un nivel artístico mediano siendo benévolo... pero hecha con ilusión. Recuerdo sonreír con el enredo infantil, reírme con los secundarios, y emocionarme con el "Lippen schweigen". Esta vez no ha pasado.


Como he dicho, se ha convertido la opereta en un musical. Es decir, con micrófonos y teóricamente voces no operísticas. Digo teóricamente, porque yo creo que salvo la protagonista, todos proceden del mundo de la lírica.

Natalia Millán no, es conocida por sus intervenciones televisivas y por protagonizar Cabaret hace una década aprox. Y mira, yo creo que en esta Viuda está más adecuada vocalmente que haciendo de Sally Bowles (que recuerdo con pavor). La Millán se esfuerza, canta bonito y, transportando una octava por aquí esta frase y suavizando esta otra, logra salvar vocalmente el papel. Por supuesto impensable para una producción tradicional a pelo, sin micros, pero para musical, sí. He de decir que bravo por ella.


El resto del reparto lo componen voces solventes como las de los barítonos Antonio Torres y David Rubiera y la soprano Sivia Luchetti haciendo de Valencienne. Punto flojo el Camille, algo justito.

El coro/ballet, bastante apropiado. La orquesta, charanga total.

Muy bien la coreografía de Nuria Castejón.

Me da rabia, repito, poner a caldo esta viuda, pero es que es una sosada.
Eso sí, lo que se queda en la cabeza cuando sales del teatro es la maravillosa colección de melodías de Lehár. En esta obra, todas son de nivelón.


Y un punto negro más para terminar.
Ay, lo siento, lo siento.
Y esta vez no tiene que ver con la obra ni sus intérpretes, sino con la Sala Roja de los Teatros del Canal.
La calefacción sale por unas toberas situadas a muy pocos de metros por encima de las cabezas del público de Anfiteatro HACIENDO UN RUIDO ESPANTOSO. Insoportable. Le pregunté a la acomodadora si eso era normal y me dijo que era un problema de todos los días, que todo el mundo se quejaba, que ella ya lo había reportado pero que no hacían ni caso. Y me recomendaba pedir una hoja de reclamaciones. En serio, un ruido inaguantable. Los pocos diálogos hablados casi ni se entendían, y en la parte musical era muy molesto. 
Y lo peor de todo es que dentro de unos meses voy a ver allí un Don Carlo de Verdi.
Qué horror.
Puse un par de twits a ver si el CM de los Teatros del Canal me decía algo. De momento, sin respuesta. Pero no me voy a quedar así. Vamos que no. Menudo soy yo.

Lo dicho, una Viuda floja, una música deliciosa. Mejor quedarse con esto último.


Franz Lehár
La Viuda Alegre
(versión en plan "musical")
Natalia Millán, Antonio Torres, Silvia Luchetti, Guido Balzaretti, David Rubiera, Iñaki Maruri.
Jordi López, Emilio Sagi.
Teatros del Canal, Madrid.
Sábado, 19 de diciembre de 2015

Para curiosos, dejo esta entrada del blog de hace 5 años en la que hablaba de otra Viuda Alegre cantada en español: clic


lunes, noviembre 16, 2015

Benvenuto, Cellini !

 
Ay qué nervios previos con el Benvenuto Cellini de Berlioz en el Liceo de Barcelona.

Primero, amenaza de huelga de empleados del Liceu. No desconvocada hasta dos días antes del estreno. Luego, el rollo de la 'desconexió'. "¿Y te vas a ir a Barcelona con la que está cayendo?" me preguntaba alterada mi madre como si al pasar por Fraga tuviera que atravesar la temible "línea Calçot" de fortificaciones para evitar la entrada de los tanques en Cataluña.


Y, pasando ya de coñas, lo más grave: la ópera Benvenuto Cellini, de Berlioz, que las veces que he intentado escuchar me ha parecido un tanto ladrillo. Pesadota, pesadota. ¿Iba a aguantarla? Y más aún después de la típica comida con amigos que se alarga hasta las mil. Uffff.

Pus nada, superada la comida en La Clara con siesta reparadora y sobredosis de cafeína, a las 8 y un minuto de la tarde se alzó el telón para el Benvenuto.

Para el propio teatro lo más atractivo de la producción era la puesta en escena a cargo de Terry Gilliam, siendo tannnnn burdos de anunciarla como producción de "Monty Python", cuando hace ya décadas que Gilliam tiene su propio estilo y mundo de imágenes particular. Pero hay que hacer caja, nena. Y más con la barbaridad de subida de precios y cambios de zona que han organizado en el Liceo.


Una vez vista me reafirmo en lo "peculiar" que es esta ópera. Porque es rara, rara, rara.

Empieza que parece que va a ser cómica, y luego torna a lo dramático y termina de forma épica, con un argumento en el que aunque pasan "cosas" no es que haya mucha progresión dramática. Y yo diría que la razón está en la partitura: tiene una estructura muy clasicota con muchas repeticiones que ralentizan toda acción. El universo musical de Berlioz tiende a la grandilocuencia, y aquí se nota. 

Afortunadamente la dirección musical de Josep Pons estuvo a buena altura y sacó mucho jugo, llegando a crearme la sensación de globalidad que esta obra necesita. Intenso cuando tenía que serlo y delicado cuando tenía que acompañar. Muy bien la orquesta del Liceu.


Respecto a los solistas... bien de estilo, cortos de volumen.

John Osborn tenía a sus espaldas el difícil rol de Cellini. Tesitura inclemente, necesidad de saber hacer un canto ligado y fraseado y gran traca heroica final. Lo consiguió, recreándose en el fraseo y pronunciando perfectamente, un estilo francés inmejorable. 
Ahora, el volumen. No es por nada, pero me hacía falta sonotone. O fue intencionado o se guardó todo para el final. Ahí sí que le pongo pegas.

Teresa fue Kathryn Lewek, soprano ligera que cuando la orquesta se pone un poco espesa o el papel requiere más voz se resiente. Se empleó a fondo en el aria de entrada, haciendo cosas exquisitas en las agilidades. Después se fue ya diluyendo entre el resto.

Annalisa Stroppa estuvo excelente como Ascanio, con un timbre penetrante y disfrutando del papel.

Eric Halfvarson está mayorcete, pero dio el tipo como papa. La concepción escénica del rol, excesivamente cómica y destinada a sacar la risa fácil, me pareció excesiva, sobre todo porque su papel es bastante terrible: por un lado perdona en nombre de la siempre misericordiosa iglesia católica, pero por otro lado está deseando mandar a Cellini a la horca.

Correctos Muraro y Holland como "los malos" y bastante bien los secundarios Vas, Lanchas, Esteve y Comas.

El coro tiene unas muchas intervenciones y no todas fáciles. Bastante rotundo, muy audible y en la escena del Carnaval un poco cada uno por su lado. Pero vamos, bastante bien.


Y ahora el tema estrella: la producción de Gilliam.
Sinceramente, muy buena y, lo que es muy importante, al servicio de la ópera.
Lo más facilón sería destacar lo sobrecargado de la puesta, lo excesivo, lo circense. Pues mira lo que te digo, eso será lo más vistoso, pero es lo más anecdótico.
Lo interesante de esta producción es cómo Gilliam mueve los elementos escénicos (básicamente una estructura constructiva y dos escaleras) para conseguir los distintos ambientes.
Y la casa es una casa, el taller es un taller, el teatro es un teatro y el bar un bar. Punto.
Gilliam no se inventa nada ni quiere hacernos ver cosas que no hay.
Y la escena del carnaval es como debe ser: una fiesta.

 
Aparte, visualmente es súper efectiva. Después de la escena del carnaval mantener el interés visual en el tercer acto era difícil, y lo consigue.
Luego tiene alguna boutade como lo del papa o chistecillos un poco accesorios pero vamos, que no se pasa.
Lo que se ha conseguido es una producción visualmente espectacular y respetuosa con el libreto. Muy bien.

Con todo, una muy buena velada de ópera, de las memorables.
Benvenuto seas, Cellini


Hector Berlioz
Benvenuto Cellini
Liceo de Barcelona, sábado 14 de noviembre de 2015.
John Osborn, Kathryn Lewek, Annalisa Stroppa, Eric Halfvarson, Maurizio Muraro, Ashley Holland, Francisco Vas, Valeriano Lanchas, Manel Esteve, Antoni Comas.
Josep Pons, Terry Gilliam





La ópera empezó a las 8:01 por el minuto de silencio por los atentados de París. Qué horror, sin palabras.

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miércoles, noviembre 04, 2015

Alcina, ay Alcina

 
Alcina, de Händel, en el Real. ¡Ay!

Ópera puñetera donde las haya, porque es larga larga y, aunque ocurren cosas, pasan todas fuera de escena. Para que salga redonda se necesitan intérpretes de nivel o una concepción escénica interesante (mejor las dos cosas a la vez, claro), porque si no se puede hacer muuuy cuesta arriba.


¿Y qué ha pasado con esta Alcina?
Que, señores, no puede ser que nos empecemos a animar con el último número del primer acto, cuando ya llevamos más de una hora metidos en las comodísimas butacas de Paraíso del Teatro Real y hayamos estado sujetándonos la cabeza para no echar la primera roncadita.

¿Tuvo la culpa quizás la dirección musical de Christopher Moulds? Sí, la orquesta sonó muy bien, pero ese primer acto fue plano, plano, sin contrastes.


Sofia Soloviy (Alcina) no existió hasta el segundo acto. A ver, Alcina tiene que pasar del amor a la desolación pasando por la furia y la ensoñación. Esto hay que matizarlo mucho. Y la soprano lo hace, pero fue de menos a más, sólo en el momento en que empieza a encolerizarse aparece el personaje. Muy bien, una cantante muy completa, bien de timbre, de proyección y de agilidades. Me gustó bastante.


Yo pensaba que María José Moreno, desaparecidísima de los carteles madrileños durante muchos años y de la que sólo tenía referencias "en provincias" estaría en etapa de declive. Pues no. Qué va. Qué timbre tan bonito, qué voz tan fresca, limpia, ágil, amplia. Una auténtica delicia volverla a escuchar. Aparte, interpretativamente sobresaliente. La mejor.

El resto del reparto lo calificaría de "modesto", sin más. Al Ruggiero de Josè Maria Lo Monaco le faltaba brillo, la Bradamante de Noldus se quedaba sin volumen y los secundarios cumplieron el expediente.


¿Y qué ocurrió con la puesta en escena?
Pues parte de una idea feliz: La isla de Alcina es un teatro al que Ruggiero acude a escapar de su aburrida realidad. Y Bradamante lo rescata para llevarlo de nuevo a su vida aburguesada y familiar. 
Pero ¿cómo se desarrolla?
De una manera totalmente caótica: nada tiene que ver con nada, todo está lleno de supuestas alegorías que, o nos las explican, o no las entendemos, metiendo bailecitos que no vienen a cuento.
El director de escena parece que no sabe qué hacer con una ópera tan larga.
Después de verla, creo atisbar la concepción escénica global, que me parece bien, pero su ejecución es muy chapucera.

Y mira que al argumento, aunque no pase nada en escena, se le puede sacar jugo. Coño que hay una bruja, una hermana casquivana, un caballero hechizado, una novia coraje, un niño buscando a su padre convertido en bestia. Pues no, la magia brilla por su ausencia. 
Pues chico, si vas a hacer algo sin sentido, por lo menos que sea espectacular y nos entretienes un poco. Pero es que además los decorados eran cutres a más no poder.
Me gustaron: el final del segundo acto (el ocaso de Alcina) y la escena final del tercer acto (cuando vuelven a la ciudad en la que los sueños se hacen realidad, con el momento cómico de "romper la urna" [spoiler]Ruggiero desvirga a Bradamante[/spoiler]).


En fin, que no se queje nadie de que el público es poco entendido y se marcha en los descansos. La función fue para arriba a partir del segundo acto, pero el nivel no era precisamente de campanillas.

¿Valoración global? Aprobado, nada del otro jueves pero yo disfruté mucho la música.


Otra cosa: la ópera termina a las doce menos veinte que, con los aplausos mínimos, se te pone en salir del teatro a menos diez. Autobuses normales ya no hay, y el metro pasa cada quince minutos. Menos mal que me saqué los horarios de pasos de metros por la estación de Ópera y conseguí organizarme para pillar el de las 23:57. Pero vamos, que estaba llegando a casa a las mil y monas. 
No, para una ópera de más de tres horas se debería adelantar el horario, ¡cojostio!


Otra cosilla: ¿te acuerdas que comenté lo de la wifi del Real? Pues tirarme media hora en el Devereux para registrarme vía Facebook no me sirvió de nada: ayer tuve que hacerlo vía email. ¡Viva!

A ver si tengo ganas y un día comento la Alcina de Aix de este verano, que también tuvo su tela.



Georg Friedrich Händel
Alcina
Sofia Soloviy, Josè Maria Lo Monaco, María José Moreno, Angélique Noldus, Johannes Weisser, Anthony Gregory, Francesca Lombardi Mazzulli
Christopher Moulds, David Alden
Teatro Real, Madrid. Martes 3 de noviembre de 2015 


martes, octubre 20, 2015

Cyberpunk Dominatrix Spider Queen

 
O, lo que es lo mismo, Roberto Devereux de Donizetti en el Teatro Real de Madrid.

Vale, empecemos por lo básico. Es una ópera que a mí, personalmente, ni fu ni fa, ni en lo dramático ni en lo musical, pero si se tiene un cuarteto protagonista de nivel, puede llegar a hacerme vibrar, como ocurrió hace un par de años con doña Gruberova, Bros y Ganassi (véase).

Esta vez el mayor aliciente / atractivo / morbo era ver la interpretación de Mariella Devia a sus... ¿67? años interpretancdo el papel de Isabel I de Inglaterra.

A su lado, Gregory Kunde (que tampoco le andará a la zaga en edad) como Roberto y Silvia Tro como Sara. Marco Caria sustituyó al previsto Kwiezcien en el papel de Duque de Nottingham.


Estilísticamente hablando, Mariella Devia es la representante absoluta del belcanto más canónico: todo está en su sitio, como debe ser, sin artificios, sin efectismos. En ese sentido, es perfecta. Pero ay, los años ya pesan, y el color de voz agriado y unos graves cuasi hablados le pasan factura. Aún así, interpretación casi magistral de una pedazo de señora. Emocionar a mí no me emociona, pero hay que reconocerle la primerísima clase.

Kunde, que a primera vista parece que está totalmente fuera de estilo por tipo de voz. Mira, qué quieres que te diga. A pesar de la emisión un tanto bestia, matizó mucho y se metió en el papel. Y se le oye, y pega pepinazos que no serán muy ortodoxos, pero se agradece mucho.

Estupenda en todos los sentidos Silvia Tro. Metida en estilo, en papel, con una voz amplia, con volumen, un gustazo oírla.

Marco Caria cumplió de una manera discreta.


La orquesta, a cargo de Bruno Campanella, estuvo en un nivel notable, ayudando a los intérpretes, aunque el director parece que se emociona en los momentos culminantes y se va un poco de madre. Aún así, conseguía controlarse. Bien. El coro muy correcto también.

¿Y la puesta en escena?
Pues va de delirio simbolista. Parece ser que nos quieren presentar a Isabel I como una araña depredadora, y su trono es precisamente eso, una araña mecánica que en el momento culminante de la ópera, el final del segundo acto, echa a andar con la Devia encima agarrándose como puede a un par de palos para no matarse mientras canta -tela-. Momento muy efectista que hace que no oigamos casi a la soprano pero le da un toque alien / matrix muy gracioso a la escena. 
Comentar los modelitos que se gasta también la señora reina, a caballo entre dominatrix de puticlub de lujo y mala de película Disney. 

Crónica sosa y a destiempo, lo siento, estaba muy desganado bloguerísticamente hablando cuando la vi.


Notable inicio de temporada.
Deplorable en todo caso el espectáculo de la noche del estreno.
Una cosa es que vayan los reyes y las autoridades, correcto. ¿Pero el besamanos ridículo de la supuesta jet set? Muy mal por el Teatro Real haber permitido esa imagen tan deplorable de cursi elitismo que hace retroceder la imagen del espectáculo de ópera a acto social arcaico y clasista. Una mierda pinchada en un palo. Mal ha hecho el actual Ayuntamiento de Madrid en renunciar al palco. Habría estado bien ver cómo se juntaban sandalias y bermudas con vestidos de noche y perlas.


¡Ah! ¡Por fin hay wi-fi (léase guayfai, no seamos catetos) en el Teatro Real!
Conectarse es UN PARTO, pero una vez conseguido, puedes abrir tranquilamente el Grindr en el saloncito de la planta 6ª para ver la cantidad de "tíos-con-sobrino" que han acudido esa noche.



Gaetano Donizetti.
Roberto Devereux.
Mariella Devia, Gregory Kunde, Silvia Tro Santafé, Marco Cari, Juan Antonio Sanabria, Andrea Mastroni
Bruno Campanella, Alessandro Talevi
Teatro Real, Madrid, lunes 28 de septiembre de 2015


Programa de mano
Página web del Teatro Real

lunes, julio 13, 2015

Porgy And Bess

 
Estupendo cierre de temporada con el Porgy and Bess de Gershwin traído por la compañía de la ópera de Ciudad del Cabo (Sudáfrica).

Una producción modesta pero funcional y efectiva, servida por un elenco apropiado y, lo que es fundamental, dentro de estilo: siendo auténtica ópera, se zambulle en el mundo de la música negra, los espirituales, el jazz, la música popular... todo perfectamente conjuntado.

Supongo que ahora tendría que hablar de las alabadísimas representaciones de 1997 en este mismo teatro, con Willard White y Cynthia Haymon pero, francamente, es que casi ni me acuerdo. Pero lo que tengo claro es que en esta ocasión la obra me ha gustado mucho más, la recordaba más rollo.


Y es que en estas representaciones lo que ha funcionado es la sensación de conjunto: la orquesta, muy bien; el coro, estupendo; la dirección escénica, la coreografía, los solistas... todos han logrado crear un uno y meternos a todos en él. 

Los cantantes:
Xolela Sixaba: excelente Porgy, con una potencia y una facilidad de emisión increíbles. El mejor, sin duda.
Nonhalanhla Yende: adecuadísima Bess. No del todo perfecta vocalmente, pero es que el personaje casi lo pide. No es Mimì, ¡es Bess!
Ambos dos, fenomenales en el terreno actoral. 
Siphamandla Yakupa, vozarrón para Clara


Arline Jaftha tenía, por así decirlo, la vocalidad menos "negroide" del reparto, era la más lírica, y parecía que se iba a quedar corta como Serena, pero se marcó un My man's gone now que nos dejó petrificados en la butaca.
Apropiadísima Miranda Tini (con ese descaro y autoridad que el papel requiere) como Maria.
Correcto, sin destacar, Mandisinde Mbuyazwe como Crown, le faltó categoría de villano.
Bien Aubrey Lodewyk como Jake.
Y curioso el caso de Lukhanyo Moyake como Sportin' Life. Muy bien en la primera parte, con gracia, destacando, haciendo cosas bonitas, pero totalmente apagado en el It ain't necessarily so, donde no se le oyó nada.

Destacar una vez más los números de conjunto, el coro y la dirección escénica.
Para los tiquismiquis, la acción pasa de Carolina del Sur a la Sudáfrica del Apartheid. 

No sé, salí del teatro tan esperanzado como Porgy cuando va a buscar a su Bess al final.
Emocionante.


George Gershwin
Porgy And Bess
Sixaba, Yende, Mbuyazwe, Jaftha, Yakupa, Tini, Lodewyk
Compañía de la Cape Town Opera
Tim Murray, Christine Crouse
Teatro Real de Madrid, viernes 10 de julio de 2015


Página web del Teatro Real

martes, julio 07, 2015

El extraño Trittico (Goyescas, Domingo & Schicchi)

 
Programa doble de Goyescas + Gianni Schicchi en el Teatro Real de Madrid que se convirtió en triple: Plácido Domingo, debido a la reciente muerte de su hermana, no se sentía con ánimo de encarnar el personaje principal de la ópera cómica, con lo que canceló, y en su lugar, en especial atención al público de Madrid, ofreció un mini-concierto entre ambas obras.

Y así empezó este extraño Tríptico.


Goyescas, de Granados, es una ópera puñetera. La partitura es de una exquisitez tremenda, que conjuga partes líricas con partes más folklóricas en un engranaje que tiene que saber ser interpretado en su justa proporción e intensidad.

El problema que tiene es que el argumento es una anécdota, el texto es bastante infumable y la progresión dramática es nula, con lo que hay que interpretarla muy bien para que no resulte un tostonazo de no te menees.

Si además la versión es en concierto "semiescenificado"... huy, estamos en la cuerda floja.

Y nos caímos con todo el equipo.

Porque el primer cuadro fue tal desastre que ya no se pudo levantar aquello. Guillermo García Calvo llevó durante toda la obra la orquesta a trompicones. El inicio de la obra fue un desbarajuste absoluto: el coro pegando gritos y sin que se les entendiera una palabra, mientras que la orquesta iba por otro lado. Se perdieron toda la gracia y fuerza que tiene que tener el "Vivan las Manolas" de la segunda escena. Y esto es cuestión de trabajo y ensayos.

Luego aparecieron los solistas.... que iban como si pasaran por allí y les hubieran invitado a cantar. Decepcionante.

La única que me pareció que se implicaba en la ópera fue María Bayo (Rosario, la prota). Sí, es cierto, tiene sus cosas: el agudo en bocina, el grave hablado, la emisión tan suya... pero fue la única que proyectaba, que interpretaba y que se metía dentro de la ópera. ¿Qué me faltó? Canto legato. Iba como dando una nota aquí y otra allá. ¿Culpa de ella o de la dirección musical? Póngansele todas las pegas que se quiera a su estado vocal actual, pero destacó por encima de todos.

Primera parte de este tríptico: Goyescas. Un horror.


Antes del descanso, mini concierto de Plácido Domingo en papeles baritonales.

Lo de este hombre es sorprendente. Mira que sus incursiones en la cuerda de barítono no me acaban de convencer (recuerdo su desastroso Rigoletto televisado, por ejemplo), pero anoche se marcó tres intervenciones excepcionales en las que estuvo francamente bien, sin forzar ni colorear artificialmente en exceso los graves y con ese brillo de timbre tenoril que le queda y que hace que nos regale sonidos que enamoran.
Nemico della patria, de Andrea Chénier (Giordano), Pietá, rispetto, amore, de Macbeth (Verdi) y el dúo de La Traviata (Verdi). Sin que sea pasión de fan, lo digo de corazón: antológicas. Terminó con un bis de Luisa Fernanda de Moreno Torroba (Por el amor de la mujer), ya agotado y sin lucirse.

En el dúo de La Traviata lo acompañó Maite Alberola (que empezó rasgando pero se entonó enseguida e hizo una Violetta sensacional). Y entre sus intervenciones salieron Luis Cansino a hacer una arietta de Falstaff (gracioso) y Bruno Praticò a destrozar una de la Cenerentola. Lo más comentado fue que parecía que competían a ver cuál de los dos estaba más gordo. Porque joder, señores, que parecía patrocinado por Biomanán, no se trata de estar figurín, pero esos kilos son ya problema de salud.

En fin, que la segunda parte de este Tríptico fue estupendo, muy bien señor Domingo, muchas gracias.


Descanso y... Gianni Schicchi de Puccini.

Otra ópera a la que también hay que saberle sacar el jugo y en la que la orquesta (dirigida por Giuliano Carella) empezó también un poco remolona.
Pero aquí no pasa como con Goyescas, tan delicada, tan endeble. Gianni Schicchi tiene tanta entidad que sólo la obra en sí puede con todo: te envuelve la gracia del argumento y la fuerza de una partitura que no deja de sorprender.

Si además los intérpretes están bien, mucho mejor.
Nicola Alaimo hizo el papel protagonista sin excesos cómicos y con voz más que suficiente (y también kilos, qué barbaridad, cómo está de orondo el señor).
Maite Alberola cumplió con creces, destacando en el aria.
Secundarios de los de decir "qué gusto": Elena Zilio, Vicente Ombuena, Eliana Bayòn (deliciosa voz), María José Suárez, Francisco Santiago, Tomeu Bibiloni, Valeriano Lanchas... todos bien e interpretando de manera cómica pero sin pasarse.


¿Algún lunar?
Ay, pues sí.
Albert Casals (que cantó tres frases en Goyescas) promete: tiene -aparte de buena planta- una voz bonita y bien proyectada durante las frases aisladas, pero cuando le tocó abordar el aria "Firenze è come un albero fiorito" no pudo con ella. Se ahogó, lo pasó fatal, no llegó y hasta galleó al final. Y lo lamento, pero si se contrata a alguien para que cante el Rinuccio es para que pueda con ese aria y con el dúo final, en el que menos mal que estaba Maite Alberola. 
Pese a este lunar, un conjunto notable de cantantes.

La producción lleva el sello de Woody Allen. No se esperen genialidades ni originalidades. Tiene un par de detallitos que se salen de lo normal (la actitud de Lauretta, que es una zorruscla, el final, o cómo camuflan al pover Buoso) pero en conjunto es una puesta muy tradicional. Ah, sí, salen unos títulos de crédito iniciales con nombres graciosos en italiano.

Lo que digo, que al final la que triunfa es la ópera, y de Gianni Schicchi se sale (casi) siempre con una sonrisa y aplaudiendo mucho. 

Tercera parte del extraño Tríptico: Gianni Schicchi de Puccini: Muy bien.


Enrique Granados
Goyescas
María Bayo, Andeka Gorrotxategi, César San Martín, Ana Ibarra, Albert Casals
Guillermo García Calvo

Concierto Plácido Domingo

Giaccomo Puccini
Gianni Schicchi
Nicola Alaimo, Maite Alberola, Albert Casals, Elena Zilio, Valeriano Lanchas, Vicente Ombuena, Bruno Praticò, Eliana Bayón, Luis Cansino, María José Suárez, Francisco Santiago, Tomeu Bibiloni, Federico de Michelis, Francisco Crespo, Darío Barón, Gabi Nicolás.

lunes, junio 15, 2015

Fidelio... regulín regulán

 
Fidelio, de Beethoven, en el Real.
Bueno, no es una ópera que me maraville, precisamente, pero si los elementos artísticos son buenos, puede salir muy bien, como aquella función con Barenboim y Deborah Voigt pre-adelgazamiento que hizo saltar chispas.
Pero ayer por la tarde yo diría que todo fue correcto (algunas cosas menos que otras), etuvo bien,  pero fue una función sosa, sin sangre.


La orquesta a cargo de Harmut Haenchen cumplió, pero estuvo algo comodona, más mozartiana que beethoveniana... hasta el intermedio del segundo acto, donde cogió brío y se salió.

Hay que decir que el intermedio del segundo acto consistió en la inclusión de dos movimientos de la 5ª sinfonía de Beethoven (en una tradición que yo desconocía de que el autor indicó los fragmentos que se podrían intercalar, según me contaron ayer mismo), y si eso no anima... mal vamos. Pero ya digo yo que se podrían haber animado al principio de la ópera, ¿no? Sí, orquesta bien, in crescendo.


La Leonore, Adrianne Pieczonka. Muy buena, hacía tiempo que no la escuchaba (creo que desde el Don Carlos del Liceo hace ya ¡8 años! La voz sigue teniendo un timbre muy bonito, extensión y ha ganado en amplitud. Tuvo momentos muy muy buenos. ¿Qué le faltó? Ese par de pepinazos en los agudos que nos tienen que dejar secos en la butaca. La mejor.

Muy buena también la Marzelline de Anett Fritsch, muy ajustada a papel, creciéndose a medida que avanzaba la ópera y muy buena en los números de conjunto. Me gustó.


Franz-Josef Selig fue el triunfador masculino con un Rocco impecable, autoritario, rotundo.

Correctos los prisioneros y el Don Ferrando de Goran Juric. Un poco más flojo el Don Pizarro de Alan Held y discretito el Jaquino de Ed Lyon.


Y llegamos a Florestan, Michael König. Ay. Correcto, mantuvo el tipo pero me resultó angustioso, muy al límite, con esa sensación de que no va a llegar, de que va a pifiarla en cualquier momento, y desde luego sin brillar. Esforzado, pero chungo.

El coro, muy bien. Conmovedor en la escena de los prisioneros y con energía en la escena final.


La producción era la de Les Arts de Valencia, que me habían dicho que era espectacular y con unas proyecciones en 3D estupendas.

Bueno, vamos a ver. La producción es básicamente el escenario vacío (con tres elementos de tortura en el primer acto para que nos creamos que estamos en una cárcel) con una gasa delante que recibe las proyecciones. Dichas proyecciones consisten en coger un par de modelos de Autodesk 3DsMax y hacerlos girar. Punto. De espectacular nada, y te lo digo yo que con mi churri hacíamos eso mismo con el pc de casa hace diez años. Punto a favor en la escena de la mazmorra, que ahí sí que se lo curraron bien, con las proyecciones 3D sumergiéndonos en las profundidades y un decorado muy apropiado. Esa escena muy bien, el resto, ni fu ni fa.


Movimiento escénico de "entro, me paro, canto y me voy", con especial momento sangrante en la escena final, con el coro plantado como si estuviéramos en un concierto. Que no es cuestión de ponerles a bailar cancán, vale, pero chicoooo, dejarlos de plantón...

Lo mezclamos todo y... síiii, hay cosas que bien, hay cosas que muy bien, pero en global... ay, se me quedó sosita la tarde. Pichís pichás, regulín regulán.


Ludwig van Beethoven
Fidelio
Teatro Real, Madrid
Domingo, 14 de junio de 2015
Adrianne Pieczonka, Michael König, Franz-Josef Selig, Anett Fritsch, Alan Held, Goran Juric, Ed Lyon, Enrique Lacárcel, Carlos García-Ruiz
Hartmut Haenchen, Pier' Alli



miércoles, abril 22, 2015

Irina Lungu, Traviata en Madrid

 
El tiempo en Madrid estaba inestable ayer. Al sol te cocías de calor, pero había unas nubes que iban y venían y a ratos hacía un pelete que si te descuidabas te quedabas helado.

Así empezó La Traviata de ayer en el Teatro Real: con una producción árida, unos cantantes muy rígidos que no acababan de despegar y un público frío no, gélido. 

Pero casi terminando el primer acto ocurrió el milagro de la mano (mejor dicho, de la voz) de la soprano Irina Lungu. En la cabaletta de cierre se relajó y se soltó la melena de una forma espectacular. A partir de ahí la función transcurrió rodando y fue a más, siendo una de las Traviatas (¿debería decir traviate?) más disfrutables que he vivido en directo.


Atención con la Lungu: ¡Qué señora! Fantástica. Sin dudarlo, la mejor Violetta que he visto en teatro, y he visto muchas.

Reconozcámoslo, empezó tensa. Nada más escuchar su voz (amplia, con peso abajo) me pensé: huy, ésta va a hacer unos buenos actos 2 y 3 pero las va a pasar canutas en el primero. Y no iba desencaminado: Correcta en el brindis, nerviosa en el dúo (estaban los dos como con miedo, mirando constantemente al director) y sin acabar de volar en el "ah fors'è lui", con unos agudos en piano de afinación un tanto discutible.

Pero chico, llegó el "Follie" y a Irina le pasó como a Violetta: se le pasaron los nervios y empezó a disfrutar. Y a hacernos disfrutar. Agilidades, potencia, seguridad, agudos, pianos... un auténtico recital. Y, como colofón, terminó el "Sempre libera" con el sobreagudo de rigor perfectamente dado.

Que mira que es difícil pero aunque no esté escrito es casi obligado. Hay cantantes que optan por no darlo, otras se quedan en un maullido, otras pegan el grito y que sea lo que dios quiera. Pues lo hizo bien, mantenido y brillante. El público despertó, ovación. Da rabia reducir la apreciación de todo el primer acto a un agudo. No es así. La Lungu ofreció una escena final global de muy alta categoría.

Y ya te digo, desde ese momento ya fue para arriba. Impresionante su segundo acto, donde estaba más cómoda por tesitura, dándonos lo mejor de sí. Ese "Amami Alfredo" a plena voz, por favor. Y, una cosa muy importante: es una de las cantantes que consigue la expresividad sólo con la voz, no necesita artificios dramáticos ni movimientos efectistas. Grande. 



En el tercer acto siguió su ascenso, brindó una lectura de la carta de poner los pelos de punta, un "Addio del passato" estupendo y terminó por conmovernos a todos. Estupenda es poco, de verdad.

Bueno, sí, ya me vale. Que La Traviata no es sólo Violetta y llevo ya un montón de párrafos hablando sólo de ella. Pero es que fue lo más espectacular de la velada. Y los reparos al primer acto los achaco a la tensión de ser su primera función, al ser la titular del segundo reparto. Estoy seguro de que con el chute de adrenalina de ayer las siguientes representaciones las bordará de principio a fin.


Su Alfredo es Antonio Gandía, al que hemos escuchado en este teatro en papeles menores y me suena de haberlo oído en alguna zarzuela. Buen cantante, correctísimo Alfredo, dio lo mejor de sí en los momentos en los que cantaba en forte, quedando la voz un poco desguarnecida en cuanto el volumen no era muy alto. Rigidísimo en el primer acto, se contagió del entusiasmo de su Violetta a partir del segundo y ya cogió vuelo. Opino lo mismo: era la primera función del elenco "alternativo". Imagino y espero que en las siguientes veladas vaya a más. No dio el agudo no escrito en la cabaletta, a mi parecer muy acertadamente.


Germont padre fue Ángel Ódena, que ha ido mejorando con los años. Cada vez que lo veo me gusta más. Voz autoritaria, sin fisuras, y muy buen fraseo. La interpretación pecaba de estatismo, no sé si por cuestión de la dirección artística o suya, que siempre lo he visto un poco pasmarote. Aún así, muy bueno. Ovación al final.

Cumplidores secundarios. Bastante buenos, es raro que no te cuelen un criado o un invitado a la boda de esos que dices "huy, de dónde lo han sacado". Correcta la Flora de Marifé Nogales (tampoco puede lucirse mucho la pobre, pero le sacó partido) y muy buena Marta Ubieta de Annina.

Hasta aquí el asunto del terreno vocal.


¿Y la dirección orquestal, a cargo de Renato Palumbo?
Pues muy buena, para mi gusto, aunque muy discutible también.

Nada más empezar se sabía que íbamos a evitar el chun-ta-ta chun-ta-ta de banda de pueblo. Bien, el preludio fue matizado e intenso. Después estuvo caprichoso con los tiempos (los tempi, para las ilustradas). Iba por lo general a mucha velocidad pero de repente hacía un paroncito, generalmente para ayudar a los cantantes, y luego seguía a toda tralla. En cuanto al tiempo estuvo pendiente de los cantantes en todo momento, aunque de vez en cuando se le iba la mano y atronaba en exceso. Al finalizar, división de opiniones entre mis amigos: a algunos nos gustó y a otros les pareció demasiado "original". Ah, estos tradicionalistas.

El coro. Ay, el coro. Ellos a tutiplén. Ellas que no se les entendía nada. Cumpliendo con su cometido, pero lo he visto en mejores noches.


 La puesta en escena de David McVicar es clásica y... tétrica, fría como un témpano: el suelo es la lápida de Violetta y cortinajes enmarcan las escenas. Todo, todo es negro, salvo los elementos de atrezzo: la cama, una mesa y unos sillones, que son blancos. Los cantantes están manejados con mucha inteligencia. No hay grandes "originalidades" escénicas, pero sí detallitos que denotan un trabajo de los personajes, sobre todo en el segundo acto, con esa escena del desprecio y la salida de Violetta toda digna en plan "chiedo in bontà di ritirarmi". No me ha gustado el movimiento de masas ni el ballet (el cancán durante el brindis o la bobería de la escena de los toreros, en la que directamente desconecté). Para los ultraortodoxos, ¡oh herejía! la acción se ha adelantado a finales del siglo XIX/principios del XX.


La ópera se da sin cortes, con todas sus repeticiones y con los dos intermedios de rigor. Se quejaba mi compañera de asiento (absoluta defensora de las puestas en escena tradicionales) de que había demasiados descansos y que uno a los 30 minutos era un exceso, que íbamos a salir a las tantas. Pero bueno, La Traviata tiene tres actos, con lo que debe haber dos entreactos, ¿qué quiere? ¿uno a mitad del segundo acto para dividir el tiempo que se está en el teatro en dos partes iguales? Absurdidades varias.
Vamos, que las funciones empiezan a las ocho y terminan, con aplausos y demás, sobre las once. O sea, COMO SIEMPRE.

Me comentaba un amigo que le daba pereza ir a La Traviata otra vez (tampoco se programa tanto en Madrid, no exageremos). A la salida estaba encantado. Como todos.


Giuseppe Verdi
La Traviata
Irina Lungu, Antonio Gandía, Ángel Ódena, Marta Ubieta, Marifé Nogales, Albert Casals, Fernando Radó, Alejandro González, Damián del Castillo, César San Martín.
Renato Palumbo, David McVicar
Teatro Real, Madrid, martes 21 de abril de 2015.

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