martes, enero 24, 2012

Iolanta y Perséphone


Doble programa en Madrid: Iolanta de Tchaikovski vs. Perséphone de Stravisnki.

Bien.


Iolanta empieza como un cuento de Grimm y acaba como una misa de Rouco.

Iolanta es una princesa que no sabe que es ciega pero gracias al amor verdadero recupera la vista. Qué Disney es todo, ¿no? Pues no, porque el libretto se empieza a meter en berenjenales místico-religiosos que la verdad asustan un poco.

Cortapegando de un artículo leído: Iolanta es una metáfora de la necesidad de la verdad para alcanzar de la luz interior el arma del amor para vencer a la oscuridad. Pero la verdad y el amor poco podrían sin la voluntad de Dios, que es la misma Luz de origen, así que la obra se convierte en un canto a la existencia de Dios y una reverencia ante su infinita gloria.

A mitad del dúo de amor el texto de la ópera empieza con que la luz es lo primero que nos dio el Creador, y ya me estaba yo imaginando delirios cristianos de Tchaikovski hacia el final de su vida. Que a muchos homosexuales torturados les da por la vena religiosa. Y luego va y aparece un coro a capella de angelitos hablando de la Santísima Trinidad que me dejó totalmente descolocado, porque rompe toda la progresión argumental de la ópera y además queda como un pegote total.


Me quedé a cuadros. Y es que resulta que en esta Iolanta de Madrid se ha añadido en mitad del tercer acto un salmo que compuso Tchaikovski, acentuando toda la parte mística de la obra pero también desvirtuando toda la carga dramática. Y dramatismo no es algo que a Iolanta le sobre, precisamente.

Pues señores, si añaden, háganlo bien, no con esos silencios cortarrollo de antes y después del coro. Y ya puestos, por favor un Zeffirelli que me saque un triángulo amarillo con su ojo, sus rayos, sus nubecitas y sus querubines con alitas para ilustrar un poco. En fin.

Salvando el pegote, que sólo sirve para comprobar lo bien que funciona el coro, Iolanta tiene una música preciosa con muchas reminiscencias a Onegin pero sin su pegadizo melodismo. El dúo de amor es tremendo.



Correctos los cantantes aunque todos con el tipo de voz eslava esa que parece que sale de muy atrás. Buena prestación de Veronika Dzhioeva como la prota, un puntito falta de brillo. Cumplidor Popov como Vaudémont y una alegría comprobar que Willard White sigue en activo con papeles que todavía le van.

La orquesta, irregular. Había momentos en los que parecía que se iba a arrancar por fin, pero luego caía en letargos. Sonó muy bien, pero no me ha gustado mucho la dirección, un poco morosa de más. Por no hablar de que el director musical, Currentzis, ha sido el artífice de meter el pegote del salmo.


La puesta en escena les ha debido de salir barata, salvo traer a Sellars y comprarle tres collares en Accesorize, claro. Porque vamos, la escenografía parece comprada esta misma semana en el Leroy & Merlin: tres marcos de puerta, cuatro piedras de jardín, dos focos y cuatro telones con manchas así como de aerógrafo. Ya me dirás.

Por ahorrar hasta han eliminado los paneles laterales. Es una puesta para ver desde patio de butacas y centrado. Que desde arriba lateral ves la manguera del extintor, los cuadros de luces, los monitores, las salidas de emergencia...

Eso sí, no es molesta, consigue escenas plásticas y bonitos efectos de sombras y luces. Pero no deja de ser un poco vacía, casi como una versión en concierto.

La única pega que le veo es un arrebato sexual en el primer encuentro de la pareja protagonista. No es que no venga a cuento, que puede que sí (es un poco el rollo sexual subyacente en los cuentos de hadas tradicionales) pero es que no pega nada con el devenir posterior de la ópera y el misticismo de la representación.


En definitiva, una ópera muy agradecida de ver, que no está en el repertorio habitual y que merece la pena ser conocida.

Ah, lo de una hora y media, mentira: casi 20 minutos más (¿el coro de la misa?).

En el entreacto, algunas deserciones, los laterales de arriba casi se vaciaron.


Y después llegó Perséphone, de Stravinski.

¡Ay!

Vale, no es una ópera, es una "performance" con coro, tenor, actriz y bailarines camboyanos. Sí, bailarines camboyanos. Por lo visto Sellars explicó el porqué en la charla presentación de la ópera, pero como yo no he asistido y nadie me lo quiere contar, pues no sé por qué hay bailarines camboyanos.


Bien el elemento coreográfico, muy expresivo y acorde a lo que se cuenta.

Mal el que hayan separado el personaje principal en dos: por un lado la actriz y por otro la bailarina.

El coro, una vez más, estupendo.

Paul Groves, aún aligerando mucho los agudos, suficiente como tenor.

La música de Stravisnki... pues pichís pichás, con sus momentos interesantes y otros bastante muermo. En los ratos de aburrimiento, me dediqué a contar las personas que se iban de la sala: en Paraíso, unas 25 (y sin ningún recato a la hora de taconear por los pasillos de tarima de madera del teatro).

La puesta en escena, la misma que con Iolanta, de baratillo.


La actriz Dominique Blanc y su amplificación, insoportables. La voz sonaba con excesivo volumen sobre la orquesta. ¿Es que no podían regular un poco los altavoces? Era totalmente artificioso. Y será que no estoy acostumbrado a la prosodia francesa, pero joder, qué cursi, ampulosa y retro me pareció. Aquí hubiera hecho falta una showwoman total que recitara, interpretara y bailara, como estaba concebida originalmente la pieza.

Cortita, 45 minutos o así.

Una curiosidad sin mayor trascendencia la Perséphone ésta. Un poco "de relleno".

En definitiva, una buena velada, con una buena ópera y una propina que tampoco está mal conocer.


Tchaikovski: Iolanta
Veronika Dzhioeva, Dmytro Popov, Dmitry Ulianov, Alexej Markov, Willard White.
Stravinski: Perséphone
Paul Groves, Dominique Blanc

Teodor Currentzis, Peter Sellars
Madrid, Teatro Real, lunes 23 de enero de 2012

jueves, enero 12, 2012

Lady Macbeth de Mtsensk en Madrid


Bueno, lo siento, hace casi un mes que fui a la Lady Macbeth de Chosta en el Real y ni lo he comentado en el blog. Los jaleos navideños.
En fin, lo primero, muy feliz año a todo el que lea esto, que no voy a quedar de antipático, oiga.

Y lo segundo, la Lady Macbeth.



Empecemos con una frase de esas pedantes que tanto encantan a los operófilos:

Shostakovich es, junto a Ravel, el gran orquestador del siglo XX.

Y, dicho esto, pasamos a que su Lady Macbeth es un puro exceso orquestal. Ahí está todo: desde retazos de verismo a expresionismo, en un lenguaje "neotonal" que no da tregua un instante.

Y ahí subyace el problema de su interpretación: la orquesta no para relajada un segundo y es muy fácil epatar al público sacando los trombones a proscenio y metiéndonos unos pepinazos que nos dejen sordos. Pero la Lady Macbeth es algo más que eso, la orquesta tiene que ser fuerte pero también asumir matices. No son sólo decibelios. Pero claro, cómo resistirse a soltar toda la caballería.

En este sentido, la visión de Harmut Haenchen me pareció que se rindió al efectismo en exceso. Sí, desde luego consiguió levantarnos de la butaca, y logró esa sensación de distinguir qué significa cada momento, especialmente en los interludios, pero qué quieres que te diga, al final me aturdió... un poco. Sí, una labor notable, pero un poco enfollonada para mi gusto.



Tampoco ayudó mucho la bobá de dividir la obra en dos partes muy desiguales en duración, cuando separando los actos de dos en dos hubiera estado todo mucho más equilibrado, tanto en atención del espectador como en equilibrio dramático.

La puesta es aburrida: una jaula de cristal llena de zapatos refleja de manera muy obvia el hastío de Katerina, encerrada en su celda mientras afuera todo es barro y suciedad, que acabará manchándolo todo, claro.
La idea, aunque facilona, funciona, pero se hace tediosa cuando llevas dos horas viendo lo mismo. Mucho mejor en la segunda parte, que con un par de simples movimientos escénicos logra meternos más en la historia.


Sobre el carácter pseudopornográfico y escandaloso que tanto se comentaba (ya se sabe, carne de sensacionalismo periodístico), pues lo de siempre. Por una parte, Katerina y Sergei follan porque, más que el libreto, LA MÚSICA lo dice. Y el viejo Boris ya se sabe que es un baboso. No sé, los que se escandalizaron creo que ya iban predispuestos a ello. Vale, sale la Aksinya en tetas cuando los obreros la acosan y Katerina se pasa 3/4 de la ópera siendo sobada en combinación.


Y Eva-Maria Westbroek la verdad es que es la típica "señora estupenda" al modo que se decía en las rijosas pelis españolas de los 60/70. Entradita en carnes pero no gorda y con la sensualidad a flor de piel.

Su interpretación de Katerina fue espectacular. Lo primero, la voz, potente, resonante, con unos graves de temblar el misterio y capaz de subir sin problema. ¿Que llegaba al grito a veces? Pues sí, pero el papel lo pide. Ojalá la pueda volver a escuchar en un papel más clásico. Y como actriz, fantástica. Ella puede hacernos creíble a esa Katerina que, de principio a fin, es sólo un instrumento de los hombres por mucho que se crea que lleva las riendas.

Lo dicho, fabulosa. Se merendó la representación ella sola.


A su lado, muy decentes todos también. Michael König haciendo de Sergei cumplió con el papel tanto vocal como escénicamente y las dos secundarias lucieron interesantes voces de mezzo. Vladimir Vaneev, sin embargo, fue inexistente como Boris en la primera parte. Ni se le oyó ni impuso autoridad. Mucho mejor cuando interpretó al prisionero.

El coro, excelente. Así da gusto.

Pues sí, me gustó esta Lady aunque la primera parte me cansó un poco.
Brava Westbroek.


Dmitri Shostakovich
Lady Macbeth de Mtsensk
Westbroek, König, Vaneev, Ludha, Wilson, Poulson, Wilde
Haenchen, Kusej
Teatro Real, Madrid
Jueves, 15 de diciembre de 2011




Website del teatro Real sobre Lady Macbeth de Mtsensk
Comentarios del Foro Una noche en la Ópera

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