Doble programa en Madrid: Iolanta de Tchaikovski vs. Perséphone de Stravisnki.
Bien.
Iolanta empieza como un cuento de Grimm y acaba como una misa de Rouco.
Iolanta es una princesa que no sabe que es ciega pero gracias al amor verdadero recupera la vista. Qué Disney es todo, ¿no? Pues no, porque el libretto se empieza a meter en berenjenales místico-religiosos que la verdad asustan un poco.
Cortapegando de un artículo leído: Iolanta es una metáfora de la necesidad de la verdad para alcanzar de la luz interior el arma del amor para vencer a la oscuridad. Pero la verdad y el amor poco podrían sin la voluntad de Dios, que es la misma Luz de origen, así que la obra se convierte en un canto a la existencia de Dios y una reverencia ante su infinita gloria.
A mitad del dúo de amor el texto de la ópera empieza con que la luz es lo primero que nos dio el Creador, y ya me estaba yo imaginando delirios cristianos de Tchaikovski hacia el final de su vida. Que a muchos homosexuales torturados les da por la vena religiosa. Y luego va y aparece un coro a capella de angelitos hablando de la Santísima Trinidad que me dejó totalmente descolocado, porque rompe toda la progresión argumental de la ópera y además queda como un pegote total.
Me quedé a cuadros. Y es que resulta que en esta Iolanta de Madrid se ha añadido en mitad del tercer acto un salmo que compuso Tchaikovski, acentuando toda la parte mística de la obra pero también desvirtuando toda la carga dramática. Y dramatismo no es algo que a Iolanta le sobre, precisamente.
Pues señores, si añaden, háganlo bien, no con esos silencios cortarrollo de antes y después del coro. Y ya puestos, por favor un Zeffirelli que me saque un triángulo amarillo con su ojo, sus rayos, sus nubecitas y sus querubines con alitas para ilustrar un poco. En fin.
Salvando el pegote, que sólo sirve para comprobar lo bien que funciona el coro, Iolanta tiene una música preciosa con muchas reminiscencias a Onegin pero sin su pegadizo melodismo. El dúo de amor es tremendo.
Correctos los cantantes aunque todos con el tipo de voz eslava esa que parece que sale de muy atrás. Buena prestación de Veronika Dzhioeva como la prota, un puntito falta de brillo. Cumplidor Popov como Vaudémont y una alegría comprobar que Willard White sigue en activo con papeles que todavía le van.
La orquesta, irregular. Había momentos en los que parecía que se iba a arrancar por fin, pero luego caía en letargos. Sonó muy bien, pero no me ha gustado mucho la dirección, un poco morosa de más. Por no hablar de que el director musical, Currentzis, ha sido el artífice de meter el pegote del salmo.
La puesta en escena les ha debido de salir barata, salvo traer a Sellars y comprarle tres collares en Accesorize, claro. Porque vamos, la escenografía parece comprada esta misma semana en el Leroy & Merlin: tres marcos de puerta, cuatro piedras de jardín, dos focos y cuatro telones con manchas así como de aerógrafo. Ya me dirás.
Por ahorrar hasta han eliminado los paneles laterales. Es una puesta para ver desde patio de butacas y centrado. Que desde arriba lateral ves la manguera del extintor, los cuadros de luces, los monitores, las salidas de emergencia...
Eso sí, no es molesta, consigue escenas plásticas y bonitos efectos de sombras y luces. Pero no deja de ser un poco vacía, casi como una versión en concierto.
La única pega que le veo es un arrebato sexual en el primer encuentro de la pareja protagonista. No es que no venga a cuento, que puede que sí (es un poco el rollo sexual subyacente en los cuentos de hadas tradicionales) pero es que no pega nada con el devenir posterior de la ópera y el misticismo de la representación.
En definitiva, una ópera muy agradecida de ver, que no está en el repertorio habitual y que merece la pena ser conocida.
Ah, lo de una hora y media, mentira: casi 20 minutos más (¿el coro de la misa?).
En el entreacto, algunas deserciones, los laterales de arriba casi se vaciaron.
Y después llegó Perséphone, de Stravinski.
¡Ay!
Vale, no es una ópera, es una "performance" con coro, tenor, actriz y bailarines camboyanos. Sí, bailarines camboyanos. Por lo visto Sellars explicó el porqué en la charla presentación de la ópera, pero como yo no he asistido y nadie me lo quiere contar, pues no sé por qué hay bailarines camboyanos.
Bien el elemento coreográfico, muy expresivo y acorde a lo que se cuenta.
Mal el que hayan separado el personaje principal en dos: por un lado la actriz y por otro la bailarina.
El coro, una vez más, estupendo.
Paul Groves, aún aligerando mucho los agudos, suficiente como tenor.
La música de Stravisnki... pues pichís pichás, con sus momentos interesantes y otros bastante muermo. En los ratos de aburrimiento, me dediqué a contar las personas que se iban de la sala: en Paraíso, unas 25 (y sin ningún recato a la hora de taconear por los pasillos de tarima de madera del teatro).
La puesta en escena, la misma que con Iolanta, de baratillo.
La actriz Dominique Blanc y su amplificación, insoportables. La voz sonaba con excesivo volumen sobre la orquesta. ¿Es que no podían regular un poco los altavoces? Era totalmente artificioso. Y será que no estoy acostumbrado a la prosodia francesa, pero joder, qué cursi, ampulosa y retro me pareció. Aquí hubiera hecho falta una showwoman total que recitara, interpretara y bailara, como estaba concebida originalmente la pieza.
Cortita, 45 minutos o así.
Una curiosidad sin mayor trascendencia la Perséphone ésta. Un poco "de relleno".
En definitiva, una buena velada, con una buena ópera y una propina que tampoco está mal conocer.
Tchaikovski: Iolanta
Veronika Dzhioeva, Dmytro Popov, Dmitry Ulianov, Alexej Markov, Willard White.
Stravinski: Perséphone
Paul Groves, Dominique Blanc
Teodor Currentzis, Peter Sellars
Madrid, Teatro Real, lunes 23 de enero de 2012
Bien.
Iolanta empieza como un cuento de Grimm y acaba como una misa de Rouco.
Iolanta es una princesa que no sabe que es ciega pero gracias al amor verdadero recupera la vista. Qué Disney es todo, ¿no? Pues no, porque el libretto se empieza a meter en berenjenales místico-religiosos que la verdad asustan un poco.
Cortapegando de un artículo leído: Iolanta es una metáfora de la necesidad de la verdad para alcanzar de la luz interior el arma del amor para vencer a la oscuridad. Pero la verdad y el amor poco podrían sin la voluntad de Dios, que es la misma Luz de origen, así que la obra se convierte en un canto a la existencia de Dios y una reverencia ante su infinita gloria.
A mitad del dúo de amor el texto de la ópera empieza con que la luz es lo primero que nos dio el Creador, y ya me estaba yo imaginando delirios cristianos de Tchaikovski hacia el final de su vida. Que a muchos homosexuales torturados les da por la vena religiosa. Y luego va y aparece un coro a capella de angelitos hablando de la Santísima Trinidad que me dejó totalmente descolocado, porque rompe toda la progresión argumental de la ópera y además queda como un pegote total.
Me quedé a cuadros. Y es que resulta que en esta Iolanta de Madrid se ha añadido en mitad del tercer acto un salmo que compuso Tchaikovski, acentuando toda la parte mística de la obra pero también desvirtuando toda la carga dramática. Y dramatismo no es algo que a Iolanta le sobre, precisamente.
Pues señores, si añaden, háganlo bien, no con esos silencios cortarrollo de antes y después del coro. Y ya puestos, por favor un Zeffirelli que me saque un triángulo amarillo con su ojo, sus rayos, sus nubecitas y sus querubines con alitas para ilustrar un poco. En fin.
Salvando el pegote, que sólo sirve para comprobar lo bien que funciona el coro, Iolanta tiene una música preciosa con muchas reminiscencias a Onegin pero sin su pegadizo melodismo. El dúo de amor es tremendo.
Correctos los cantantes aunque todos con el tipo de voz eslava esa que parece que sale de muy atrás. Buena prestación de Veronika Dzhioeva como la prota, un puntito falta de brillo. Cumplidor Popov como Vaudémont y una alegría comprobar que Willard White sigue en activo con papeles que todavía le van.
La orquesta, irregular. Había momentos en los que parecía que se iba a arrancar por fin, pero luego caía en letargos. Sonó muy bien, pero no me ha gustado mucho la dirección, un poco morosa de más. Por no hablar de que el director musical, Currentzis, ha sido el artífice de meter el pegote del salmo.
La puesta en escena les ha debido de salir barata, salvo traer a Sellars y comprarle tres collares en Accesorize, claro. Porque vamos, la escenografía parece comprada esta misma semana en el Leroy & Merlin: tres marcos de puerta, cuatro piedras de jardín, dos focos y cuatro telones con manchas así como de aerógrafo. Ya me dirás.
Por ahorrar hasta han eliminado los paneles laterales. Es una puesta para ver desde patio de butacas y centrado. Que desde arriba lateral ves la manguera del extintor, los cuadros de luces, los monitores, las salidas de emergencia...
Eso sí, no es molesta, consigue escenas plásticas y bonitos efectos de sombras y luces. Pero no deja de ser un poco vacía, casi como una versión en concierto.
La única pega que le veo es un arrebato sexual en el primer encuentro de la pareja protagonista. No es que no venga a cuento, que puede que sí (es un poco el rollo sexual subyacente en los cuentos de hadas tradicionales) pero es que no pega nada con el devenir posterior de la ópera y el misticismo de la representación.
En definitiva, una ópera muy agradecida de ver, que no está en el repertorio habitual y que merece la pena ser conocida.
Ah, lo de una hora y media, mentira: casi 20 minutos más (¿el coro de la misa?).
En el entreacto, algunas deserciones, los laterales de arriba casi se vaciaron.
Y después llegó Perséphone, de Stravinski.
¡Ay!
Vale, no es una ópera, es una "performance" con coro, tenor, actriz y bailarines camboyanos. Sí, bailarines camboyanos. Por lo visto Sellars explicó el porqué en la charla presentación de la ópera, pero como yo no he asistido y nadie me lo quiere contar, pues no sé por qué hay bailarines camboyanos.
Bien el elemento coreográfico, muy expresivo y acorde a lo que se cuenta.
Mal el que hayan separado el personaje principal en dos: por un lado la actriz y por otro la bailarina.
El coro, una vez más, estupendo.
Paul Groves, aún aligerando mucho los agudos, suficiente como tenor.
La música de Stravisnki... pues pichís pichás, con sus momentos interesantes y otros bastante muermo. En los ratos de aburrimiento, me dediqué a contar las personas que se iban de la sala: en Paraíso, unas 25 (y sin ningún recato a la hora de taconear por los pasillos de tarima de madera del teatro).
La puesta en escena, la misma que con Iolanta, de baratillo.
La actriz Dominique Blanc y su amplificación, insoportables. La voz sonaba con excesivo volumen sobre la orquesta. ¿Es que no podían regular un poco los altavoces? Era totalmente artificioso. Y será que no estoy acostumbrado a la prosodia francesa, pero joder, qué cursi, ampulosa y retro me pareció. Aquí hubiera hecho falta una showwoman total que recitara, interpretara y bailara, como estaba concebida originalmente la pieza.
Cortita, 45 minutos o así.
Una curiosidad sin mayor trascendencia la Perséphone ésta. Un poco "de relleno".
En definitiva, una buena velada, con una buena ópera y una propina que tampoco está mal conocer.
Tchaikovski: Iolanta
Veronika Dzhioeva, Dmytro Popov, Dmitry Ulianov, Alexej Markov, Willard White.
Stravinski: Perséphone
Paul Groves, Dominique Blanc
Teodor Currentzis, Peter Sellars
Madrid, Teatro Real, lunes 23 de enero de 2012