Tancredi
de Gioacchino Rossini.
Teatro Real de Madrid, 12 de diciembre de 2007
Mira que me tocaba el final lieto, pero los compromisos navideños han hecho que venda mi entrada y me haya sacado para hoy una entrada baratita para el Tancredi (final de Ferrara, el chungo, el que acaba supermal).
Vale, el final feliz me gusta más, pero me interesaba más escuchar a Podles, Cantarero y Zapata que a Ciofi, Barcellona et al.
No veía casi nada si no me ponía de pie, pero francamente, para lo que había que ver, mejor quedarme sentado. Afortunadamente, cuando se canta bien la escena me importa un pimiento, pero es que lo de este Tancredi entra dentro de la ridiculez escenográfica. Patético, sin más, y en momentos, risible. Mierda pura. De verdad, con qué gusto preferiría unas lonas a lo Aida barcelonensis que esa cutrez de elementos blancos que nos han soltado.
No pongo fotos porque la página web de nuestro querido teatro Real es tan roñosa que no hay imagen alguna, pero vamos, como para ponerlas.
Ahora, los cantantes.
Plas plas plas plas Zapata. Voz bonita y potennnnte. Un agudillo un poco estrangulado en el primer acto no hace desmerecer la mayor sorpresa de la noche. Me lo apunto.
Más plas plas plas... todos los plas, vamos, para la Cantarero, que canta con una facilidad pasmosa y hace unas cosas preciosas. Ha estado excelente en el segundo acto.
La voz de la Podles se me hace un poco cuesta arriba en este papel. Su entrada me ha dejado así un poco petrifi: tres colores distintos y con las coloraturas un tanto angustiosas. No notaba yo el poderío que le he escuchado a esta señora en otras ocasiones. Afortunadamente ha mejorado a medida que ha avanzado la representación y en el segundo acto, y especialmente al final, la señora ha gastado una clase de lo que no se ve gratis. Triste, patética, conmovedora la escena final, como debe ser.
Los demás, cumpliendo.
La orquesta, pendiente de los cantantes, bastante bien, para mi no muy exigente oído.
Los primos de Violetta Valéry se han hecho notar mucho al principio y o se les estaban pasando los efectos de la medicación o se han puesto todos de acuerdo, porque vaya concierto de toses estentóreas al final de la ópera.
Nada más destacable (tampoco es que esté yo muy inspirado hoy). Bueno, sí. Qué gozada es salir del teatro con un frío del copón y que esté un taxi esperándome en la puerta para pasmo y disgusto de los "Loden & Visón" que no aplauden porque salen a toda prisa y me miran con cara de odio porque se creen que me he colado.
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de Gioacchino Rossini.
Teatro Real de Madrid, 12 de diciembre de 2007
Mira que me tocaba el final lieto, pero los compromisos navideños han hecho que venda mi entrada y me haya sacado para hoy una entrada baratita para el Tancredi (final de Ferrara, el chungo, el que acaba supermal).
Vale, el final feliz me gusta más, pero me interesaba más escuchar a Podles, Cantarero y Zapata que a Ciofi, Barcellona et al.
No veía casi nada si no me ponía de pie, pero francamente, para lo que había que ver, mejor quedarme sentado. Afortunadamente, cuando se canta bien la escena me importa un pimiento, pero es que lo de este Tancredi entra dentro de la ridiculez escenográfica. Patético, sin más, y en momentos, risible. Mierda pura. De verdad, con qué gusto preferiría unas lonas a lo Aida barcelonensis que esa cutrez de elementos blancos que nos han soltado.
No pongo fotos porque la página web de nuestro querido teatro Real es tan roñosa que no hay imagen alguna, pero vamos, como para ponerlas.
Ahora, los cantantes.
Plas plas plas plas Zapata. Voz bonita y potennnnte. Un agudillo un poco estrangulado en el primer acto no hace desmerecer la mayor sorpresa de la noche. Me lo apunto.
Más plas plas plas... todos los plas, vamos, para la Cantarero, que canta con una facilidad pasmosa y hace unas cosas preciosas. Ha estado excelente en el segundo acto.
La voz de la Podles se me hace un poco cuesta arriba en este papel. Su entrada me ha dejado así un poco petrifi: tres colores distintos y con las coloraturas un tanto angustiosas. No notaba yo el poderío que le he escuchado a esta señora en otras ocasiones. Afortunadamente ha mejorado a medida que ha avanzado la representación y en el segundo acto, y especialmente al final, la señora ha gastado una clase de lo que no se ve gratis. Triste, patética, conmovedora la escena final, como debe ser.
Los demás, cumpliendo.
La orquesta, pendiente de los cantantes, bastante bien, para mi no muy exigente oído.
Los primos de Violetta Valéry se han hecho notar mucho al principio y o se les estaban pasando los efectos de la medicación o se han puesto todos de acuerdo, porque vaya concierto de toses estentóreas al final de la ópera.
Nada más destacable (tampoco es que esté yo muy inspirado hoy). Bueno, sí. Qué gozada es salir del teatro con un frío del copón y que esté un taxi esperándome en la puerta para pasmo y disgusto de los "Loden & Visón" que no aplauden porque salen a toda prisa y me miran con cara de odio porque se creen que me he colado.
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