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lunes, junio 02, 2008

La Valquiria

Richard Wagner: Die Walküre
Gran Teatro del Liceo
Barcelona, 31 de mayo de 2008
Alan Held, Evelyn Herlitzius, Waltraud Meier, Plácido Domingo, Jane Henschel, René Pape. Sebastian Weigle.
Versión en concierto (o no, según se mire)


La verdad, es difícil hacer ya un comentario sobre la Valquiria del sábado en el Liceu de Barcelona de tanto que se ha escrito ya.

Que si una función histórica, que si Domingo y Meier megaestupendos, que si Pape tendría que haber cantado el Wotan, que si la orquesta regulín regulán...

¿Por dónde empiezo? Ay qué leche.

Pues eso, que sí, que fue una Valquiria de quitarse el sombrero. Y no tenía intención de ir, pero aquí la amiga CastaDiva canceló su viaje a Barcelona y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, que California aprueba el matrimonio gay y que el viernes iba a la Muerte en Venecia, le pillé las entradas.

La entrada acompañante la ofrecí a amigos y conocidos que podrían estar interesados, pero nada, unos que si ya iban al britten como para meterse al día siguiente 5 horas más con Wagner, otros que si mi marido me mata, otros que si voy a localizar a alguien que... Ya me veía yo entrada en mano en la puerta del teatro cual Kamertoniano de poca pringue. Al final anuncié la entrada en el foro de ópera y zas, la vendí ipsoflauto, pero no sin cierta angustia, porque la compradora estuvo ilocalizable telefónica e internéticamente hasta una hora antes del evento. Y luego me llaman histérico.

A lo que voy. Mi entrada, justo al lado de la que tengo de abono, que ya es casualidad.

La versión era de "concierto-pero no". Es decir, orquesta en el foso, sillas en el escenario y cantantes de gala. Y, en definitiva, para nada de concierto, porque todos los cantantes actuaron, se movieron, interactuaron entre ellos. Es como si hubiera habido una escenografía elemental. Cuántas veces habremos visto decorados esquemáticos para obras wagnerianas. Todo un acierto.

Y después de la ovación inicial... empezó la magia.

Porque lo de Plácido Domingo y Waltraud Meier no se puede definir de otra forma. Qué manera cantar, de sentirlo, de transmitir. Y me da igual que suene cursi decirlo, pero ese final de acto fue antológico. El "Wälse, Wälse" de Domingo hizo que se nos pusieran los pelos como escarpias, vamos.

Si además acompaña un René Pape estupendo, miel sobre hojuelas.

El segundo acto anduvo ya más discutible. Alan Held no tiene una voz tan rica y redonda como sus compañeros de reparto. Estuvo bien, pero eché en falta mayor cuerpo. A su lado estaba la Brünnhilde de Evelyn Herlitzius, muy bien interpretada, fantástica de actuación, pero con un puntito ingrato de color vocal. La Fricka de Jane Henschel era como si saliera la señora Asun de Camera Café en vestido de fiesta. Igual igual. Bien, con tendencia a pegar mucho grito. No me convencieron muchos estos dos dúos, pero la escena final de Siegmund y Brünnhilde, donde la Evelyn se creció al lado de Plácido, y la batalla lograron subir de nuevo los grados.

En el tercer acto entraron ellas. Tremendas, dispuestas a demostrar eso de "anything you can sing I can sing it louder". Pero bueno, son las valquirias, para eso están, ¿no? Para cantar hojothooo, heihaaaaa, heihaaaaaa.

Una vez más, ahí llegó la Meier para dejarnos a todos pasmaos del todo cuando pide a Brünnhilde que la salve. Impresionante. Acaba el acto con el interminable (siempre se me hace muy largo) dúo y bajé un poco la guardia. El caso es que no sentí la intensidad de la relación padre-hija amor-odio que ese dúo debe transmitir, aunque afortunadamente los cantantes fueron a más y el final estuvo bastante imponente. Y eso que las maderas del fuego mágico para mí que hicieron cosas muy raras.

Es que es lo que pasa cuando uno está acostumbrado a escuchar versiones de la Valquiria en las que te empapas de sobresaturación orquestal, que luego te hacen una versión tirando más hacia lo lírico y lento y parece un poco coja. La cabalgata a mí me pareció bastante despropósito, pero luego vienen los entendiods y expertos en la materia y dicen que estuvo estupenda, así que me callo. Pues mira, que digan lo que quieran, pero el fueguecito del final también se las traía.

Conocidos que estaban y a los que no vi, conocidos que no sabía que iban y allí encontré, subidas y bajadas de la cubierta fiesta al salón de espejos y me faltó el pasearme por el bar de la 4ª, pero es que, joder, se montan unas aglomeraciones...

Que estupenda la Valqui, que el acto 1º fue espectacular y que menudo finde barcelonino he tenido (en todos los aspectos, je). Gracias por la entrada, casta. Ah, creo que TODOS tenemos esta foto, ¿no?


viernes, febrero 01, 2008

Tristán e Isolda
Wagner
Teatro Real de Madrid.
27 de enero de 2008
Ficha


Tarde y mal el escribir sobre el Tristán hoy. Se siente. Pero una semana con fin de mes, pago de impuestos, cierre de ejercicio pasado y locura generalizada me han quitado muchas ganas de actualizar el blog. Aparte, estoy muy poco operístico últimamente.

El domingo pasado me tocaba en abono el Tristán e Isolda de Wagner en el Real. No voy a volver a decir que le pegaría unos tijeretacillos por aquí y por allá porque enseguida salta el desquiciado de turno a insultarme. Se joda, es lo que opino. Tristán e Isolda es una obra con una música bellísima, pero desmesurada.

Y es que 5 horas en las incomodísimas butacas del 5º piso del Real se hacen notar. Porque no todo el mundo estaba en platea, ¿verdad Meeeeei?

Lo tengo comprobado: mi nivel normal de aguante con atención plena es de una hora aproximadamente. Cuando en las óperas los actos superan ese tiempo me distraigo o me peleo con el sueño. Luego llega el entreacto y ya se despeja uno. Y no veas cómo jode eso en una ópera como Tristán, donde la música más maravillosa está precisamente al final de los tres actos.

Pero yo iba preparado para las 5 horas de odisea espaciotemporal. Y me ayudó a que ahora abra el Cortinglés los domingos, porque qué mejor que pasarse por el super y cargar con tentempiés para los entreactos. Así que nada, cafelito en casa, RedBull, un par de sandwiches envasados y unas barritas energéticas de chocolate para aguantar el tirón. Vale, sí, las barritas energéticas son en realidad la excusa hipercalórica del día.

Ay, pero a los acomodadores del Real ahora les dicen que no nos dejen sentarnos con bolsas (lógico, el ruidito del plástico es uno de los más insoportables dentro del teatro). Así que iba yo con los bolsillos del chaquetón cargados de viandas cual niño con sus chucherías. Sí, soy un cutre, pero eran muchas horas, y los bares del teatro son, aparte de caros, un caos durante los intermedios.

Va el señor Mocho y se sienta. Saludos a amigos y conocidos. Preludio. Mmm, sí, la orquesta suena bien, pero le falta algo de intensidad. Es algo que no se puede describir. Por supuesto que nadie le está pidiendo a López-Cobos que nos toque la Cavalleria Rusticana y que estamos hablando de ópera alemana, pero todo queda dentro de una corrección, tan suya por otra parte, que deja con ganas de más.


Se abre el telón y la producción es muy interesante... para los del patio de butacas. Los de arriba nos tenemos que conformar con ver el barco en el suelo del escenario y el mar a un metro de distancia, o mirar a las pantallas.

En los siguientes actos la cosa cayó en picado escénicamente, con unos movimientos de árboles bastante absurdos en el segundo o un hospital megacutre en el tercero. Me gustaría poner alguna foto más, pero ya se sabe lo cochambrosilla que es la página web del Teatro Real, que no tiene ni una imagen. Sé que hay (o había) un acceso restringido a más contenidos, pero como uno ni es periodista ni enchufao ajo y agua.

Sale Isolda. Impresionante la Meier. Ya la vi en este papel en Viena hace 7 ú 8 años y me reafirmo: Sin tener un timbre particularmente bello ni una ortodoxia perfecta en el canto... qué manera de cantar y de expresarse. Qué proyección, qué intensidad, qué presencia, qué todo. Queda un poco paleto decir esto, pero: ¡Qué moderna! Ojo, que también tiene sus cositas, particularmente con los agudos, no vayamos a decir que es perfecta.


La Brangane tiene una voz bonita pero no hubiera estado de más un poco más de peso (muy poco mágica su oda a la luna). Alan Titus me gustó como Kurwenal, mucho más que como el Wotan de la Tetralogía. Rotundo y tosco. Y René Pape se salió como Rey Marke. Qué gustazo da oír una voz tan potente y clara a la vez.

Mucho se ha criticado por ahí el Tristán de Robert Dean Smith. Que si no es un heldentenor, que si no llega, que si no se le oye... Caramba, a mí no me pareció tan malo. Y de todos los Tristanes que he escuchado en directo es el único al que he aguantado la eterna escena del delirio del tercer acto. Porque anda que no es pesadito: tres cuartos de hora esperando el barco el jodío. Y se le escuchaba por encima de la espesa orquesta que López-Cobos le lanzaba.

En los entreactos... todos a tomar cafés y a comentar. Alguna deserción entre los dos primeros actos. Alguna otra en el segundo entreacto pero tampoco nada muy escandaloso. Fin de la función: desalojo salvaje y enloquecido de los que tienen prisa. Y digo yo: Si se han tirado cinco horas en el teatro... ¿qué mas les dará estar cinco minutos más durante los aplausos en vez de crear situaciones estresantes de “me agarro el abrigo y paso por encima de toda la fila para salir cuanto antes” Cómo son.

Y, cómo no, mi tx en la puerta esperándome con el motor en marcha. Ayyyyy, si es que tengo un novio que no me lo merezco.

Mira

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