Primero, amenaza de huelga de empleados del Liceu. No desconvocada hasta dos días antes del estreno. Luego, el rollo de la 'desconexió'. "¿Y te vas a ir a Barcelona con la que está cayendo?" me preguntaba alterada mi madre como si al pasar por Fraga tuviera que atravesar la temible "línea Calçot" de fortificaciones para evitar la entrada de los tanques en Cataluña.
Y, pasando ya de coñas, lo más grave: la ópera Benvenuto Cellini, de Berlioz, que las veces que he intentado escuchar me ha parecido un tanto ladrillo. Pesadota, pesadota. ¿Iba a aguantarla? Y más aún después de la típica comida con amigos que se alarga hasta las mil. Uffff.
Pus nada, superada la comida en La Clara con siesta reparadora y sobredosis de cafeína, a las 8 y un minuto de la tarde se alzó el telón para el Benvenuto.
Para el propio teatro lo más atractivo de la producción era la puesta en escena a cargo de Terry Gilliam, siendo tannnnn burdos de anunciarla como producción de "Monty Python", cuando hace ya décadas que Gilliam tiene su propio estilo y mundo de imágenes particular. Pero hay que hacer caja, nena. Y más con la barbaridad de subida de precios y cambios de zona que han organizado en el Liceo.
Una vez vista me reafirmo en lo "peculiar" que es esta ópera. Porque es rara, rara, rara.
Empieza que parece que va a ser cómica, y luego torna a lo dramático y termina de forma épica, con un argumento en el que aunque pasan "cosas" no es que haya mucha progresión dramática. Y yo diría que la razón está en la partitura: tiene una estructura muy clasicota con muchas repeticiones que ralentizan toda acción. El universo musical de Berlioz tiende a la grandilocuencia, y aquí se nota.
Afortunadamente la dirección musical de Josep Pons estuvo a buena altura y sacó mucho jugo, llegando a crearme la sensación de globalidad que esta obra necesita. Intenso cuando tenía que serlo y delicado cuando tenía que acompañar. Muy bien la orquesta del Liceu.
Respecto a los solistas... bien de estilo, cortos de volumen.
John Osborn tenía a sus espaldas el difícil rol de Cellini. Tesitura inclemente, necesidad de saber hacer un canto ligado y fraseado y gran traca heroica final. Lo consiguió, recreándose en el fraseo y pronunciando perfectamente, un estilo francés inmejorable.
Ahora, el volumen. No es por nada, pero me hacía falta sonotone. O fue intencionado o se guardó todo para el final. Ahí sí que le pongo pegas.
Teresa fue Kathryn Lewek, soprano ligera que cuando la orquesta se pone un poco espesa o el papel requiere más voz se resiente. Se empleó a fondo en el aria de entrada, haciendo cosas exquisitas en las agilidades. Después se fue ya diluyendo entre el resto.
Annalisa Stroppa estuvo excelente como Ascanio, con un timbre penetrante y disfrutando del papel.
Eric Halfvarson está mayorcete, pero dio el tipo como papa. La concepción escénica del rol, excesivamente cómica y destinada a sacar la risa fácil, me pareció excesiva, sobre todo porque su papel es bastante terrible: por un lado perdona en nombre de la siempre misericordiosa iglesia católica, pero por otro lado está deseando mandar a Cellini a la horca.
Correctos Muraro y Holland como "los malos" y bastante bien los secundarios Vas, Lanchas, Esteve y Comas.
El coro tiene unas muchas intervenciones y no todas fáciles. Bastante rotundo, muy audible y en la escena del Carnaval un poco cada uno por su lado. Pero vamos, bastante bien.
Y ahora el tema estrella: la producción de Gilliam.
Sinceramente, muy buena y, lo que es muy importante, al servicio de la ópera.
Lo más facilón sería destacar lo sobrecargado de la puesta, lo excesivo, lo circense. Pues mira lo que te digo, eso será lo más vistoso, pero es lo más anecdótico.
Lo interesante de esta producción es cómo Gilliam mueve los elementos escénicos (básicamente una estructura constructiva y dos escaleras) para conseguir los distintos ambientes.
Y la casa es una casa, el taller es un taller, el teatro es un teatro y el bar un bar. Punto.
Gilliam no se inventa nada ni quiere hacernos ver cosas que no hay.
Aparte, visualmente es súper efectiva. Después de la escena del carnaval mantener el interés visual en el tercer acto era difícil, y lo consigue.
Luego tiene alguna boutade como lo del papa o chistecillos un poco accesorios pero vamos, que no se pasa.
Lo que se ha conseguido es una producción visualmente espectacular y respetuosa con el libreto. Muy bien.
Con todo, una muy buena velada de ópera, de las memorables.
Benvenuto seas, Cellini
Benvenuto seas, Cellini
Hector Berlioz
Benvenuto Cellini
Liceo de Barcelona, sábado 14 de noviembre de 2015.
John Osborn, Kathryn Lewek, Annalisa Stroppa, Eric Halfvarson, Maurizio Muraro, Ashley Holland, Francisco Vas, Valeriano Lanchas, Manel Esteve, Antoni Comas.
Josep Pons, Terry Gilliam
Josep Pons, Terry Gilliam
La ópera empezó a las 8:01 por el minuto de silencio por los atentados de París. Qué horror, sin palabras.
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