Cuando uno va a una representación de ópera fuera de los teatros habituales sabe en principio qué puede esperar y qué listón hay que poner. No es lo mismo una producción y unos cantantes de teatro de categoría que lo que te puedes encontrar en un auditorio municipal o en una representación gratuita. Hasta ahí creo que todos más o menos de acuerdo, ¿no?
Porque este año he ido a dos Turandot de bajo coste.
La primera fue en el ciclo que la Junta Municipal de Moncloa-Aravaca ofreció a principios de verano, con dos funciones al aire libre en el Templo de Debod y una en el Auditorio de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense.
Yo fui a la de la Complu. Vamos, ni loco espero yo horas para coger sitio en las sillas y menos bajo el agradable calorcito veraniego madrileño. La de la Complu también era gratuita pero había que solicitar las entradas por teléfono, con lo que sólo había que hacer cola para coger sitio en el auditorio, pero sin apelotonamiento de gente.
Veamos: función gratuita en una universidad. Mode "exigencia" en LOW.
Y es que el nivel fue también bastante LOW, quedando sólo en el límite de lo digno.
No voy a hablar de producción porque cuatro farolillos chinos colgando de un hilo no se pueden considerar decorado. Era una versión en concierto o, como se dice ahora, semiescenificada. Vamos, que había vestuario.
Por un problema eléctrico no funcionaban las luces de los atriles de la orquesta, por lo que hubo que encender toda la luz del escenario. ¿Problema? Los sobretítulos proyectados sobre una madera clara no se veían nada. A mí me daba igual, porque me la sé, pero hubo quien lo pasó mal. Además, mejor que no se vieran, porque eran de una chapucería extrema. En el segundo acto creo que ya optaron por no proyectarlos.
Disculpa que no ponga los nombres de los cantantes pero no conservo el programa. El nivel vocal estuvo aceptable. Las que más destacaron fueron las chicas. Turandot fue rotunda, potente y con clase. Y es que no se puede cantar este papel si no se tiene un mínimo de nivel. Aguantó como una jabata y el timbre hasta me recordó a la Dimitrova. Bien. Bien también la Liù en su agradecido papel. Un par o tres de peldaños más abajo estuvo el Calaf, excesivamente ligero para el rol. Se guardó todo para hacer un Nessun Dorma apañaete y pegó los agudos, pero se le veía que lo pasaba bastante mal. El resto de cnatantes y coro, entre lo discreto y lo más discreto.
Y es que a ver quién es capaz de apreciar a los Ping Pang Pong si, en lo que un amigo llamó puccinicidio, les cortaron casi todas sus intervenciones. El trío del inicio del segundo acto fue suprimido por completo, y creo recordar que alguna otra cosilla también.
Como también se cargaron toda la escena del coro del primer acto. Fiuuu, eliminada.
A pesar de todo esto, se podría decir que la Turandot se salvaba, estaba dentro de lo aceptable/ esperable, pero teníamos otro handicap: la orquesta.
Desajustadilla y sobre todo con un grave defecto: no había percusión. ¡Cómo es posible hacer una Turandot sin percusión! Toda fue sustituida por un piano que sí, hizo el esfuerzo de intentar hacerse notar, pero no pudo ser. Es que ni gong ni timbales ni na de na.
Me imagino que las funciones en el Templo de Debod, entre la sugestión del entorno y que tenían mejor tenor, estarían más decentillas, pero lo que es la de la Complu se quedó en un sufi raspao raspao (un 5.0 que decía mi profe de Botánica, que era que habías suspendido pero te subía una decimilla para no catearte).
Lo que más rabia me dio fue que había arrastrado a varias personas y todo el mundo quedó bastante decepcionado.
Por eso cuando me dijeron que una compañía ucraniana iba a representar meses después la Turandot en un pueblo de las afueras de Madrid, ya no avisé a nadie. Me fui solito con mi Tx para quitarle la espinita de la Turandot de la Complu.
Cogimos entradas para el Teatro Auditorio Adolfo Marsillach de San Sebastián de los Reyes en la fila 4 (que se vea cerquita, que se vea) y... resulta que habían eliminado las dos primeras filas de butacas para colocar a la orquesta y que la fila 3 no se vendió. Así que estábamos... ¡en primera fila!
La Turandot de Sanse ya fue otra cosa. Lo primero, se podía considerar una producción. Cutre y hortera, pero con sus decorados. Luego, con orquesta completa (y a medio metro de nuestras orejas). Y finalmente, con una buena cantidad de personas en escena, que es algo que en Turandot se agradece mucho.
No hubo ningún corte en la partitura, la operita tal y como la conocemos y con el final de Alfano/Toscanini de siempre. Y... A TODA LECHE. Vamos, que se cepillaron la obra en dos horas y cuarto con dos intermedios incluidos. Yo creo que no había escuchado una Turandot tan rápida en la vida. Bueno, sí, quizás el CD de Chailly con Pavarotti y Caballé. Pero es que la cosa fue... volada.
A la orquesta no le pidas sutilezas, especialmente a las cuerdas. Vasyl Valislenko, el director, estaba enfervorizado y la llevaba a tutiplén. Y se lo pasó en grande. Una cosa curiosa que no había visto yo nunca (claro, a ver quién nota eso desde el quinto piso del Teatro Real): el director conversaba con la concertino durante toda la obra y a toda la orquesta la dirigía no sólo con la batuta, sino pegándoles voces. Una cosa... En su exaltación, se le cayó la batuta una vez y al final de la obra le pegó un porrazo al atril que casi se lo tiró encima a los violines. Gozoso y pumba pumba pumba.
Giorgi Meladze, Calaf, se movió en el mismo estilo que la orquesta: siempre en forte. Así las arias le quedaron normalitas, pero lo que es la escena de los enigmas y el final fueron de un efectismo espectacular. Iba vestido como el árbol de navidad de Barbra Streisand: todo eran plateados. En cuanto a actuación, pues como todos los Calafs del mundo: absoluto pasmarote.
Liù (irina Golovchenko) no tenía una voz especialmente bonita de timbre, lo que le deslució un poco. Es un papel muy goloso para una lírica. Estuvo bien, pero sin entusiasmar.
Porque este año he ido a dos Turandot de bajo coste.
La primera fue en el ciclo que la Junta Municipal de Moncloa-Aravaca ofreció a principios de verano, con dos funciones al aire libre en el Templo de Debod y una en el Auditorio de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense.
Yo fui a la de la Complu. Vamos, ni loco espero yo horas para coger sitio en las sillas y menos bajo el agradable calorcito veraniego madrileño. La de la Complu también era gratuita pero había que solicitar las entradas por teléfono, con lo que sólo había que hacer cola para coger sitio en el auditorio, pero sin apelotonamiento de gente.
Veamos: función gratuita en una universidad. Mode "exigencia" en LOW.
Y es que el nivel fue también bastante LOW, quedando sólo en el límite de lo digno.
No voy a hablar de producción porque cuatro farolillos chinos colgando de un hilo no se pueden considerar decorado. Era una versión en concierto o, como se dice ahora, semiescenificada. Vamos, que había vestuario.
Por un problema eléctrico no funcionaban las luces de los atriles de la orquesta, por lo que hubo que encender toda la luz del escenario. ¿Problema? Los sobretítulos proyectados sobre una madera clara no se veían nada. A mí me daba igual, porque me la sé, pero hubo quien lo pasó mal. Además, mejor que no se vieran, porque eran de una chapucería extrema. En el segundo acto creo que ya optaron por no proyectarlos.
Disculpa que no ponga los nombres de los cantantes pero no conservo el programa. El nivel vocal estuvo aceptable. Las que más destacaron fueron las chicas. Turandot fue rotunda, potente y con clase. Y es que no se puede cantar este papel si no se tiene un mínimo de nivel. Aguantó como una jabata y el timbre hasta me recordó a la Dimitrova. Bien. Bien también la Liù en su agradecido papel. Un par o tres de peldaños más abajo estuvo el Calaf, excesivamente ligero para el rol. Se guardó todo para hacer un Nessun Dorma apañaete y pegó los agudos, pero se le veía que lo pasaba bastante mal. El resto de cnatantes y coro, entre lo discreto y lo más discreto.
Y es que a ver quién es capaz de apreciar a los Ping Pang Pong si, en lo que un amigo llamó puccinicidio, les cortaron casi todas sus intervenciones. El trío del inicio del segundo acto fue suprimido por completo, y creo recordar que alguna otra cosilla también.
Como también se cargaron toda la escena del coro del primer acto. Fiuuu, eliminada.
A pesar de todo esto, se podría decir que la Turandot se salvaba, estaba dentro de lo aceptable/ esperable, pero teníamos otro handicap: la orquesta.
Desajustadilla y sobre todo con un grave defecto: no había percusión. ¡Cómo es posible hacer una Turandot sin percusión! Toda fue sustituida por un piano que sí, hizo el esfuerzo de intentar hacerse notar, pero no pudo ser. Es que ni gong ni timbales ni na de na.
Me imagino que las funciones en el Templo de Debod, entre la sugestión del entorno y que tenían mejor tenor, estarían más decentillas, pero lo que es la de la Complu se quedó en un sufi raspao raspao (un 5.0 que decía mi profe de Botánica, que era que habías suspendido pero te subía una decimilla para no catearte).
Lo que más rabia me dio fue que había arrastrado a varias personas y todo el mundo quedó bastante decepcionado.
Por eso cuando me dijeron que una compañía ucraniana iba a representar meses después la Turandot en un pueblo de las afueras de Madrid, ya no avisé a nadie. Me fui solito con mi Tx para quitarle la espinita de la Turandot de la Complu.
Cogimos entradas para el Teatro Auditorio Adolfo Marsillach de San Sebastián de los Reyes en la fila 4 (que se vea cerquita, que se vea) y... resulta que habían eliminado las dos primeras filas de butacas para colocar a la orquesta y que la fila 3 no se vendió. Así que estábamos... ¡en primera fila!
La Turandot de Sanse ya fue otra cosa. Lo primero, se podía considerar una producción. Cutre y hortera, pero con sus decorados. Luego, con orquesta completa (y a medio metro de nuestras orejas). Y finalmente, con una buena cantidad de personas en escena, que es algo que en Turandot se agradece mucho.
No hubo ningún corte en la partitura, la operita tal y como la conocemos y con el final de Alfano/Toscanini de siempre. Y... A TODA LECHE. Vamos, que se cepillaron la obra en dos horas y cuarto con dos intermedios incluidos. Yo creo que no había escuchado una Turandot tan rápida en la vida. Bueno, sí, quizás el CD de Chailly con Pavarotti y Caballé. Pero es que la cosa fue... volada.
A la orquesta no le pidas sutilezas, especialmente a las cuerdas. Vasyl Valislenko, el director, estaba enfervorizado y la llevaba a tutiplén. Y se lo pasó en grande. Una cosa curiosa que no había visto yo nunca (claro, a ver quién nota eso desde el quinto piso del Teatro Real): el director conversaba con la concertino durante toda la obra y a toda la orquesta la dirigía no sólo con la batuta, sino pegándoles voces. Una cosa... En su exaltación, se le cayó la batuta una vez y al final de la obra le pegó un porrazo al atril que casi se lo tiró encima a los violines. Gozoso y pumba pumba pumba.
Giorgi Meladze, Calaf, se movió en el mismo estilo que la orquesta: siempre en forte. Así las arias le quedaron normalitas, pero lo que es la escena de los enigmas y el final fueron de un efectismo espectacular. Iba vestido como el árbol de navidad de Barbra Streisand: todo eran plateados. En cuanto a actuación, pues como todos los Calafs del mundo: absoluto pasmarote.
Liù (irina Golovchenko) no tenía una voz especialmente bonita de timbre, lo que le deslució un poco. Es un papel muy goloso para una lírica. Estuvo bien, pero sin entusiasmar.
La Turandot de Tatiana Plekhanova ya fue otro cantar. A la cantante se la veía más veterana y rodada. Cierto es que el timbre era poco grato, pero fue la única que matizó y supo expresarse. Y mira que es difícil en este rol. Empezó calando el primer agudo de In questa reggia (ese "e quel grido") y me temía lo peor, pero no. Aguantó el final del aria sin dificultad y a toda pastilla, super-rápida, y luego la escena de los enigmas. No fue perfecta, vale, pero fue la que cantó con más clase y la única que verdaderamente interpretó.
El Timur deplorable, una pena.
Los Ping Pang Pong estuvieron más que correctos, ayudados por una interpretación exagerada y cómica, muy excesiva, y también por la velocidad que ya he comentado. Su trio del segundo acto fue bastante divertido. Le tengo yo cariño a estos personajes. Suelen caer mal porque interrumpen la acción y son como un estorbo, pero para mí son los únicos personajes con los pies en la tierra de esta ópera. Todos los demás viven en sus mundos de príncipes, princesas y amores imposibles, ellos se preocupan de lo que se tienen que preocupar: sus celebraciones, sus banquetes, sus ejecuciones, sus entierros... Además, tienen la música más evolucionada y sorprendente de esta ópera. A lo que voy, que muy bien.
El coro mantenía el tono general de la producción, y además eran los figurantes. Calculé unos 30. A destacar una de las coreutas, vestida de morado ella, superexpresiva e implicadísima: interpretaba cada frase poniendo unas caritas que cada vez que aparecía no podía yo evitar fijarme en ella.
Y es que la dirección escénica, siendo elemental, estaba cuidada: el coro no era algo estático, siempre estaba haciendo algo, igual que los ministros. Dentro de lo clásico, más que entretenida.
Lo más llamativo de esta Turandot es la producción. A ver: el escenario era sencillo: un cielo estrellado con un palacio al fondo y unos telones pintados. Como elementos de atrezzo, tres miniestructuras con ruedas tras las que se encontraban los ministros y unos candelabros en los que no se habían ni molestado en ocultar las regletas de los enchufes. Era tan cutre que enternecía.
Lo más, el palacio de Turandot: es una cabeza de dragón que se abre (se ven los hilitos que tiran) y entonces echan humo y sale la princesa. ¡Súper!
Y si los decorados eran kitsch, del vestuario ya ni te cuento: apoteosis de la lentejuela y la peluca de nylon. Todo era de un brilli brilli escandaloso de ropa de disfraz comprado en los chinos. Pero es que joder, que la ópera transcurre en China. Por el vestido de lentejuelas naranjas del emperador se hubieran tirado de los pelos Tania Doris y Norma Duval. Muy tremendo. Y esas barbas que se les veía la goma elástica con las que se sujetaban, y esos soldados con los bigotes pintados. Super kitsch.
En definitiva, que fue como viajar en Low Cost, que sabes a lo que vas y lo que puedes esperar, y si supera con creces las expectativas como fue el caso de Sanse, pues muy bien.
Esta producción de la agencia Concerlírica está recorriendo toda España. Sé que va a Guadalajara y Valladolid próximamente. En serio, por el precio y yendo libre de prejuicios, merece la pena.
Un último detalle: detrás teníamos a dos matrimonios en la cincuentena que no paraban de decir "qué bonito, qué bonito". Durante el segundo acto se oía como un ruido extraño, como alguien hablando pero muy baito. ¡Era uno de los señores que estaba escuchando el partido de fútbol en la radio con auriculares!
Nos lo pasamos como chinos, nunca mejor dicho.
Vídeos y fotos corresponden a otras funciones de esta misma producción.
Giacomo Puccini
Turandot
Auditorio Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid.
Jueves, 30 de junio de 2011
Concerlírica
Tatiana Plekhanova, Giorgi Meladze, Irina Golovchenko
Teatro Adolfo Marsillach, San Sebastián de los Reyes (Madrid)
Sábado, 29 de octubre de 2011