Bueeeeno, cinco años desde que la pusieron en el Teatro Real, ¿no?
Vamos a ver, señores, zarzueleros o no, Luisa Fernanda es una obra cumbre del género lírico, con una música inspiradísima que hay que conocer, que se queda en la memoria, que emociona, que mezcla lo popular sin ser una chabacanda y que encima tiene un libreto más que aceptable.
Y es que la primera triunfadora de la noche es la propia "comedia lírica", que es una maravilla. El sábado nos pusimos chalequeros y pantaloneros y nos plantamos en el Teatro de la Zarzuela a disfrutar, a pesar de las tibias críticas leídas o de los comentarios catastrofistas de los de siempre.
Pues nos gustó, y mucho.
Lo que más ha dado que hablar es la producción. Para abaratar costes, se trata de paneles de led en los que se proyectan las imágenes que forman los decorados. Son como los telones pintados de toda la vida, sólo que con los paneles puede haber movimiento. Bueno, hay que reconocer que cuando se trata de los decorados de la calle son feos tirando a muy feos, por esquemáticos y esbozados, pero en los cuadros de la romería y el final me resultaron bastante apañados y los movimientos lograron efectos muy bonitos.
Ahora, es un decorado para ver desde la parte de atrás del teatro, porque en patio de butacas se ven demasiado los leds. Nosotros estábamos en segundo piso, que creo que es donde mejor se veía.
El elenco también ha sido muy discutido. Porque para poner una Luisa hacen falta cuatro intérpretes de categoría. Yo compré las entradas sin saber cuál de los tres repartos me iba a tocar, y me ha tocado el principal.
Vamos a ver, Luisa Fernanda es un papel la mar de ingrato. Vocalmente no es tan lucido como el de sus compañeros y dramáticamente es un papel bastante angustioso: la chica se tira toda la zarzuela sufriendo a más no poder y en momentos resulta antipática. Lo habitual es que la soprano que la interpreta se dedique a poner carita de pena durante toda la obra. Aquí han optado porque al Luisa esté todo el rato de los nervios, moviéndose de un lado a otro como al borde de un ataque de ansiedad, muy sobreactuada. Y, francamente, cansa un poco, sobre todo si la soprano es chilena y su dicción queda extraña. A Cristina Gallardo-Domâs el papel le viene grave y desde luego su voz no es la de antes o aún no está recuperada después del parón por enfermedad que tuvo hace un año. Sólo se mostró cómoda en el dúo final con Javier, y eso sí, lo hizo precioso.
El Javier fue José Manuel Zapata. Potente y entregado, pelín titubeante al principio pero solventando la parte sin problema, y eso que es un rol que se las trae. Tampoco es que el hombre sea el prototipo de galán que uno espera pero vamos, yo no he visto el desastre vocal que muchos han proclamado por ahí.
Para acompañarlo, la perversa duquesa era María Rey-Joly. Pánico al escuchar su primera frase: una voz demasiado pesada. Carolina tiene que ser una soprano ligera pero con cuerpo para no parecer un canario. O una lírica con el agudo fácil. Muchas de las grabaciones de esta zarzuela cojean por culpa de la duquesa. Afortunadamente fue sólo esa primera frase. Oscilación y vibrato en el agudo, sí, pero manteniendo el tipo perfectamente. Y la única del cuarteto principal que interpretaba durante los cantables.
El protagonista absoluto fue el Vidal de Juan Jesús Rodríguez. Francamente es una gozada escuchar una voz de barítono tan plena, bien colocada y sin problemas arriba o abajo. Tosco y siempre en forte, sí, pero francamente disfrutable. Su final fue de los de poner los pelos de punta.
Muy apropiada la Mariana de Amelia Font y el Aníbal de Julián Ortega, con los excesos cómicos de costumbre en el papel. Muy bien el Nogales y discretita, por ser amable, la Rosita. La orquesta, con mucho brío y tiempos bastante rápidos, bien. Sin procuparse de decibelios porque los cuatro protagonistas si es algo que no tienen es problema para superar la orquesta. Muy bien el coro, matizado y sin necesidad de cantar a grito pelado, la verdad es que se lucieron.
En definitiva, una puesta, con todas las modernidades técnicas que se quieran, muy clásica, con más que buen nivel general. Y una zarzuela recomendable a todos los que tengan prejuicios contra el género.
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¡Huy! ¡Se me olvidaban! ¡¡¡Los Gremlins!!!
Pues claro, en una obra tan conocida eran de esperar.
Porque... ¿quién es capaz de mantenerse callado cuando te suenan el soldadito, el apacible rincón de Madrid, el caballero del alto plumero, la montaraza de mis montes, el yo soy un caballero español - yo no soy extranjeeera, el cuánto tiempo sin verte, el por el amor de una mujer, el Luisa Fernanda cariño mío o la morena clara? ¡Es que todos los números son clásicos del género!
La primera en arrancarse fue una señora en el lateral derecho con la habanera del soldadito, inmediatamente chistada por sus vecinos.
Después fue un señor a mi izquierda el que murmuró el apacible rincón, pero se contuvo. Sorprendentemente, el público estuvo muy comedido (caramelitos aparte) durante el resto de la obra, pero ya al final los Gremlins no pudieron más y estallaron con el "Ay mi morena, morena clara".
Mi tx y yo, una vez más, éramos los más jóvenes del 2º piso, salvo un par de parejitas (y ninguno de los dos cumplimos ya los cuarenta, lo que me hace pensar si no hace falta una política de acercamiento del género a públicos más jóvenes, aunque sea con métodos salvajes tipo Mortier) y estoy convencido de que aquí a unos añitos pasaré a formar parte del grueso de la pandilla de Gremlins de sienes plateadas que corean las romanzas de zarzuela.
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Federico Moreno Torroba
Luisa Fernanda
Cristina Gallardo-Domâs, María Rey-Joly, Juan Jesús Rodríguez, José Manuel Zapata; Javier Alonso, Amelia Font, Xavier Ribera-Vall, Julián Ortega, Lucía Escribano.
Óliver Díaz, Luis Olmos.
Teatro de la Zarzuela.
Madrid, sábado 30 de abril de 2011.