Si hace cuatro años me quedé en media Clemenza di Tito por una súbita indisposición (porque yo si me encuentro mal me voy del teatro, no hago sufrir a los espectadores aledaños los efectos de mis dolencias como tantos Violettos/as tísicos que andan por ahí), en esta reposición he podido asistir a la Clemenza mozartiana completa, con sus dos actos.
Siendo sincero, y sin dejar de reconocer que La clemenza di Tito es una ópera que de siempre me ha parecido un tostoncete (elegante, pero muermo), esta vez me he conseguido meter más dentro de la obra y ha llegado a sorprenderme mucho. No hay un aria o fragmento musical que se me quede en la cabeza después de escuchada, pero el conjunto en sí me ha envuelto y me ha resultado muy interesante.
¿Y qué ha contribuido a ello? Pues una interpretación muy adecuada, un trabajo de dirección escénica estupendo y... ópera en domingo a las seis de la tarde, o sea, descansado, relajado y dispuesto a disfrutar, claro.
Cristophe Rousset lleva a la Orquesta del Teatro Real a un terreno quizás excesivamente brioso para Mozart, pero manteniéndose en estilo. En el segundo acto la cosa ya se reposó (quizás en exceso, pero la partitura no es que sea el colmo de la animación. La verdad es que sonó muy bien.
Asistí al estreno del segundo reparto. Muy competente.
Bernard Richter es un Tito lírico con volumen y agilidad. Comenzó con ciertas desigualdades de emisión pero se asentó pronto. Y en el segundo acto resolvió estupendamente su gran aria. Muy bien.
Maite Beaumont: esforzadísimo Sesto, dándolo todo, muy bien.
Yolanda Auyanet: sorprendente Vitellia. Y digo sorprendente porque a esta chica no la escuchaba yo desde hace casi dos décadas, cuando cantó jovencísima una Traviata en la Zarzuela, doña Francisquita y la Sophie de Werther en una gala. Y aquella voz ligera ha ensanchado naturalmente, sin artificios, sin entubar, sin vibrato molesto. Y ayer compuso una Vitellia de ole, señores, qué bien.
Anna Palimina, (mata al figurinista, mátalo) adecuada Servilia, bien.
Guido Loconsolo tiene una presencia imponente y cumplió, muy bien por abajo, como Publio.
Y finalmente otra sorpresa, Sophie Harmsen, un Annio con una de esas voces penetrantes que se comía a todo el que cantara a su lado. Excelente.
Mención especial para el coro, muy bien, y al efecto de cambiarlo de lugar al final del primer acto, muy teatral.
Mención especial para el coro, muy bien, y al efecto de cambiarlo de lugar al final del primer acto, muy teatral.
Gran parte del interés de esta representación es la dirección escénica. Aquí se han cuidado los recitativos al máximo, dándoles toda la expresividad que necesitan. Una maravilla de trabajo. Los cantantes no están estáticos, pero tampoco se mueven sin ton ni son, todo tiene su intención, su finalidad. El escenario, una estancia única con tres puertas que se abren para crear perspectivas, es suficiente mientras lo que ocurra en ella tenga sentido. Sí, el segundo acto se resintió de un cierto estatismo y menos imaginación escénica, un toquecillo de atención.
He leído en críticas quejas sobre el exceso de luz en el escenario tan blanco, bastante cegador. A mí no me molestó, pero un par de amigos lo pasaron fatal.
En resumidas cuentas, muy buena función en la que se puso toda la carne en el asador en el primer acto y en el segundo se moderó, pero siguió a muy alto nivel gracias a los solistas.
Al final, ovación para todos, especialmente para Maite Beaumont (Sesto) y Bernard Richter (Tito). Grandes aplausos para la dirección musical y orquesta y para la dirección escénica (que al ser estreno de segundo reparto también salieron).
Yo ya me he echado un nuevo enemigo de compi del público: el señor de atrás (el que en la Norma soltó lo de "prefiero la Callas" y estuvo tosiendo toooooda la función). No para de pontificar y, por si alguno de los de alrededor nos hemos perdido alguna de sus sentencias, las repite varias veces. Ayer era contra la dirección escénica. Luego tenemos cerca a la señora simpática que se toma unos vinitos antes de ir a la ópera, dejando un ambientillo festivotabernario muy propio. Y de la simpática pasamos a la que nunca saluda y que ayer se negó a pasarse una butaca más al centro para que los del extremo pudieran ver "un poquito" mejor. Ya ves tú, la que cuando tenía el abono una fila más baja y más escorada no esperaba a que se apagara la luz para saltar por encima de las rodillas de todos si veía un sitio más céntrico libre. Supongo que todos tenemos más o menos controlados a los compañeros de zona de abono. Yo sé que me muevo mucho (las rodillas no me caben, jopé), los de delante se hacen arrumacos obligándonos a todos a mover la cabeza a un lado o a otro cuando les da el arrebato romántico, están los que hablan (afortunadamente poco), los marisabidillos que forman grupos de expertos que taponan la puerta... Y ayer... algo pasó. Algo grave, algo gordo, algo intenso. A alguien le sentó realmente mal la comida, porque en un momento dado oí unos murmullos y gestos de disgusto a unos metros a mi derecha. Y a los dos segundos me llegó. Un olor de esos de cuando las tripas te dicen que no deberías comer ciertas cosas. Fuerte, intenso, redondo en boca y con retrogrusto cloacal. Menos mal que duró poco. Anécdotas de espectador.
A las nueve de la noche, tras tres horas en el teatro, fin de la representación y todos a la lluvia de Madrid. Mira, llevo tres óperas esta temporada, en las tres me ha tocado segundo reparto y oye, me está gustando bastante por el momento. Que siga así.
La Clemenza Di Tito
Bernard Richter, Maite Beaumont, Yolanda Auyanet, Anna Palimina, Sophie Harmsen, Guido Loconsolo.
Christophe Rousset, Ursel y Karl-Ernst Herrmann
Teatro Real, Madrid.
Domingo, 20 de noviembre de 2016.
Página web del Teatro Real
Programa de mano
Críticas de prensa
Foro de eruditos