Soy zarzuelero antes que operero. De siempre. Disfruto mucho escuchando y viendo zarzuela. Y también paso mucha vergüenza cuando asisto a ciertas funciones que bajo el pretexto de mantener el espíritu tradicional de nuestro género lírico son de un caduco que asustan.
Hace poco más de una década los veranos madrileños se llenaban de funciones con decorados de cartón de compañías lideradas por lo general formadas por una vieja gloria rodeada de cantantes muy jóvenes que estaban empezando. El nivel era bastante bajo pero se veía entusiasmo y respeto por el género, y además era lo único que se podía ver de zarzuela de Madrid.
El Teatro de la Zarzuela se dedicaba a la temporada de ópera y sólo había un título por año.
Después llegaron las producciones de José Luis Moreno, muy conocidas, con mayor presupuesto pero con una concepción muy anacrónica y hortera de la zarzuela: esas pelucas de nylon, esos bailes regionales meintras delante el tenor se esfuerza en cantar una romanzam esos trajes con brillos... eran muy de gala de televisión.
Y ya en los últimos tiempos, mientras en el Teatro de la Zarzuela -ya dedicado casi íntegramente a ella- se presentan superproducciones que sólo el dinero público se puede permitir, las compañías zarzueleras han evolucionado hacia conceptos más "modernos", con el ejemplo de la compañía "Ópera Cómica", que presentaba producciones de bajo presupuesto pero con un intento de ofrecer una nueva visión del género.
De la revista no puedo hablar. Es un género que ha desaparecido, o al menos es invisible para mí. E imagino que para la gente más joven que yo, porque tengo más de 40 años y mis únicas referencias son las ya retiradas Lina Morgan o Norma Duval. Porque "Por la calle de Acalá" de Esperanza Roy queda ya lejísimos en el tiempo y lo anterior que puedo llegar a recordar era de cuando era un crío crío y todavía coleaban Tania Doris o, échate a temblar, cosas como Codeso & Milagros Ponti.
Esto no es un estudio concienzudo, es un blog y como tal es lo que recuerdo. Si ha habido más "revisteras" lo lamento, no me acuerdo o no las conozco.
En este ámbito, la compañía Dolores Marco se atreve a presentar un
Programa de zarzuela y revista dedicado al maestro Alonso en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, ahora llamado Teatro Fernán Gómez.
Es una compañía que está a caballo entre las que presentaban aquellas producciones de dos títulos por semana con decorados de papel y las que actualmente intentan dar un nuevo tono a la zarzuela.
Intenta presentar un espectáculo moderno y dinámico, pero hay muchos elementos que le pesan, y yo creo que es por la concepción misma del espectáculo, que consiste en una relación de números musicales sin orden claro ni, lo que es más importante, un hilo argumental.
En un escenario vacío y negro, una orquesta de cámara está al fondo enmarcada por dos pantallas en las que se proyectan fotografías. Delante, una compañía de una veintena de personas cantan, bailan y actúan.
El programa no empieza mal. Cinco hombres trajeados cantan a capella el Maitechu mía. La impresión es que la cosa va a ir escénicamente por terrenos cabareteros.
Pero no. A partir de ahí empieza "la caspa". Me da rabia decir esa expresión pero es verdad. Hace acto de presencia la voz en off de Paco Valladares que nos va dando detalles de la biografía de Alonso, los figurines "a lo Cornejo", unas pelucas espantosas, unas proyecciones penosas y los números se suceden uno tras otro sin ton ni son.
Lo de las proyecciones no tiene nombre, es como si hubieran encargado al chico de la vecina de abajo, que sabe de ordenadores, que ponga fotos para acompañar la música. La mayoría de las veces lo solucionaban poniendo el cartel de la zarzuela o revista que estaba sonando, pero cuando se ponían "ilustrativos" la cosa era de pena: fotos antiguas deformadas para que se adaptaran a las dimensiones de las pantallas o imágenes retocadas con el "filtro acuarela", imagino que para que no les pidan derechos de autor. Todo muy sacado de Google, y no me digan que no porque uno de los números tenía una foto "acuarelada" del último montaje del musical Cabaret, que ya tiene delito.
El asunto de decorados no habría sido demasiado problema si no fuera por la falta de teatralidad y de sensación de unidad que hacía que todo quedase aislado, en un "a ver qué viene ahora".
Y da rabia, porque había un fuerte esfuerzo coreográfico por parte de toda la compañía y los números que estaban trabajados en el sentido actoral (los cómicos, en general) eran lo más conseguido. Pero es que después de un número que podía motivar van y te sacan a una soprano en un extremo del escenario y a otra en el otro, vestidas con su trajecito regional cantando un rollete de cuidado y la atención vuelve a caer por los suelos.
Hay que destacar la labor de José Luis Mosquera (¿es el mismo que hacía esos espectáculos en el Black & White hace años???) y Carlos Crooke, los más "actores-cantantes", que eran los que animaban el cotarro. Otra incongurencia: ¿para qué la voz en off de Valladares cuando estos dos intérpretes también contaron parte de la biografía? Podrían haber narrado ellos la historia del maestro Alonso y seguro que la cosa hubiera sido más ágil.
Porque se hace eterna, especialmente la primera parte, que no paras de mirar el programa de mano a ver cuántas canciones quedan para que acabe. ¡Y la alegría que te llevas cuando ves que cantan tres seguidas, mezcladas y acortadas!
Por último, no se pueden tan poco vistosos algunos números tan archiconocidos. El Pichi de Las Leandras pudo tener un pase, pero Los Nardos fue de una ramplonería tremenda. Y la Banderita ni te cuento. La banderita requiere a una mujer de bandera y al coro y cuerpo de baile desfilando por el escenario. Y no, te ponen a la mezzo (con un vestido rojigualdo infame) en un extremo del escenario, al tenor (de soldadito) en el otro, y detrás proyecciones del desfile del 12 de octubre, con vídeo de la cabra de la legión incluído.
Y luego, zas, el pasacalle de la Calesera en plan apoteosis de vestuario y figuración, con pose inmóvil de toda la compañía al final o el Canto a Murcia con el que terminó la función, en el que te salen con los palos coronados de hojas y naranjas y que fue aplaudidísimo, claro.
Creo que el fallo de esta producción viene de su concepción: es, por mucho que en el programa digan que no, una antología al más viejo estilo. Yo creo que habría funcionado mucho mejor eliminando varios de los números (el canto a Segovia, la canción morisca, el corrido...) , quitando esa espantosa voz en off, cuidando un poquito la dirección escénica, cuidando MUCHO las proyecciones y dando un poco más de espectáculo a los pasajes más conocidos.
En el terreno musical, Marco Moncloa ejercía de barítono titular llevando a cabo las romanzas de las zarzuelas con autoridad y contundencia y el resto de la compañía se repartía un protagonismo coral en donde habría que destacar a los que participaban en los pasajes cómicos. Sin micrófonos, que conste, que hay mucha trampa suelta por ahí.
El teatro tendría una media entrada, aprox. Se aplaudió todo y con ganas. El público muy, pero que muy muy mayor. Mucho más que el habitual de zarzuela. Con los dedos de una mano contábamos a los que podrían ser de nuestra edad o más jóvenes. Pero es que tal como estaba concebido el montaje, ideal para ellos.
De lo que sí que me han entrado ganas después de ir es de conseguirme una versión de "Las Corsarias", que seguro que tienen mucha gracia. Qué pena que la producción del caso Gürtel que llevaron Malena Gracia y Marlene Morreau a Barcelona durara sólo 3 días en escena y no se paseara por el resto del país, jopé.