Al Real le ha quedado un holandés errante como muy de andar por casa. La puesta en escena de Àlex Rigola le ha quitado todo misterio y romanticismo a la leyenda del holandés y lo ha dejado en un dramita cotidiano de chicas en bata y marineros que bailan a lo Coyote Dax. ¿Lo bueno? Que es posible abstraerse, dejarse llevar por la música de Wagner y seguir la ópera tranquilamente. ¿Lo malo? Que todo queda muy ramplón y que la historia de amor de Senta y el holandés es la de una chica bastante pirada y un chulo (con toques de drama queen, pero un chulo). Vamos, que si la chica se salva de la caída nos podríamos imaginar la segunda parte de la ópera, con la pobre Senta atada a la pata de la cama y maltratada pero, eso sí, enamoradísima perdida.
Ni que decir tiene que de transfiguración ya ni hablamos, claro. Vamos, que le expliquen a Rigola y a la loca de la Senta ésa lo que quiere decir.
No estoy diciendo que me parezca una mala puesta en escena. No. Es coherente dramáticamente y está bien estructurada. Es simplemente... superficial. Y, de hecho, es muy clásica en su concepción: los cantantes entran en escena, SE PARAN, cantan y se van. Que se lo digan a Senta y el holandés en su dúo de amor. Vamos, uno en cada lado del escenario, estáticos, paraícos ellos.
Detalles: un perrito correteando, una bici y un tío en bolas perseguido por unas botelloneras. Nada molesto porque ocurre al principio del tercer acto. Que no hay cosa que más me moleste que ver a los cantantes en primer plano y a los figurantes haciendo tontadas detrás.
En fin, como ya digo, yo me abstraje bastante de la puesta en escena (por cierto, fabulosa la máquina de CocaCola que le da un halo rojo al holandés cuando se pone delante) y me metí de lleno en la historia gracias a la música de Wagner. Las dos horas y media sin intermedios se me han pasado en un suspiro y sólo las he notado gracias a la comodidad de las butacas del teatro.
De la orquesta con Wagner uno siempre se espera grandes contrastes. Siendo López Cobos como es, no los ha habido, pero ha sabido mantener el pulso dramático y reflejar perfectamente el romanticismo de la partitura. Me ha gustado mucho.
El coro, a grito pelao. Muy rotundo, vamos.
Sorprendente (para bien) la Senta de Elisabete Matos. Mira que esta soprano siempre me había resultado metálica y fría, de las que dan las notas y ya, pero caramba cómo está madurando la mujer. Potente y expresiva. Un poco tosca, sí, pero joder, es Wagner. Muy bien.
Halfvarson está ya un poco mayor y la voz le tiembla en ocasiones. Pero tiene mucha clase, frasea que da gusto, se impone, tiene volumen. E interpretativamente ha sido el único que ha reflejado su papel bien. Muy buen Daland.
El holandés de Egils Silinš bien cantado y fraseado pero con problemas de volumen, sobre todo al principio en el dúo con Daland. También es que al hombre lo han pueso a cantar en la parte alta del escenario, de perfil, los de arriba lo veíamos guillotinado y no nos llegaba bien la voz. Pero vamos, bien, y con presencia escénica.
Correcto el Erik, muy matizado, pero también con problemas de que la orquesta lo tapaba en ocasiones.
Ombuena, sin problemas para el timonel.
Para la Mary yo me pregunto si no habría en la cantera del Real alguna mezzo disponible.
Que me ha gustado a mí el estreno de este segundo reparto, oye.
El holandés errante (aka El Buque Fantasma). Der fliegende Holländer
Richard Wagner
Egils Silinš, Elisabete Matos, Eric Halfvarson, Endrik Wottrich, Nadine Weissmann, Vicente Ombuena. Jesús López Cobos, Àlex Rigola.
Teatro Real de Madrid, jueves 14 de enero de 2009
Enlace a la web del Real
Enlace a los comentarios en el foro de Una noche en la Ópera
Ni que decir tiene que de transfiguración ya ni hablamos, claro. Vamos, que le expliquen a Rigola y a la loca de la Senta ésa lo que quiere decir.
No estoy diciendo que me parezca una mala puesta en escena. No. Es coherente dramáticamente y está bien estructurada. Es simplemente... superficial. Y, de hecho, es muy clásica en su concepción: los cantantes entran en escena, SE PARAN, cantan y se van. Que se lo digan a Senta y el holandés en su dúo de amor. Vamos, uno en cada lado del escenario, estáticos, paraícos ellos.
Detalles: un perrito correteando, una bici y un tío en bolas perseguido por unas botelloneras. Nada molesto porque ocurre al principio del tercer acto. Que no hay cosa que más me moleste que ver a los cantantes en primer plano y a los figurantes haciendo tontadas detrás.
En fin, como ya digo, yo me abstraje bastante de la puesta en escena (por cierto, fabulosa la máquina de CocaCola que le da un halo rojo al holandés cuando se pone delante) y me metí de lleno en la historia gracias a la música de Wagner. Las dos horas y media sin intermedios se me han pasado en un suspiro y sólo las he notado gracias a la comodidad de las butacas del teatro.
De la orquesta con Wagner uno siempre se espera grandes contrastes. Siendo López Cobos como es, no los ha habido, pero ha sabido mantener el pulso dramático y reflejar perfectamente el romanticismo de la partitura. Me ha gustado mucho.
El coro, a grito pelao. Muy rotundo, vamos.
La misma producción en el Liceo:
Sorprendente (para bien) la Senta de Elisabete Matos. Mira que esta soprano siempre me había resultado metálica y fría, de las que dan las notas y ya, pero caramba cómo está madurando la mujer. Potente y expresiva. Un poco tosca, sí, pero joder, es Wagner. Muy bien.
Halfvarson está ya un poco mayor y la voz le tiembla en ocasiones. Pero tiene mucha clase, frasea que da gusto, se impone, tiene volumen. E interpretativamente ha sido el único que ha reflejado su papel bien. Muy buen Daland.
El holandés de Egils Silinš bien cantado y fraseado pero con problemas de volumen, sobre todo al principio en el dúo con Daland. También es que al hombre lo han pueso a cantar en la parte alta del escenario, de perfil, los de arriba lo veíamos guillotinado y no nos llegaba bien la voz. Pero vamos, bien, y con presencia escénica.
Correcto el Erik, muy matizado, pero también con problemas de que la orquesta lo tapaba en ocasiones.
Ombuena, sin problemas para el timonel.
Para la Mary yo me pregunto si no habría en la cantera del Real alguna mezzo disponible.
Que me ha gustado a mí el estreno de este segundo reparto, oye.
El holandés errante (aka El Buque Fantasma). Der fliegende Holländer
Richard Wagner
Egils Silinš, Elisabete Matos, Eric Halfvarson, Endrik Wottrich, Nadine Weissmann, Vicente Ombuena. Jesús López Cobos, Àlex Rigola.
Teatro Real de Madrid, jueves 14 de enero de 2009
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No conozco la acústica del Real pero muchas veces a los regisseurs les importa un pimiento que se escuche bien al cantante mientras se vea el cuadro como ellos quieren. Allí tendría que tener el director de orquesta la última palabra.
ResponderEliminarPero es una lucha de poder. Aquí, en Alemania, los regiesseures tienen más derecho de veto que los directores de orquesta; menudos problemas tenemos ahora con nuestro "Cazador furtivo", ya los contaré en el blog.
Yo también soy regisseur pero aprendí que al director de escena también debería importarle el resultado musical cuando administra el transito sobre el escenario. Pero otros son los tiempos que corren...
Parece que Wagner mismo quería que esta ópera se representara sin intervalos; hace un tiempo que se hace en Alemania sin cortes como la viste en el Real.
Entre lo que te había leído aquí y allí, tu otro blog, y de lo que leo en los comentarios del foro que has puesto enlazado decuzco que la cosa es como muy de andar por casa, muy "de provincias" pone alguno de los comentaristas del foro. Pues qué mal, los de provincias cuando vamos a la capital queremos ver capital. Buena música, al menos teóricamente, podemos escucharla en nuestras ciudades, lo que nunca tendremos será un teatro con las posibilidades técnicas de uno importante como el Real, y ya que vamos, como "catetos" que somos, nos gustaría verlas pa contarlas luego en el pueblo.
ResponderEliminarUff, esta era la ópera que más esperaba de la temporada porque llevo años siguiendo a Rigola y sus trabajos con el Lliure y me llevé una gran decepción. Estoy contigo. La puesta en escena me pareció muy estática, simplona y despersonalizada. Entiendo que diga que "no viene a revolucionar la ópera", pero una cosa es revolucionar y otra renunciar a la esencia de uno mismo. Más allá de la máquina de coca-cola, la puesta en escena no tiene nada de Rigola, podría firmarla Pepito Pérez y el resultado sería el mismo. Y es una pena porque Rigola es un magnífico director artístico que, en esta ópera, está "missing in combat". Esperemos que en su siguiente incursión no se olvide de sí mismo. En definitiva, diría que la ópera se salva a pesar de Rigola.
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