lunes, febrero 27, 2017

La Ciudad De Las Mentiras (Buh Buh Land)


Estreno mundial.
La Ciudad De Las Mentiras, de Elena Mendoza, en el Teatro Real.
Ay.

Pues bien, cuando uno va a un estreno de ópera se puede esperar cualquier cosa, así que hay que ir con la mentalidad abierta y dispuesto a dejarse sorprender.

Lo lamento, mi conocimiento de la música contemporánea del siglo XXI es NULO. Puedo observar con curiosidad, pero no me pidan que entienda o que analice. No soy capaz. Todo lo más que puedo hacer es plasmar mi experiencia de espectador pequeñoburgués.

Y, como experiencia, fue un rollo.

Ignoro cuáles son los derroteros de la composición actual, pero lo que yo oí el viernes pasado era algo no me llegó lo más mínimo. Invito a todos los que lean esto a que escuchen esta ópera y me digan cuán inculto, retrógrado e inmovilista soy.

Lo único que me resultó inetresante de la partitura fue el tema de la percusión. Sí había moméntos rítmicos muy conseguidos, especialmente cuando se utilizaban objetos comunes como instrumentos: fichas de dominó, bandejas, cubiertos, una coctelera... Rítmicos. Porque lo que es armónicos o melódicos cero, no vi nada.

Vocalmente... sí, había cantantes... que hablaban. Mucho. Y de vez en cuando alguno intentaba algo parecido a cantar... pero enseguida se acordaba de que eso no podía ser y finalizaba la frase hablando.

Por otra parte me jodió la supuesta intención de ser rompedor o supermoderno al coger unos textos que sobre el papel daban mucho juego y desestructurarlos de tal manera que se hagan incomprensibles. ¿Cuál es el motivo? ¿La provocación? Bueno, el arte es eso, ¿no?

El decorado era bastante atractivo estéticamente, con varias estancias interconectadas por escaleras. Nota cutre: en un momento, una de las cantantes va soltando su velo de novia desde lo alto de una almena (cual Rapunzel con la trenza, pero en canoso). ¡Se veía la cabeza del tramoyista que lo estaba haciendo!


Llegué al teatro tranquilo, descansado, despierto y perceptivo.
Y así empecé a ver y escuchar.
El problema surgió a partir de los... 40 minutos de obra.
Comenzó un goteo incesante de público que se levantaba y se iba.
Repito: incesante.
Cuando llegó un momento en el que había perdido totalmente la concentración en la ópera, me daba igual como siguiera y mi atención se iba en ver quién se levantaba, hice lo propio. 
No tengo alma de masoquista y, francamente, me importaba un pimiento lo que estaba viendo. Me parece mucho más irrespetuoso aguantar porque sí que irme. 
Creo que me perdí unos 20 minutos de función.
Intenté salir lo más sigilosamente y sin molestar posible, aunque el ruido de la puerta me delató.

Oye, ¡Y qué cosa da salir de la ópera y que el Primark de Gran Vía siga abierto!


La Ciudad De Las Mentiras
Elena Mendoza
(basada en relatos de Juan Carlos Onetti)
Katia Guedes, Anne Landa, Anna Spina, Laia Falcón, Graham Valentine, David Luque, Michael Pflumm, Tobias Dutschke, Guillermo Anzorena, Íñigo Giner Miranda, Miguel Pérez Iñesta, Martin Posegga,  Mattias Jann, Erik Borgir, Wokciech Garbowski, Ana Bercianos.
Titus Engel, Mathias Rebstock.
Madrid, Teatro Real. Viernes 24 de febrero de 2017.


miércoles, febrero 08, 2017

Billy Budd en el Teatro Real


Con Britten siempre me pasa lo mismo: Sus óperas se me hacen muy cuesta arriba al principio, pero luego llegan a un punto de inflexión en el que de golpe todo se precipita y quedo totalmente atrapado por música, argumento y conjunto.

Y con Billy Budd no ha sido una excepción. El inicio de la ópera se me hace pesadísimo, con ese ñiñuñiñu y esos medio recitativos / medio ariosos que sirven para presentar a los personajes y la acción. Hasta que todo explota, cobra cuerpo y ya no puede uno desviar la atención.



Porque la música de Britten es tremendamente descriptiva y acompaña perfectamente al libretto, que de por sí tiene muchísima fuerza. Fuerza, sí, pero... ay, hay un par de cosillas que se me quedan con flecos en esta ópera.

La primera es el propio personaje principal, Billy. Lo siento, pero no me logra transmitir esa fascinación que debería. No entiendo por qué todo el mundo lo adora, no me llega su ingenuidad, que veo un poco forzada. veo al capitán Vere mucho más elaborado psicológicamente hablando. De hecho, la ópera es su conflicto, no el de Billy.

Y el otro fleco es la actitud del maestro de armas, Claggart, respecto a Billy, que es la chispa que enciende el drama. Claggart está obnubilado con Billy, siente una atracción malsana hacia él, fantasea con el muchacho... y de golpe y porrazo pasa a odiarlo y a jurar destruirlo. Así, sin más, en un momento super escueto. Se me quedó todo como un poco precipitado.

Pero bueno, a partir de ese momento, que es el conflicto principal de la obra, todo va sobre ruedas y los acontecimientos se precipitan hasta un final demoledor.


Y hay que decir que el Teatro Real ha puesto en escena una producción de muy alto nivel.
La orquesta a cargo de Ivor Bolton, adecuadísima y pendiente de todo. No le puedo poner peros porque tampoco estoy muy ducho en Britten, pero vamos, que fue capaz de lograr una escena de la batalla naval totalmente rotunda y luego un aria de despedida de Billy que ponía los pelos de punta. Muy bien.

El coro, masculino y con refuerzos, estupendo. Apropiado en cada momento, desde el murmullo a lo más fuerte (sin necesidad de gritar). Muy pero que muy bien.

Y luego el reparto, más que competente. No es que sea de campanillas, pero cumplió con creces. A Jacques Imbrailo le falta un pelí de brillo en el timbre pero consiguió embobarnos y hacer creíble su Billy con mucha capacidad de matiz. En el segundo acto estuvo sobrecogedor. Lo mismo que le pasa a Toby Spence. A la voz le falta sólo un puntito para decir "joé qué maravilla", pero igual que Imrailo, su capitán Vere interpretativamente estuvo de 10. Y para comérselos con patatas a ellos y a todos los que tuviera delante, el demoledor Claggart de Brindley Sherratt, con una voz potente, timbrada, plena, ideal para el personaje.

A su lado, un muy buen grupo de secundarios, sirviendo perfectamente sus personajes.


Y llega el momento de mencionar a la otra gran protagonista de la velada, la directora de escena Deborah Warner, que nos demuestra que tiene un auténtico sentido dramático y que con ayuda de iluminación y muy pocos elementos (3 plataformas en el suelo del escenario y unas cuerdas) se puede conseguir reflejar a la perfección el barco Indomable. Tiene unas cuantas escenas absolutamente memorables, como la de las hamacas donde se hacinan los marineros mientras los oficiales están por encima, la recreación del camarote del capitán y las brutales batalla naval y amago de motín (bestiales, en serio). Se va a grabar un vídeo de estas representaciones. Desde luego merecerá la pena. 

Ah, para los amantes de ver carne, el barítono Ducan Rock ¡se vuelve a quitar la camiseta venga o no a cuento! enseñando su potente pectoralia punto com.


Quien pueda conseguir una entrada, de verdad que vaya, que al principio le puede costar, pero luego saldrá encantado. Al menos todos los amigos con los que coincidí (y que no se fueron en el entreacto, que también hubo, ehhhh) opinaron lo mismo.

Me he quedado con ganas de ver la película La Fragata Infernal, basada en el mismo relato, y que todos dicen que es buenísima. A ver si la consigo (y consigo el tiempo para verla).
Bien por el Teatro Real. Muy bien.


Benjamin Britten
Billy Budd
Jacques Imbrailo, Tobey Spence, Brindley Sherratt, Thomas Oliemans, David Soar, Torben Jürgens, Christopher Gillett,  Duncan Rock, Clive Bayley, Sam Furness, Francisco Vas, Manel Esteve, Gerardo Bullón, Tomeu Bibiloni, Borja Quiza, Jordi Casanova, Isaac Galán.
Ivor Bolton, Deborah Warner.
Teatro Real, Madrid.
Viernes, 3 de febrero de 2017


Mira

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