Zitronella di Ravello, ópera belcantista en tres actos.
ARGUMENTO:
(Para conocer la historia de esta ópera y su autor, no olvide pinchar en este enlace)
La acción transcurre en la costa amalfitana, en 1343.
Primer acto: Plaza del mercado de Amalfi, con el puerto al fondo.
Obertura. A la plaza llegan las vendedoras de limones de Ravello, cada una con su canasto, cansadas después de bajar desde lo alto de la montaña. Los hombres del lugar las piropean y preguntan por la joven Zitronella, la más popular del pueblo. Aparece Zitronella con su cestita de limones, dejándose agasajar por las adulaciones de los hombres y siendo criticada por las mujeres por su casquivanería.
Tocan las campanas de la catedral y las gentes se dispersan. Zitronella se acerca con su canastita de limones a la licorería del viejo Amaro, en busca de su hijo, Peppino.
Peppino Amaro, inocente e ingenuo, cree que Zitronella viene a venderle frutos para elaborar el limoncello que vende su padre, pero Zitronella ha puesto sus ojos en el joven con otras intenciones. Cuando Zitronella está a punto de abrazar a Peppino aparece el viejo Amaro, que no quiere ver a su hijo con esa campesina. Peppino se esconde en la licorería y Zitronella corre riendo hacia la catedral.
En su huida, Zitronella se cruza con Aldo di Sorrento, prestamista que viene a cobrar al viejo Amaro y que mira con deseo a la joven. Los dos viejos discuten y Aldo amenaza a Amaro con quitarle todo lo que tiene si no salda su deuda. Amaro se ríe y le contesta que todo el negocio está a nombre de su hijo Peppino y él no tiene nada, así que nada le podrá quitar.
Cuando los viejos desaparecen, sale Peppino que divaga sobre los sentimientos desconocidos que Zitronella le provoca. La joven, escondida, escucha el final del canto de Peppino y, conmovida, corre hacia él a declararle amor verdadero.
Mientras se abrazan, un griterío tremendo llega del puerto: Hay una barcaza a la deriva a la que le cuesta llegar a puerto. Peppino corre al fondo a ayudar a los hombres y se lanza al mar con una soga. Zitronella queda expectante. Al poco tiempo un grito de júbilo revela que Peppino ha logrado gobernar la barca. Las gentes vuelven a la plaza. Aparece Peppino llevando en brazos a una mujer extrañamente vestida. Peppino la deja en el suelo e intenta acercarse a Zitronella, pero la mujer se aferra a su cuello y cuenta su historia. Es Clementina de Alicante, una rica heredera y está perdida desde hace días en la mar. Zitronella se disgusta al ver a la mujer tan agarrada a Peppino, que no puede deshacerse de ella. Aldo di Sorrento se acerca y mira con intensidad. El viejo Amaro sospecha del interés de Aldo por la desconocida extranjera. Cuando Clementina reconoce a Aldo di Sorrento, se desmaya en brazos de Peppino, y una naranja que llevaba en la mano cae rodando hasta los pies de Zitronella.
Acto Segundo: Licorería del viejo Amaro, en Amalfi.
El viejo Amaro está vendiendo sus botellas de limoncello cuando entra Zitronella preguntando por Peppino, a quien hace tiempo que no ve por la plaza. El viejo Amaro le dice que deje en paz a su hijo y que se olvide de él, porque ahora está enamorado de la bella española. Zitronella monta en cólera y se va acelerada mientras las envidiosas del pueblo comentan. Sale Peppino y recrimina a su padre el que haya echado a Zitronella. Ella es su verdadero amor y es falso que quiera a Clementina. El viejo Amaro pone en duda la decencia y la virtud de Zitronella dados sus antecedentes. Peppino, desorientado y confuso, se encierra en sus habitaciones. Su padre lo sigue.
Entra Clementina en la licorería buscando a Peppino, entonando cánticos de amor. Al ver que no hay nadie, cesa los cánticos y cambia totalmente de actitud. Con una seña, hace entrar al prestamista Aldo di Sorrento. Clementina le dice que tiene que ayudarla a conseguir a Peppino. Si consigue casarse con él, ella disfrutará de la fortuna de Peppino y promete a Aldo que cobrará su deuda. A cambio, el sorrentino no revelará la verdadera identidad de Clementina, su pasado como mendiga en Sorrento ni cómo robó a una extranjera su traje de bellea del foc y se hizo pasar por ella. Clementina apaga una a una todas las velas de la licorería dejando sólo una encendida.
Es tarde y las gentes de Amalfi salen de misa y se van recogiendo. Zitronella entra en la licorería buscando de nuevo a Peppino, ansiosa. En ese momento, una mano desconocida apaga la última vela. Gran escándalo, jaleo y ruido. Entra Clementina portando luz y va encendiendo poco a poco todas las velas de la licorería.
En la licorería se encuentran el viejo Amaro, Peppino, Clementina y Zitronella, medio desnuda y abrazada al prestamista de Sorrento. Al ruido del griterío varios paisanos han acudido a ver qué ocurre. Acusan a Zitronella de impúdica. Peppino se desespera. El viejo Amaro lo consuela. Zitronella explica desconsolada que alguien se ha intentado aprovechar de ella. Clementina se tapa los ojos de vergüenza mientras hace una seña a Aldo di Sorrento. El viejo Amaro expulsa a Zitronella de la casa y le prohíbe que vuelva a aparecer u ose volver a ver a su hijo. Los paisanos asienten y piden que se expulse a la indecente mujer de Amalfi y que se vuelva a su pueblo, Ravello, y no vuelva a salir de allí nunca. Clementina se acerca a Peppino y pone la cabeza del joven en su pecho. Coge una naranja y con malicia la arroja rodando hacia Zitronella.
Acto Tercero: Acantilados de Ravello.
Zitronella vaga por los caminos asilvestrada y con el juicio perdido. Enloquecida, habla a la naranja como si se tratase de su amado Peppino, y a cada paso que da se aproxima más y más al precipicio.
Los campesinos de Ravello lamentan la mala suerte de Zitronella, víctima del despotismo y la incomprensión de los orgullosos habitantes de Amalfi. Se acerca una tormenta y las mujeres consiguen convencer a Zitronella para que se resguarde en una cabaña cercana con ellas. Zitronella, sin razón ni voluntad, accede.
Bajo la lluvia, Peppino ha subido hasta los acantilados de Ravello en desesperada busca de Zitronella, pues se ha enterado del engaño de Clementina y Aldo. Tras un rato de infructuosa búsqueda, descubre una silueta de mujer. Se acerca a ella, pero al darse la vuela resulta ser Clementina, que ha venido a evitar que los dos jóvenes vuelvan a reunirse.
Peppino y Clementina tienen una fuerte discusión y el joven amenaza con tirar a la falsa española por el acantilado. Aparece Zitronella al oír los gritos. Peppino se arrodilla ante ella, le pide perdón y le declara su amor. Zitronella queda conmovida. La tormenta arrecia. Clementina les grita a ambos que eso es imposible, ya que espera un hijo de Peppino. Zitronella, fuera de sí, le arroja con furia la naranja que la supuesta alicantina le había lanzado días antes. Clementina recibe el naranjazo, pierde el equilibrio y cae por el acantilado.
En ese momento, un fuerte maremoto provoca una ola gigante que se traga toda la costa. Todo se derrumba, desapareciendo los dos amantes en un grito de horror.
Fin
ARGUMENTO:
(Para conocer la historia de esta ópera y su autor, no olvide pinchar en este enlace)
La acción transcurre en la costa amalfitana, en 1343.
Primer acto: Plaza del mercado de Amalfi, con el puerto al fondo.
Obertura. A la plaza llegan las vendedoras de limones de Ravello, cada una con su canasto, cansadas después de bajar desde lo alto de la montaña. Los hombres del lugar las piropean y preguntan por la joven Zitronella, la más popular del pueblo. Aparece Zitronella con su cestita de limones, dejándose agasajar por las adulaciones de los hombres y siendo criticada por las mujeres por su casquivanería.
Tocan las campanas de la catedral y las gentes se dispersan. Zitronella se acerca con su canastita de limones a la licorería del viejo Amaro, en busca de su hijo, Peppino.
Peppino Amaro, inocente e ingenuo, cree que Zitronella viene a venderle frutos para elaborar el limoncello que vende su padre, pero Zitronella ha puesto sus ojos en el joven con otras intenciones. Cuando Zitronella está a punto de abrazar a Peppino aparece el viejo Amaro, que no quiere ver a su hijo con esa campesina. Peppino se esconde en la licorería y Zitronella corre riendo hacia la catedral.
En su huida, Zitronella se cruza con Aldo di Sorrento, prestamista que viene a cobrar al viejo Amaro y que mira con deseo a la joven. Los dos viejos discuten y Aldo amenaza a Amaro con quitarle todo lo que tiene si no salda su deuda. Amaro se ríe y le contesta que todo el negocio está a nombre de su hijo Peppino y él no tiene nada, así que nada le podrá quitar.
Cuando los viejos desaparecen, sale Peppino que divaga sobre los sentimientos desconocidos que Zitronella le provoca. La joven, escondida, escucha el final del canto de Peppino y, conmovida, corre hacia él a declararle amor verdadero.
Mientras se abrazan, un griterío tremendo llega del puerto: Hay una barcaza a la deriva a la que le cuesta llegar a puerto. Peppino corre al fondo a ayudar a los hombres y se lanza al mar con una soga. Zitronella queda expectante. Al poco tiempo un grito de júbilo revela que Peppino ha logrado gobernar la barca. Las gentes vuelven a la plaza. Aparece Peppino llevando en brazos a una mujer extrañamente vestida. Peppino la deja en el suelo e intenta acercarse a Zitronella, pero la mujer se aferra a su cuello y cuenta su historia. Es Clementina de Alicante, una rica heredera y está perdida desde hace días en la mar. Zitronella se disgusta al ver a la mujer tan agarrada a Peppino, que no puede deshacerse de ella. Aldo di Sorrento se acerca y mira con intensidad. El viejo Amaro sospecha del interés de Aldo por la desconocida extranjera. Cuando Clementina reconoce a Aldo di Sorrento, se desmaya en brazos de Peppino, y una naranja que llevaba en la mano cae rodando hasta los pies de Zitronella.
Acto Segundo: Licorería del viejo Amaro, en Amalfi.
El viejo Amaro está vendiendo sus botellas de limoncello cuando entra Zitronella preguntando por Peppino, a quien hace tiempo que no ve por la plaza. El viejo Amaro le dice que deje en paz a su hijo y que se olvide de él, porque ahora está enamorado de la bella española. Zitronella monta en cólera y se va acelerada mientras las envidiosas del pueblo comentan. Sale Peppino y recrimina a su padre el que haya echado a Zitronella. Ella es su verdadero amor y es falso que quiera a Clementina. El viejo Amaro pone en duda la decencia y la virtud de Zitronella dados sus antecedentes. Peppino, desorientado y confuso, se encierra en sus habitaciones. Su padre lo sigue.
Entra Clementina en la licorería buscando a Peppino, entonando cánticos de amor. Al ver que no hay nadie, cesa los cánticos y cambia totalmente de actitud. Con una seña, hace entrar al prestamista Aldo di Sorrento. Clementina le dice que tiene que ayudarla a conseguir a Peppino. Si consigue casarse con él, ella disfrutará de la fortuna de Peppino y promete a Aldo que cobrará su deuda. A cambio, el sorrentino no revelará la verdadera identidad de Clementina, su pasado como mendiga en Sorrento ni cómo robó a una extranjera su traje de bellea del foc y se hizo pasar por ella. Clementina apaga una a una todas las velas de la licorería dejando sólo una encendida.
Es tarde y las gentes de Amalfi salen de misa y se van recogiendo. Zitronella entra en la licorería buscando de nuevo a Peppino, ansiosa. En ese momento, una mano desconocida apaga la última vela. Gran escándalo, jaleo y ruido. Entra Clementina portando luz y va encendiendo poco a poco todas las velas de la licorería.
En la licorería se encuentran el viejo Amaro, Peppino, Clementina y Zitronella, medio desnuda y abrazada al prestamista de Sorrento. Al ruido del griterío varios paisanos han acudido a ver qué ocurre. Acusan a Zitronella de impúdica. Peppino se desespera. El viejo Amaro lo consuela. Zitronella explica desconsolada que alguien se ha intentado aprovechar de ella. Clementina se tapa los ojos de vergüenza mientras hace una seña a Aldo di Sorrento. El viejo Amaro expulsa a Zitronella de la casa y le prohíbe que vuelva a aparecer u ose volver a ver a su hijo. Los paisanos asienten y piden que se expulse a la indecente mujer de Amalfi y que se vuelva a su pueblo, Ravello, y no vuelva a salir de allí nunca. Clementina se acerca a Peppino y pone la cabeza del joven en su pecho. Coge una naranja y con malicia la arroja rodando hacia Zitronella.
Acto Tercero: Acantilados de Ravello.
Zitronella vaga por los caminos asilvestrada y con el juicio perdido. Enloquecida, habla a la naranja como si se tratase de su amado Peppino, y a cada paso que da se aproxima más y más al precipicio.
Los campesinos de Ravello lamentan la mala suerte de Zitronella, víctima del despotismo y la incomprensión de los orgullosos habitantes de Amalfi. Se acerca una tormenta y las mujeres consiguen convencer a Zitronella para que se resguarde en una cabaña cercana con ellas. Zitronella, sin razón ni voluntad, accede.
Bajo la lluvia, Peppino ha subido hasta los acantilados de Ravello en desesperada busca de Zitronella, pues se ha enterado del engaño de Clementina y Aldo. Tras un rato de infructuosa búsqueda, descubre una silueta de mujer. Se acerca a ella, pero al darse la vuela resulta ser Clementina, que ha venido a evitar que los dos jóvenes vuelvan a reunirse.
Peppino y Clementina tienen una fuerte discusión y el joven amenaza con tirar a la falsa española por el acantilado. Aparece Zitronella al oír los gritos. Peppino se arrodilla ante ella, le pide perdón y le declara su amor. Zitronella queda conmovida. La tormenta arrecia. Clementina les grita a ambos que eso es imposible, ya que espera un hijo de Peppino. Zitronella, fuera de sí, le arroja con furia la naranja que la supuesta alicantina le había lanzado días antes. Clementina recibe el naranjazo, pierde el equilibrio y cae por el acantilado.
Peppino y Zitronella se abrazan y deciden bajar a Amalfi a contarles todo a las autoridades. Esperan que la justicia de los hombres se equipare a la justicia de Dios, y puedan ser perdonados.
En ese momento, un fuerte maremoto provoca una ola gigante que se traga toda la costa. Todo se derrumba, desapareciendo los dos amantes en un grito de horror.
Fin
Quiero dar mil gracias a Churru de Churruán Estrit por haber podido recuperar y actualizar los viejos grabados que contaban la historia de la desdichada Zitronella, así como recomiendo fervorosamente la visita a su blog.
Propongo plataforma pro recuperación de Zitronella ya pero ya!!! No veo la hora de ver en escena esos momentos "lanzamiento de cítricos"... Si hacéis chapitas o merchandising para la causa me pido el lote completo, y prometo darle publicidad desde mi blog!! ;-)
ResponderEliminarLos grabados ilustrativos, estupendos!
Salu2
PLAS PLAS PLAS. Grande, maestro, grande. María Malibrán te sonríe comiendo una naranjita, allá donde se encuentre.
ResponderEliminarSorprendido y boquidilatado.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¡Bravo por el libretista...! Que ha metido en la trama el maremoto que destruyó gran parte de Amalfi en 1343...
ResponderEliminarDesde entonces Amalfi ya no fué lo mismo... Pero recomiendo visitarla, es un lugar precioso...
Bravo por el bloguero y su estupendo post, y bravo por Zitronella, aunque yo sea más del Limoncello (por cierto, lo hay en el Mercabrona)
ResponderEliminarQue'stupendooooo
ResponderEliminarMe encantan los nombres tan de la huerta.
Y las ilustraciones que bonitas.
PÁSMOME!!!
ResponderEliminarAlucina chaval: alguien se ha tomado tu maravillosa parodia en serio: http://mundoclasico.com/articulos/verarticulo.aspx?id=857288b8-010d-410e-baf1-223832263905
ResponderEliminar¡Enhorabuena!
¡¡¡ NO ME LO PUEDO CREER !!!
ResponderEliminarYa decía yo que había habido un aumento de visitas brutal.
Tremendo, me parto.
¡Enhorabuena! Me he reído un montón.
ResponderEliminarMusetta (del foro)