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lunes, marzo 07, 2016

Das Liebesverbot (la prohibición de amar)

 
Cuando una ópera está olvidada... en el 90% de los casos es con razón. Das Liebesverbot, la prohibición de amar, ópera de juventud de Wagner, es una obra pesadita y no muy inspirada, que queda totalmente al margen de la obra de madurez de su autor y que, si hubiera sido compuesta por otro, probablemente también estaría olvidada o, como mucho, reducida al repertorio de obras menores.

A ver, es una rareza, y me parece bien que la hayan programado en el Teatro Real. No está de más conocerla, aunque probablemente después de estas funciones no la vuelva a escuchar nunca más.


La música, influida por el belcanto y la ópera romántica francesa y alemana, tiene tres momentos inspirados: un dúo entre sopranos, el dúó soprano / barítono y la escena del carnaval. Estos dos momentos son los temas que aparecen en la obertura, que está bastante bien y apuntaba más de lo que luego es la ópera. El resto de la música es para cubrir expediente. No es que sea horripilante pero ni se queda en la memoria ni sobresale por nada en particular. Aparte, Wagner ya iba apuntando maneras de desmesura: el primer acto se hace eterno.


La Prohibición de Amar me parece hasta atractiva para quien tenga curiosidad de conocerla. Ahora, para mí, trascendencia cero.

El Teatro Real, en coproducción con Royal Opera House y Teatro Colón, ha rescatado esta ópera en una producción vistosa, dinámica y entretenida.


Un decorado forma arquitectónica tipo Escher (estancias, arcos y escaleras) complementado con una cinta deslizante y cuatro elementos más forman perfectamente los entornos de cada escena. La obra está "modernizada" (teléfonos móviles, neones) pero sin alterar el argumento (basado en Shakespeare, tela). El humor no es que sea el colmo del refinamiento pero, reconozcámoslo, la obra no da mucho más de sí. Creo que se le ha sacado mucho partido escénicamente, aparte de tener algunos detalles muy acertados.

En el terreno musical...
Orquesta correcta. No muy sutil, pero la partitura tampoco es que lo sea. 
Muy bien Christopher Maltman como el malvado gobernador, a pesar de que en el segundo acto avisaran de que tenía una afección vocal que se notó.
Aseadita Manuela Uhl como Isabella, la protagonista. Canta bonito, pero las exigencias del rol la superaban.
Bien Maria Miró como Mariana, segunda soprano. Bastante brillante.
Y estupendo Ante Jerkunica como el segundo malo, Brighella.
Pero a partir de ahí... ay. Los dos tenores protagonistas... ¿de dónde los sacaron? Muy buena planta y atractivos sí, pero... ¿y esa voz que salía del cogote? Si no se les oía nada.
Igual que a la que hacía de Dorella.
Y es una pena, porque si estas tres voces hubieran estado más a nivel la sensación global de la ópera habría sido satisfactoria, y no la estampida general y el "qué bodriete" generalizado que se oía cuando terminó la obra.


Rara, curiosa, seguro que oiremos hablar más de ella porque raro será que no hagan alguna grabación de las funciones del Covent Garden. Pero nada más. Para hacer una muesquita más de "óperas a las que he asistido".

Recomiendo la lectura del artículo del programa de mano, es muy interesante.Así como la obertura, para hacerse una idea de cómo es la música y lo poco "wagneriana" que suena.


Richard Wagner
Das Liebesverbot
Manuela Uhl, Ilker Arcayürek, Christopher Maltman, Peter Lodahl, Maria Miró, Ante Jerkunica, María Hinojosa, Francisco Vas, David Alegret, David Jerusalem, Isaac Galán.
Ivor Bolton, Kasper Holten.
Teatro Real, Madrid.
Jueves, 3 de marzo de 2016












miércoles, abril 23, 2014

Lohengrin en el Real: peazo Wagner

 

Hasta la noche de ayer no había disfrutado yo plenamente del Lohengrin wagneriano. Sí, me divertí mucho con la puesta en escena de Konwitschny para el Liceo en el año 2000 (joer, hace 14 años ya, aquella del colegio con Éva Marton haciendo diabluras), pero lo que es musicalmente hablando, siempre me había resultado, pese a momentos bellísimos, una ópera larga y árida.

Pues anoche la disfruté como un enano, mira tú. Y es que la conjunción de intérpretes, coro y orquesta estuvo tan acertada que acabó siendo una velada operística realmente emocionante.



El principal artífice: Hartmut Haenchen al frente de la orquesta del Teatro Real, haciéndola sonar a las mil maravillas, recreándose en los momentos más líricos y rotunda pero sin estridencias en los más potentes. Una gozada.

El coro, tan importante en esta ópera, estuvo también a una grandísima altura, sobre todo el masculino, demostrando que no hace falta gritar para cantar en forte.

Y finalmente el reparto también cumplió. Era teóricamente el segundo reparto, con la Elsa del primero. Y yo creo que salimos beneficiados en casi todos los roles.


Michael König fue un más que digno Lohengrin. Parece que su voz está evolucionando desde otros papeles menos inclementes que le había oído. Es cierto que la voz en ocasiones queda tapada por la orquesta y que le queda aún por mejorar, pero la línea de canto es cuidada y fue un muy creíble Lohengrin.

Catherine Naglestad se encargó del papel de Elsa. Se agradece mucho que no sea una ñoña edulcorada y sufriente, su voz tiene carne y enjundia que sobrepasan la bobaliconería de su personaje. Muy bien. Un poco chillona en el agudo en forte pero... ¿qué wagneriana no lo es?


Thomas Jesatko sorprendió con una notable voz baritonal para el papel de Telramund, sin problemas para hacerse oír y sin necesidad de pegar ladridos. Y además se fue creciendo a medida que avanzaba la función. Muy bien también.

Los que estuvieron algo más escasitos fueron Anders Larsson como el heraldo y Goran Jurić como el rey Heinrich (que menos mal que terminó decentemente, porque al principio me dio bastante miedo no oírle ni palabra).


En papeles secundarios con un par de frases, cuatro pajes de coro de niños y cuatro caballeros.

Y toca hablar de la gran triunfadora de la noche, claro, la Ortrud de Dolora Zajick. Con esta señora no se puede ser objetivo porque siempre es tan impresionante que es imposible no rendirse ante ella, pero es que ayer como Ortrud me dejó maravillado. Y no por los clásicos pepinazos por arriba a los que nos tiene acostumbrados, que soltó bastantes, sino por esa manera de cantar, esa técnica, si hasta hubo momentos en los que parecía que estaba haciendo belcanto sin traicionar el lenguaje wagneriano. ¡Y eso que nos dijeron que sufría una indisposición! Sencillamente estupenda.


Juntas todo... y te salen cuatro horas y media de representación, vale. Pero vamos, que en buena compañía, saludando a amigos y tomando una copita de cava en uno de los entreactos... se nos pasó volando volando. Y todos salimos encantados, oigan. Y desde ya incluyo Lohengrin entre mis favos wagnerianas.

A todo esto... huy, la puesta en escena, que se me olvidaba.
Bueno, pues ya estás viendo las fotos, ¿no?

 
El decorado es una cueva excavada dentro del teatro con varias entradas y ventanas, suelos y paredes muy rugosos y donde los distintos ambientes los proporciona la iluminación. Todo bastante neutro. Es decir: el típico decorado que lo mismo te sirve para una Norma, una Flauta Mágica o CUALQUIER ÓPERA DE WAGNER. Porque señores, nos ponemos muy de los nervios si vemos a Alceste en plan Lady Di, pero con Wagner parece que vale todo. Junto con un vestuario francamente horripilante consistente en una especie de pijamas manchados (pobre Ortrud, lo que le hicieron ponerse), aquello me parecía El Planeta De Los Simios.

Y ahora toca decir una de esas frases típicas: una escenografía que NO MOLESTA. Coño, encima sólo faltaba eso, que molestara. Pero hay que decirlo, porque hay muchas escenografías que sí, que molestan.


En fin, fea y obviable. El único elemento que llamaba un poco la atención era el cisne, patrocinado por neveras Kelvinator, porque era una especie de paralelepípedo de hielo en el que se supone que está encerrado el niño Gottfried congelaíto vivo. En el último acto (ATENCIÓN: SPOILER) Lohengrin pierde su poder, el témpano se descongela y entonces el héroe dice: ¡Ahí tenéis al Duque de Brabante, nombradlo vuestro caudillo! (y donde tenía que salir el niño nos sale una escultura así muy de patio de museo de arte contemporáneo). Misterios sin resolver. Cuarto milenio.

La dirección escénica  estuvo tan discreta como inane. Vamos, que si no es por el empeño del regisseur de poner a la gente a dar vueltas (a la pobre Elsa la traía frita, que yo me pensaba que de una de esas se caía), casi se puede decir que no hubo dirección.

Pero, una vez más demostración de que si el nivel musical es bueno (y el escénico no es ultrajante) al final te da igual que estén subidos a una roca que en el hall de un aeropuerto.



Que sí, que nos gustó mucho, que disfrutamos y que todos nos alegramos de que nos tocara ese reparto.

Ea.

Y a todo esto, día de semifinal de la Champions, con el metro línea 5 a reventar tanto a la ida como a la vuelta, que es la línea que va al Calderón.

Hasta la próxima, que serán los Cuentos de Hoffmann, la última ópera de la era Mortier en el Real.


Página web del Teatro Real
Programa de mano
Libreto en español de Lohengrin
Argumento de Lohengrin y comentarios


Richard Wagner
Lohengrin
Michael König, Catherine Naglestad, Dolora Zajick, Thomas Jesatko, Goran Jurić, Anders Larsson, Gerardo López, Antonio Lozano, Rodrigo Álvarez, Isaac Galan, Inés Balbás, Hugo Fernández, Patricia Ginés, María Guzmán, Calia Martos, Laura Palop, Catalina Peláez, Patricia Redondo.
Hartmut Haenchen, Lukas Hemleb
Teatro Real de Madrid.
Martes, 22 de abril de 2014.



martes, enero 19, 2010

Un vídeo del Holandés Errante de Madrid

No sé cómo lo habrán sacado, pero ahí va:


viernes, enero 15, 2010

Un holandés casero


Al Real le ha quedado un holandés errante como muy de andar por casa. La puesta en escena de Àlex Rigola le ha quitado todo misterio y romanticismo a la leyenda del holandés y lo ha dejado en un dramita cotidiano de chicas en bata y marineros que bailan a lo Coyote Dax. ¿Lo bueno? Que es posible abstraerse, dejarse llevar por la música de Wagner y seguir la ópera tranquilamente. ¿Lo malo? Que todo queda muy ramplón y que la historia de amor de Senta y el holandés es la de una chica bastante pirada y un chulo (con toques de drama queen, pero un chulo). Vamos, que si la chica se salva de la caída nos podríamos imaginar la segunda parte de la ópera, con la pobre Senta atada a la pata de la cama y maltratada pero, eso sí, enamoradísima perdida.

Ni que decir tiene que de transfiguración ya ni hablamos, claro. Vamos, que le expliquen a Rigola y a la loca de la Senta ésa lo que quiere decir.


No estoy diciendo que me parezca una mala puesta en escena. No. Es coherente dramáticamente y está bien estructurada. Es simplemente... superficial. Y, de hecho, es muy clásica en su concepción: los cantantes entran en escena, SE PARAN, cantan y se van. Que se lo digan a Senta y el holandés en su dúo de amor. Vamos, uno en cada lado del escenario, estáticos, paraícos ellos.

Detalles: un perrito correteando, una bici y un tío en bolas perseguido por unas botelloneras. Nada molesto porque ocurre al principio del tercer acto. Que no hay cosa que más me moleste que ver a los cantantes en primer plano y a los figurantes haciendo tontadas detrás.


En fin, como ya digo, yo me abstraje bastante de la puesta en escena (por cierto, fabulosa la máquina de CocaCola que le da un halo rojo al holandés cuando se pone delante) y me metí de lleno en la historia gracias a la música de Wagner. Las dos horas y media sin intermedios se me han pasado en un suspiro y sólo las he notado gracias a la comodidad de las butacas del teatro.

De la orquesta con Wagner uno siempre se espera grandes contrastes. Siendo López Cobos como es, no los ha habido, pero ha sabido mantener el pulso dramático y reflejar perfectamente el romanticismo de la partitura. Me ha gustado mucho.

El coro, a grito pelao. Muy rotundo, vamos.

La misma producción en el Liceo:


Sorprendente (para bien) la Senta de Elisabete Matos. Mira que esta soprano siempre me había resultado metálica y fría, de las que dan las notas y ya, pero caramba cómo está madurando la mujer. Potente y expresiva. Un poco tosca, sí, pero joder, es Wagner. Muy bien.

Halfvarson está ya un poco mayor y la voz le tiembla en ocasiones. Pero tiene mucha clase, frasea que da gusto, se impone, tiene volumen. E interpretativamente ha sido el único que ha reflejado su papel bien. Muy buen Daland.

El holandés de Egils Silinš bien cantado y fraseado pero con problemas de volumen, sobre todo al principio en el dúo con Daland. También es que al hombre lo han pueso a cantar en la parte alta del escenario, de perfil, los de arriba lo veíamos guillotinado y no nos llegaba bien la voz. Pero vamos, bien, y con presencia escénica.

Correcto el Erik, muy matizado, pero también con problemas de que la orquesta lo tapaba en ocasiones.

Ombuena, sin problemas para el timonel.

Para la Mary yo me pregunto si no habría en la cantera del Real alguna mezzo disponible.

Que me ha gustado a mí el estreno de este segundo reparto, oye.


El holandés errante (aka El Buque Fantasma). Der fliegende Holländer
Richard Wagner

Egils Silinš, Elisabete Matos, Eric Halfvarson, Endrik Wottrich, Nadine Weissmann, Vicente Ombuena. Jesús López Cobos, Àlex Rigola.
Teatro Real de Madrid, jueves 14 de enero de 2009

Enlace a la web del Real

Enlace a los comentarios en el foro de Una noche en la Ópera

viernes, marzo 27, 2009

Un Tannhäuser hortera (pero muy bien cantado)



Tannhäuser, de Wagner
Teatro Real de Madrid,
miércoles 25 de 2009



Así no se puede.
Mira que iba yo predispuesto y descansadito a ver una de mis óperas favoritas de Wagner. Duermo bien y a las dos de la tarde me dispongo a irme a comer y a echarme mi siestecilla reparadora.
Pues no.

A las dos menos cinco surge una urgencia urgentísimamente urgente y tengo que ir a recoger unos productos y luego salir pitando con el coche a un pueblo a unos 140 km de Madrid, donde me están esperando. Llego a las 4, me pongo a comer a esa hora, y a las cuatro y media de vuelta a Madrid (adiós siesta).
Llamo a mi señor novio: Oye, ¿que opinas? ¿Me voy directo al centro, aparco por allí y me voy a la ópera o voy a casa y me llevas tú? Se consensúa la segunda opción porque un día 25 Madrid está vacío y se puede atravesar con facilidad.

Y un huevo. Sólo a mí se me ocurre tener que atravesar dos veces Madrid, una para llegar a casa y otra para ir al centro. Obras, atascos, ataque... Y con un Wagner que, para variar, empieza una hora antes que habitualmente.

Llego al teatro exactamente a las 18:57 minutos, subo corriendo y entro en la sala justo antes de que se apaguen las luces. De ataque.


Así me pasó. Que después de la obertura (con escandalosa bacanal -ya ves tú-) y con eso de que la Venus tenía sus más y sus menos, me costó mucho la escena del Venusberg. Aparte, yo con las versiones de Tannhäuser me lío. ¿Era la de París? ¿la de Dresde? ¿Una mezcla de las dos, que ahora está muy de moda? El caso es que la Venus cantó mucho para lo que yo recuerdo.

Seiffert, excelente. Peazo tenor. Fue a más en cada uno de los tres actos, e incluso cuando hay veces que parece que está justito y tenso... al instante saca de nuevo el vozarrón. Tremendo.

La Petra, mucho mejor que en la gritona Marta de la Tiefland que inauguró la temporada de Barcelona. El papel le va a la perfección. Timbre metálico, penetrante, potente.


Gerhaher, sorprendente (no lo conocía). Y tiene ese vibrato que suena a disco antiguo (lo digo para bien). Muy bien.

Lioba Braun es muy expresiva y canta bien, pero tiene el tipo de voz de esas que salen de atrás, como del cogote, lo que unido al timbre no demasiado bello hizo que desmereciera frente a los compañeros.

La orquesta muy bien aunque yo eché a faltar que cargara más las tintas en los finales de acto.

Al coro masculino le faltó intensidad. Lo mismo era porque les hicieron aparecer desde distintos puntos, el caso es que lo noté falto de unidad en el coro de peregrinos y falto de rotundidad en el final (¿achacable a la direcciópn musical?). No sé, para mí Tannhäuser tiene que acabar con un subidón subidón, y ayer no pasó.

El coro del festival de canto, sin embargo, me pareció que estuvo muy bien. Se oyó un grito de FUERA cuando terminó, pero me da que estaba originado por motivos extramusicales.

La escenografía es de esas que lo mismo te vale para un Tannhäuser que para una Dama de Picas o un Ballo in Maschera. Dos elementos circulares móviles que compartimentaban la escena y permitían los cambios, con una muy lograda perspectiva. La luz, totalmente elemental: rojo para Venus, blanco para los cantores, y verde para la pradera de los peregrinos. A propósito, que ya vale, YO QUIERO UN TANNHÄUSER CON CASTILLITO Y PRADERITAS.

El movimiento escénico me pareció muy hortera. Mucho. Especialmente la entrada del coro al festival de canto y los movimientos de Elisabeth, totalmente arcaicos y de una cursilería pasmosa (ese conato de desmayo, ese ir entre los cantores a ver si le hacen caso, por favorrrr, sólo faltaba la dama de compañía para que se cogieran de las manos en los momentos en los que no canta). Lo único que me gustó fue la llamada de Venus a Wolfram al final de la ópera.


La bacanal, que es lo único que ha trascendido a la prensa, no enseña más que lo que cualquier revista de Lina Morgan, pero con luz roja de puticlub y movimiento sensual de late night show de Tele5. Eso sí, había tres chulazos de escándalo. Hortera.

He de conocer que iba lastrado por el Tannhäuser de la temporada pasada en el Liceo, con la misma pareja principal y con una propuesta escénica muy buena.

Así pues, básicamente, muy buen Tannhäuser en lo vocal y musical, pero horterilla en lo escénico.

Unos vídeos:















viernes, marzo 13, 2009

Y el Tannhäuser que viene



Puestos a hablar de escándalos, el Tannhäuser de Wagner que esta noche se estrena en el Real seguro que trae cola porque el director de escena, Ian Judge, ha decidio escenificar una bacanal donde en la ópera hay... una bacanal.

Veamos el vídeo según El País:




Cuatro tetas y diez tangas. Un escandalazo, claro.

A mí hasta el 25 no me toca. Y espero poder hablar de lo que me ha gustado Seiffert, de la Petra (su mujer), de la Venus y del Wolfram, y no del montaje.

lunes, junio 02, 2008

La Valquiria

Richard Wagner: Die Walküre
Gran Teatro del Liceo
Barcelona, 31 de mayo de 2008
Alan Held, Evelyn Herlitzius, Waltraud Meier, Plácido Domingo, Jane Henschel, René Pape. Sebastian Weigle.
Versión en concierto (o no, según se mire)


La verdad, es difícil hacer ya un comentario sobre la Valquiria del sábado en el Liceu de Barcelona de tanto que se ha escrito ya.

Que si una función histórica, que si Domingo y Meier megaestupendos, que si Pape tendría que haber cantado el Wotan, que si la orquesta regulín regulán...

¿Por dónde empiezo? Ay qué leche.

Pues eso, que sí, que fue una Valquiria de quitarse el sombrero. Y no tenía intención de ir, pero aquí la amiga CastaDiva canceló su viaje a Barcelona y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, que California aprueba el matrimonio gay y que el viernes iba a la Muerte en Venecia, le pillé las entradas.

La entrada acompañante la ofrecí a amigos y conocidos que podrían estar interesados, pero nada, unos que si ya iban al britten como para meterse al día siguiente 5 horas más con Wagner, otros que si mi marido me mata, otros que si voy a localizar a alguien que... Ya me veía yo entrada en mano en la puerta del teatro cual Kamertoniano de poca pringue. Al final anuncié la entrada en el foro de ópera y zas, la vendí ipsoflauto, pero no sin cierta angustia, porque la compradora estuvo ilocalizable telefónica e internéticamente hasta una hora antes del evento. Y luego me llaman histérico.

A lo que voy. Mi entrada, justo al lado de la que tengo de abono, que ya es casualidad.

La versión era de "concierto-pero no". Es decir, orquesta en el foso, sillas en el escenario y cantantes de gala. Y, en definitiva, para nada de concierto, porque todos los cantantes actuaron, se movieron, interactuaron entre ellos. Es como si hubiera habido una escenografía elemental. Cuántas veces habremos visto decorados esquemáticos para obras wagnerianas. Todo un acierto.

Y después de la ovación inicial... empezó la magia.

Porque lo de Plácido Domingo y Waltraud Meier no se puede definir de otra forma. Qué manera cantar, de sentirlo, de transmitir. Y me da igual que suene cursi decirlo, pero ese final de acto fue antológico. El "Wälse, Wälse" de Domingo hizo que se nos pusieran los pelos como escarpias, vamos.

Si además acompaña un René Pape estupendo, miel sobre hojuelas.

El segundo acto anduvo ya más discutible. Alan Held no tiene una voz tan rica y redonda como sus compañeros de reparto. Estuvo bien, pero eché en falta mayor cuerpo. A su lado estaba la Brünnhilde de Evelyn Herlitzius, muy bien interpretada, fantástica de actuación, pero con un puntito ingrato de color vocal. La Fricka de Jane Henschel era como si saliera la señora Asun de Camera Café en vestido de fiesta. Igual igual. Bien, con tendencia a pegar mucho grito. No me convencieron muchos estos dos dúos, pero la escena final de Siegmund y Brünnhilde, donde la Evelyn se creció al lado de Plácido, y la batalla lograron subir de nuevo los grados.

En el tercer acto entraron ellas. Tremendas, dispuestas a demostrar eso de "anything you can sing I can sing it louder". Pero bueno, son las valquirias, para eso están, ¿no? Para cantar hojothooo, heihaaaaa, heihaaaaaa.

Una vez más, ahí llegó la Meier para dejarnos a todos pasmaos del todo cuando pide a Brünnhilde que la salve. Impresionante. Acaba el acto con el interminable (siempre se me hace muy largo) dúo y bajé un poco la guardia. El caso es que no sentí la intensidad de la relación padre-hija amor-odio que ese dúo debe transmitir, aunque afortunadamente los cantantes fueron a más y el final estuvo bastante imponente. Y eso que las maderas del fuego mágico para mí que hicieron cosas muy raras.

Es que es lo que pasa cuando uno está acostumbrado a escuchar versiones de la Valquiria en las que te empapas de sobresaturación orquestal, que luego te hacen una versión tirando más hacia lo lírico y lento y parece un poco coja. La cabalgata a mí me pareció bastante despropósito, pero luego vienen los entendiods y expertos en la materia y dicen que estuvo estupenda, así que me callo. Pues mira, que digan lo que quieran, pero el fueguecito del final también se las traía.

Conocidos que estaban y a los que no vi, conocidos que no sabía que iban y allí encontré, subidas y bajadas de la cubierta fiesta al salón de espejos y me faltó el pasearme por el bar de la 4ª, pero es que, joder, se montan unas aglomeraciones...

Que estupenda la Valqui, que el acto 1º fue espectacular y que menudo finde barcelonino he tenido (en todos los aspectos, je). Gracias por la entrada, casta. Ah, creo que TODOS tenemos esta foto, ¿no?


jueves, abril 24, 2008

¡ Y me lo quería perder !

Tannhäuser, de Wagner
Gran Teatro del Liceo
Barcelona
19 de abril de 2008
Anda, que me quería perder yo el Tannhäuser del Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Vendí mi entrada pero aprovechando que iba casi un mes más tarde al final me pillé una sin visibilidad del cuarto piso.

Y qué bien hice, porque qué maravilla escuchar por fin un Tannhäuser bien cantado. Que siempre nos toca escuchar a una vieja gloria en el último tramo de su carrera al que se le aplaude por el esfuerzo y su trayectoria más que por lo que ha hecho o a un jovencito (americanos, suelen ser) que se desgañita y se pone rojo rojo rojo intentando dar chillidos.

Bravo por Peter Seiffert, que estuvo estupendo como Tannhäuser.

Brava también la Elisabeth de La Petra, y eso que iba con reticencias por los comentarios del Ximo y la Mei, pero chicos, a mí me gustó mucho la mujer. Lírica, delicada, frágil, quizás le faltaba algo de rotundidad, pero vamos, que no es Brunhilde.

Brava Béatrice Uria-Monzon, una Venus de categoría, y más en esta versión. Sus intervenciones del tercer acto, una gozada.

Bo Skhovus anduvo correcto como Wolfram, y bien los demás cantantes, con especial atención a Lauri Vasar, a quien creo que es la primera vez que escucho.

El coro, pues muy lucido, como tiene que ser en esta ópera. La orquesta, pichís pichás. Recibió una ovación, pero también hizo algunas cositas impresentables.


La parte escénica, sobresaliente. Las traslaciones del mundo musical al pictórico y del amor a la creación artística son perfectamente asumibles y están muy bien y coherentemente contadas. No suelo leer los "fulls informatius" que dan, pero creo que no hace falta explicar nada de la dramaturgia de Carsen. Yo lo percibí todo como una alegoría del arte frente a la censura.

Me recordó precisamente mi visita de hace un mes al Museo d'Orsay de París, donde me explicaron la batalla de la Academia de Bellas Artes francesa a mediados del siglo XIX, negándose a aceptar los cuadros de Courbet o Manet y llevándose las manos a la cabeza. No es algo tan lejano ni tan difícil de entender, creo yo.

El momento del concurso de canto con los descubrimientos de los cuadros, genial. Y el tercer acto, tremendo, con ese irónico coro de peregrinos, la oración de Elisabeth y las reacciones de Wolfram. Un gustazo.

Vamos, una peazo función de ópera de las que no se ve habitualmente.

Con lo de las versiones, me lío. No es la que ponen siempre, era la otra, pero nunca me aclaro si es la de Dresde o la de París. Más interés.


Y ahora, lo anecdótico:

¿Qué le pasa al público Liceu Liceu, que habiendo montooones de butacas libres en el centro de la fila nadie se mueve para ocuparlas y estar así más centrado? ¿Algún atávico sentido de la propiedad? ¿Miedo a que el ocupante llegue en el siguiente acto y le cobre la diferencia de precio entre butacas?

Porque yo empecé la función descolgándome de la barandilla para poder ver algo, y aguantando LA PESTE A McDONALD'S de mi vecina de butaca (un tufo, os lo aseguro). Cuando acabó la escena del Venusberg, la olorosa chica farfulló algo y salió, haciendo levantarse a las dos señoras pétreas que se habían anclado a su asiento. Aproveché, me fui tras ella y cambié de zona, más centradito, viendo mejor y encima con pantalla de vídeo individual.

En el segundo acto desapareció el elemento más centrado de mi fila. Lo mismo, dos sillas vacías y nadie se mueve. Le hago señas a las chicas del fondo. Al minuto se mueven ellas y me llaman para que me coloque yo a su lado, los demás siguen sin moverse, me he centrado cinco sitios, que sumados a los cuatro + pasillo anteriores, ya son un montón. La localidad es mejor pero los de la primera fila sacan los cabezones por encima de la baranda y se descuelgan del murete, así que es mejor verla en la pantallita.

En el tercer acto vienen dos que no habían llegado a tiempo a los dos anteriores. Tanto en mi fila como en la de abajo siguen sobrando sitios Y NADIE SE MUEVE. Me cojo el más apañao y DISFRUTO COMO UN ENANO SALTARÍN con el final del Tannhäuser, que mira que es emocionante.


Ains.

viernes, febrero 01, 2008

Tristán e Isolda
Wagner
Teatro Real de Madrid.
27 de enero de 2008
Ficha


Tarde y mal el escribir sobre el Tristán hoy. Se siente. Pero una semana con fin de mes, pago de impuestos, cierre de ejercicio pasado y locura generalizada me han quitado muchas ganas de actualizar el blog. Aparte, estoy muy poco operístico últimamente.

El domingo pasado me tocaba en abono el Tristán e Isolda de Wagner en el Real. No voy a volver a decir que le pegaría unos tijeretacillos por aquí y por allá porque enseguida salta el desquiciado de turno a insultarme. Se joda, es lo que opino. Tristán e Isolda es una obra con una música bellísima, pero desmesurada.

Y es que 5 horas en las incomodísimas butacas del 5º piso del Real se hacen notar. Porque no todo el mundo estaba en platea, ¿verdad Meeeeei?

Lo tengo comprobado: mi nivel normal de aguante con atención plena es de una hora aproximadamente. Cuando en las óperas los actos superan ese tiempo me distraigo o me peleo con el sueño. Luego llega el entreacto y ya se despeja uno. Y no veas cómo jode eso en una ópera como Tristán, donde la música más maravillosa está precisamente al final de los tres actos.

Pero yo iba preparado para las 5 horas de odisea espaciotemporal. Y me ayudó a que ahora abra el Cortinglés los domingos, porque qué mejor que pasarse por el super y cargar con tentempiés para los entreactos. Así que nada, cafelito en casa, RedBull, un par de sandwiches envasados y unas barritas energéticas de chocolate para aguantar el tirón. Vale, sí, las barritas energéticas son en realidad la excusa hipercalórica del día.

Ay, pero a los acomodadores del Real ahora les dicen que no nos dejen sentarnos con bolsas (lógico, el ruidito del plástico es uno de los más insoportables dentro del teatro). Así que iba yo con los bolsillos del chaquetón cargados de viandas cual niño con sus chucherías. Sí, soy un cutre, pero eran muchas horas, y los bares del teatro son, aparte de caros, un caos durante los intermedios.

Va el señor Mocho y se sienta. Saludos a amigos y conocidos. Preludio. Mmm, sí, la orquesta suena bien, pero le falta algo de intensidad. Es algo que no se puede describir. Por supuesto que nadie le está pidiendo a López-Cobos que nos toque la Cavalleria Rusticana y que estamos hablando de ópera alemana, pero todo queda dentro de una corrección, tan suya por otra parte, que deja con ganas de más.


Se abre el telón y la producción es muy interesante... para los del patio de butacas. Los de arriba nos tenemos que conformar con ver el barco en el suelo del escenario y el mar a un metro de distancia, o mirar a las pantallas.

En los siguientes actos la cosa cayó en picado escénicamente, con unos movimientos de árboles bastante absurdos en el segundo o un hospital megacutre en el tercero. Me gustaría poner alguna foto más, pero ya se sabe lo cochambrosilla que es la página web del Teatro Real, que no tiene ni una imagen. Sé que hay (o había) un acceso restringido a más contenidos, pero como uno ni es periodista ni enchufao ajo y agua.

Sale Isolda. Impresionante la Meier. Ya la vi en este papel en Viena hace 7 ú 8 años y me reafirmo: Sin tener un timbre particularmente bello ni una ortodoxia perfecta en el canto... qué manera de cantar y de expresarse. Qué proyección, qué intensidad, qué presencia, qué todo. Queda un poco paleto decir esto, pero: ¡Qué moderna! Ojo, que también tiene sus cositas, particularmente con los agudos, no vayamos a decir que es perfecta.


La Brangane tiene una voz bonita pero no hubiera estado de más un poco más de peso (muy poco mágica su oda a la luna). Alan Titus me gustó como Kurwenal, mucho más que como el Wotan de la Tetralogía. Rotundo y tosco. Y René Pape se salió como Rey Marke. Qué gustazo da oír una voz tan potente y clara a la vez.

Mucho se ha criticado por ahí el Tristán de Robert Dean Smith. Que si no es un heldentenor, que si no llega, que si no se le oye... Caramba, a mí no me pareció tan malo. Y de todos los Tristanes que he escuchado en directo es el único al que he aguantado la eterna escena del delirio del tercer acto. Porque anda que no es pesadito: tres cuartos de hora esperando el barco el jodío. Y se le escuchaba por encima de la espesa orquesta que López-Cobos le lanzaba.

En los entreactos... todos a tomar cafés y a comentar. Alguna deserción entre los dos primeros actos. Alguna otra en el segundo entreacto pero tampoco nada muy escandaloso. Fin de la función: desalojo salvaje y enloquecido de los que tienen prisa. Y digo yo: Si se han tirado cinco horas en el teatro... ¿qué mas les dará estar cinco minutos más durante los aplausos en vez de crear situaciones estresantes de “me agarro el abrigo y paso por encima de toda la fila para salir cuanto antes” Cómo son.

Y, cómo no, mi tx en la puerta esperándome con el motor en marcha. Ayyyyy, si es que tengo un novio que no me lo merezco.

Mira

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