miércoles, diciembre 14, 2011

Avance de la temporada del Teatro Real de Madrid para 2012 - 2013

Sorprendente pero cierto. Acostumbrados como estábamos a no saber nada hasta bien avanzado el año, hoy mismo el Teatro Real ha publicado un avance de lo que será su próxima temporada:

- Moses und Aron de Schönberg. En versión concierto. Nola conozco, así que por mí bien, en principio.
- Borís Godunov de Musorgski. Vaya, échenme los perros encima, será todo lo obra maestra que quieran, pero no la soporto a no ser que venga con aditivos que me llamen la atención.
- Il prigioniero, de Dallapicola (¿eins?) y Suor Angelica, de Puccini (para compensar el Trittico que no se llegó a hacer).
- Macbeth de Verdi. Bien. Operón y a ver qué Lady nos toca.
- The Perfect American, de Glass. Huy Glass, huy Glass, que unas cosas sí y otras son un muermo...
- Parsifal, de Wagner, en concierto. Todo depende de director de orquesta y reparto, claro.
- Così fan tutte, de Mozart. Genial, la ópera de Mozart a la que le tengo más manía. En fin.
- Roberto Devereux de Donizetti, en versión concierto. Aquí se traen a la Grube, creo.
- Les Pêcheurs de perles de Bizet, ¿en versión concierto? Agh. Probablemente con Juan Diego Flórez.
- Don Giovanni, de Mozart (vaya, dos Mozart escenificados en la misma temporada, viva la variación). Bueno, por lo menos, operón operón.
- La rappresaglia, de Mercadante. Ni idea.
- Wozzeck, de Berg. ¿Otra vez?
- Die Zauberflötte, de Mozart. ¿Dije dos? Pues no, son tres Mozart. Sólo 3 funciones ¿? ¿estará fuera de abono?
- Il Postino, de Catán. Esto es lo que andan cantando el Placi y la Domâs por ahí, ¿no?

En fin, no está tan diseñada para epatar como la presente pero los criterios de programación no dejan de parecerme caprichosos. Veremos la composición de los abonos... dentro de unos meses.

Y ya se pueden poner los antimortier a vociferar y rasgarse las vestiduras, tienen meses para ello.

jueves, noviembre 10, 2011

Pelléas et Mélisande en Madrid: una castaña


Ay, qué petardo y qué poco mariculto queda decir esto, pero CÓMO ME ABURRÍ en el Pelléas de Madrid.

A ver, uno sabe a lo que va, Pelléas et Mélisande no es El Barbero de Sevilla. Hay que procurar meterse dentro de la ópera, entrar en lo subyacente, en lo que se intuye más que en lo que se muestra, y dejarse envolver por la música de Debussy.

Mi problema con esta ópera es la parte vocal. Mientras la orquestal me parece fantástica, especialmente en los interludios entre escenas, la vocal se me hace muuuuy cuesta arriba.

Y en esta producción la puesta en escena y la lentitud de la orquesta no ayudan nada.

Robert Wilson pasa totalmente de mostrar emoción alguna en escena. Su idea de es puramente estética: imagina un escenario y coloca allí a los cantantes. Luego les hace moverse con las manos extendidas como en plan circo de autómatas. Todo muy estático, muy plástico, pero tremendamente frío.


Es una opción, vale, de acuerdo, pero el mayor problema que yo le veo es que todas las escenas son iguales: el escenario vacío, la misma luz, el mismo fondo azul, las mismas columnas negras, los mismos elementos repetidos, los mismos movimientos... ¿qué ocurre? Pues que cuando llevo una hora de ópera y las comodísimas butacas del 5º piso del Teatro Real empiezan a pasar factura a mis lumbares, empiezan los bostezos.



Eh, que nadie me diga, que iba bien despejado, con siestecita y overdose de cafeína. No bostezaba de cansancio o sueño, no. Bostezaba de aburrimiento.

Sylvain Cambreling sacó jugo a la orquesta pero iba excesivamente lento. Sí, matizada y tal, pero contagiada del estatismo de la escena. Es decir, soporífero. Y eso que los metales sonaron como nunca y el arpa conseguía ese efecto envolvente tan del autor.


De los cantantes, sólo Laurent Naouri me emocionó y se implicó en el papel. Los dos amantes tuvieron que luchar contra la parálisis de la puesta y el absurdo misticismo intrínseco de sus personajes y claro, así es difícil lucirse. Yann Beuron cumplió como Pelléas, la voz le corría bastante bien por el teatro y el timbre es grato. Camilla Tilling tiene un timbre precioso, pero sólo brilló en la escena de la torre, que es cuando tiene algo realmente cantable. En el resto, como si no estuviera.


Da rabia asistir a un espectáculo tan frío. El libreto está plagado de momentos que, aunque no lo parezca, están cargados de tensión. La morosidad de la orquesta y la insoportable dirección escénica se los cargaron, directamente.

Me fui a casa en el entreacto, después de la absolutamente anticlimática escena del niño. Entre llegar a casa antes de las once o hacerlo pasada la medianoche después de ver una hora y pico más de lo mismo, opté por lo primero.


Claude Debussy
Pelléas et Mélisande
Camilla Tilling, Yan Beuron, Laurent Naouri, Franz-Josef Selig, Leopold Lampelsdorfer, Hilary Summers.
Sylvain Cambreling, Robert Wilson.
Teatro Real de Madrid, miércoles 9 de noviembre de 2011


lunes, octubre 31, 2011

2 Turandot Low Cost


Cuando uno va a una representación de ópera fuera de los teatros habituales sabe en principio qué puede esperar y qué listón hay que poner. No es lo mismo una producción y unos cantantes de teatro de categoría que lo que te puedes encontrar en un auditorio municipal o en una representación gratuita. Hasta ahí creo que todos más o menos de acuerdo, ¿no?

Porque este año he ido a dos Turandot de bajo coste.

La primera fue en el ciclo que la Junta Municipal de Moncloa-Aravaca ofreció a principios de verano, con dos funciones al aire libre en el Templo de Debod y una en el Auditorio de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense.

Yo fui a la de la Complu. Vamos, ni loco espero yo horas para coger sitio en las sillas y menos bajo el agradable calorcito veraniego madrileño. La de la Complu también era gratuita pero había que solicitar las entradas por teléfono, con lo que sólo había que hacer cola para coger sitio en el auditorio, pero sin apelotonamiento de gente.

Veamos: función gratuita en una universidad. Mode "exigencia" en LOW.

Y es que el nivel fue también bastante LOW, quedando sólo en el límite de lo digno.


No voy a hablar de producción porque cuatro farolillos chinos colgando de un hilo no se pueden considerar decorado. Era una versión en concierto o, como se dice ahora, semiescenificada. Vamos, que había vestuario.

Por un problema eléctrico no funcionaban las luces de los atriles de la orquesta, por lo que hubo que encender toda la luz del escenario. ¿Problema? Los sobretítulos proyectados sobre una madera clara no se veían nada. A mí me daba igual, porque me la sé, pero hubo quien lo pasó mal. Además, mejor que no se vieran, porque eran de una chapucería extrema. En el segundo acto creo que ya optaron por no proyectarlos.

Disculpa que no ponga los nombres de los cantantes pero no conservo el programa. El nivel vocal estuvo aceptable. Las que más destacaron fueron las chicas. Turandot fue rotunda, potente y con clase. Y es que no se puede cantar este papel si no se tiene un mínimo de nivel. Aguantó como una jabata y el timbre hasta me recordó a la Dimitrova. Bien. Bien también la Liù en su agradecido papel. Un par o tres de peldaños más abajo estuvo el Calaf, excesivamente ligero para el rol. Se guardó todo para hacer un Nessun Dorma apañaete y pegó los agudos, pero se le veía que lo pasaba bastante mal. El resto de cnatantes y coro, entre lo discreto y lo más discreto.

Y es que a ver quién es capaz de apreciar a los Ping Pang Pong si, en lo que un amigo llamó puccinicidio, les cortaron casi todas sus intervenciones. El trío del inicio del segundo acto fue suprimido por completo, y creo recordar que alguna otra cosilla también.

Como también se cargaron toda la escena del coro del primer acto. Fiuuu, eliminada.

A pesar de todo esto, se podría decir que la Turandot se salvaba, estaba dentro de lo aceptable/ esperable, pero teníamos otro handicap: la orquesta.

Desajustadilla y sobre todo con un grave defecto: no había percusión. ¡Cómo es posible hacer una Turandot sin percusión! Toda fue sustituida por un piano que sí, hizo el esfuerzo de intentar hacerse notar, pero no pudo ser. Es que ni gong ni timbales ni na de na.

Me imagino que las funciones en el Templo de Debod, entre la sugestión del entorno y que tenían mejor tenor, estarían más decentillas, pero lo que es la de la Complu se quedó en un sufi raspao raspao (un 5.0 que decía mi profe de Botánica, que era que habías suspendido pero te subía una decimilla para no catearte).


Lo que más rabia me dio fue que había arrastrado a varias personas y todo el mundo quedó bastante decepcionado.

Por eso cuando me dijeron que una compañía ucraniana iba a representar meses después la Turandot en un pueblo de las afueras de Madrid, ya no avisé a nadie. Me fui solito con mi Tx para quitarle la espinita de la Turandot de la Complu.

Cogimos entradas para el Teatro Auditorio Adolfo Marsillach de San Sebastián de los Reyes en la fila 4 (que se vea cerquita, que se vea) y... resulta que habían eliminado las dos primeras filas de butacas para colocar a la orquesta y que la fila 3 no se vendió. Así que estábamos... ¡en primera fila!


La Turandot de Sanse ya fue otra cosa. Lo primero, se podía considerar una producción. Cutre y hortera, pero con sus decorados. Luego, con orquesta completa (y a medio metro de nuestras orejas). Y finalmente, con una buena cantidad de personas en escena, que es algo que en Turandot se agradece mucho.

No hubo ningún corte en la partitura, la operita tal y como la conocemos y con el final de Alfano/Toscanini de siempre. Y... A TODA LECHE. Vamos, que se cepillaron la obra en dos horas y cuarto con dos intermedios incluidos. Yo creo que no había escuchado una Turandot tan rápida en la vida. Bueno, sí, quizás el CD de Chailly con Pavarotti y Caballé. Pero es que la cosa fue... volada.


A la orquesta no le pidas sutilezas, especialmente a las cuerdas. Vasyl Valislenko, el director, estaba enfervorizado y la llevaba a tutiplén. Y se lo pasó en grande. Una cosa curiosa que no había visto yo nunca (claro, a ver quién nota eso desde el quinto piso del Teatro Real): el director conversaba con la concertino durante toda la obra y a toda la orquesta la dirigía no sólo con la batuta, sino pegándoles voces. Una cosa... En su exaltación, se le cayó la batuta una vez y al final de la obra le pegó un porrazo al atril que casi se lo tiró encima a los violines. Gozoso y pumba pumba pumba.

Giorgi Meladze, Calaf, se movió en el mismo estilo que la orquesta: siempre en forte. Así las arias le quedaron normalitas, pero lo que es la escena de los enigmas y el final fueron de un efectismo espectacular. Iba vestido como el árbol de navidad de Barbra Streisand: todo eran plateados. En cuanto a actuación, pues como todos los Calafs del mundo: absoluto pasmarote.

Liù (irina Golovchenko) no tenía una voz especialmente bonita de timbre, lo que le deslució un poco. Es un papel muy goloso para una lírica. Estuvo bien, pero sin entusiasmar.



La Turandot de Tatiana Plekhanova ya fue otro cantar. A la cantante se la veía más veterana y rodada. Cierto es que el timbre era poco grato, pero fue la única que matizó y supo expresarse. Y mira que es difícil en este rol. Empezó calando el primer agudo de In questa reggia (ese "e quel grido") y me temía lo peor, pero no. Aguantó el final del aria sin dificultad y a toda pastilla, super-rápida, y luego la escena de los enigmas. No fue perfecta, vale, pero fue la que cantó con más clase y la única que verdaderamente interpretó.

El Timur deplorable, una pena.


Los Ping Pang Pong estuvieron más que correctos, ayudados por una interpretación exagerada y cómica, muy excesiva, y también por la velocidad que ya he comentado. Su trio del segundo acto fue bastante divertido. Le tengo yo cariño a estos personajes. Suelen caer mal porque interrumpen la acción y son como un estorbo, pero para mí son los únicos personajes con los pies en la tierra de esta ópera. Todos los demás viven en sus mundos de príncipes, princesas y amores imposibles, ellos se preocupan de lo que se tienen que preocupar: sus celebraciones, sus banquetes, sus ejecuciones, sus entierros... Además, tienen la música más evolucionada y sorprendente de esta ópera. A lo que voy, que muy bien.

El coro mantenía el tono general de la producción, y además eran los figurantes. Calculé unos 30. A destacar una de las coreutas, vestida de morado ella, superexpresiva e implicadísima: interpretaba cada frase poniendo unas caritas que cada vez que aparecía no podía yo evitar fijarme en ella.

Y es que la dirección escénica, siendo elemental, estaba cuidada: el coro no era algo estático, siempre estaba haciendo algo, igual que los ministros. Dentro de lo clásico, más que entretenida.

Lo más llamativo de esta Turandot es la producción. A ver: el escenario era sencillo: un cielo estrellado con un palacio al fondo y unos telones pintados. Como elementos de atrezzo, tres miniestructuras con ruedas tras las que se encontraban los ministros y unos candelabros en los que no se habían ni molestado en ocultar las regletas de los enchufes. Era tan cutre que enternecía.

Lo más, el palacio de Turandot: es una cabeza de dragón que se abre (se ven los hilitos que tiran) y entonces echan humo y sale la princesa. ¡Súper!

Y si los decorados eran kitsch, del vestuario ya ni te cuento: apoteosis de la lentejuela y la peluca de nylon. Todo era de un brilli brilli escandaloso de ropa de disfraz comprado en los chinos. Pero es que joder, que la ópera transcurre en China. Por el vestido de lentejuelas naranjas del emperador se hubieran tirado de los pelos Tania Doris y Norma Duval. Muy tremendo. Y esas barbas que se les veía la goma elástica con las que se sujetaban, y esos soldados con los bigotes pintados. Super kitsch.


En definitiva, que fue como viajar en Low Cost, que sabes a lo que vas y lo que puedes esperar, y si supera con creces las expectativas como fue el caso de Sanse, pues muy bien.

Esta producción de la agencia Concerlírica está recorriendo toda España. Sé que va a Guadalajara y Valladolid próximamente. En serio, por el precio y yendo libre de prejuicios, merece la pena.

Un último detalle: detrás teníamos a dos matrimonios en la cincuentena que no paraban de decir "qué bonito, qué bonito". Durante el segundo acto se oía como un ruido extraño, como alguien hablando pero muy baito. ¡Era uno de los señores que estaba escuchando el partido de fútbol en la radio con auriculares!

Nos lo pasamos como chinos, nunca mejor dicho.



Vídeos y fotos corresponden a otras funciones de esta misma producción.

Giacomo Puccini
Turandot

Auditorio Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid.
Jueves, 30 de junio de 2011

Concerlírica
Tatiana Plekhanova, Giorgi Meladze, Irina Golovchenko
Teatro Adolfo Marsillach, San Sebastián de los Reyes (Madrid)
Sábado, 29 de octubre de 2011

lunes, octubre 03, 2011

Elektra en el Teatro Real de Madrid


Empieeeeeza la temporada de la polémica en Madrid, señores.

Y ha empezado la mar de bien, con una Elektra notable, oiga.


Y es que traerse a Semyon Bychkov para dirigir la orquesta es, como dicen las cursis, un lujo un broche. No es sólo la rotundidad con la que aborda las partes con más fuerza de la partitura, es la brillantez: donde habitualmente se oye ruido y papapúm papapumba, aquí se oían todos los matices, se era capaz de distinguir los instrumentos. Y acompañaba perfectamente a los cantantes en los momentos más delicados. Bychkov ha exprimido a la orquesta a base de bien. Una gozada.


Pero por muy bien que esté la orquesta, si no hay cantantes de nivel, Elektra se queda coja. Christine Goerke me descolocó bastante al principio: demasiado lírica y, como es habitual en el rol, reservándose para después. Y eso me jode, porque el primer monólogo queda deslucido. Se fue creciendo a medida que avanzó la función y a partir de la llegada de los extranjeros con las noticias se soltó la melena y me pareció estupenda.

Tenemos las Elektras pepinazo continuo, tipo Nilsson, las desgarradas porque yo lo valgo (y puedo), tipo Marton, las sufridoras dramáticas, tipo Polaski. Goerke no va por ninguno de esos tres caminos, va por el suyo, más introspectivo y explotando al final.

La danza final fue abordada como una especie de movimientos espasmódicos, patadas y zancadas. Vale, no es una danza pero coño, es que Elektra es LA LOCA DEL HACHA. Más que efectiva, histérica y enloquecida, que es lo que es.


Jane Henschel está cascaílla, sí, pero al menos CANTA el papel de Clitemnestra, no lo declama ni lo grita. Y escénicamente estuvo la mar de bien.


Manuela Uhl tiene una bella voz, más grande de lo habitual en el papel de Crisótemis. Bien, pero no me acabó de llenar del todo.


Los demás, dentro de la corrección.

La puesta en escena es la típica de una Elektra: todo vale. Es decir, hormigón y trapajos. Una impresionante estructura de varios pisos domina el escenario a modo de palacio/cárcel. Como siempre, desde los pisos altos sólo se ve la mitad. A destacar el uso de la luz incluso dentro del edificio gracias a los tragaluces.


El movimiento de cantantes, de pena. A la pobre Crisótemis la tuvieron dando vueltas sobre sí misma durante toda la ópera, y los encuentros/desencuentros entre Elektra y su madre y hermano, totalmente desaprovechados.

Por lo demás es una puesta muy tradicional, sin transgresiones ni rarezas.

Para mí, buen comienzo de la temporada.
Un título que funciona y unos intérpretes de nivel.
Aplausos finales más que justificados.
Hay otro reparto con Deborah Polaski (y el ardor) y Rosalind Plowright (!)
En la prensa critican que se inaugure con una producción de alquiler de hace casi diez años. No nos libramos del paletismo, parece ser.


Richard Strauss
Elektra
Christine Goerke, Jane Henschel, Manuela Uhl, Chris Merritt, Samuel Youn.
Semyon Bychkov, Klaus Michael Grüber.
Teatro Real de Madrid, lunes 3 de octubre de 2011

Fotos del Teatro Real y de Parsi.

viernes, julio 29, 2011

Tosca clasicota para cerrar temporada en Madrid.


Qué barbaridad, que no me da ni tiempo a comentar la Tosca del otro día con la que el Real cierra la temporada (fuera de abono).

Me llevé a mi sobri, que preguntaba si le iba a gustar más que Las Bodas de Fígaro, y yo le dije que creía que sí, más que nada porque esas bodas fueron de auténtico sopor.

Le estuve explicando un poco por encima el argumento, el contexto histórico y el musical, por centrarla un poco, y sobre todo para involucrarla un poco más en la ópera.

Y mira, salió una Tosca de lo más clásica en cuanto a resultados porque... ¿qué es lo que se espera de una Tosca? Pues que los protagonistas canten a base de bien y el Scarpia sea malo malísimo.



Fui a primer reparto, me hubiera gustado ir al segundo por la Radvanovsky, pero no soy tan freak como para comprar para los dos. Me sorprendió para bien la Urmana, y es que yo me esperaba su clásica interpretación de "aquí pego el grito pero como actriz soy igual que una columna de piedra". Avisaron de que sufría un proceso gripal. Pues mira, yo creo que precisamente por eso estuvo más delicada y expresiva que lo que es habitual en ella.

El timbre sigue siendo muy interesante, el volumen torrencial y sí, se le abren los agudos, pero ahora cuéntame tú a qué Tosca actual no se le acusa de que grita los agudos. Pero lo más importante es que es UNA TOSCA CON GRAVES. De las poquísimas a la que se les oye el momento de las lágrimas. Y en lo escénico estuvo más que correcta. Muy bien.

Marco Berti no es que sea una columna de piedra, es que es un canto rodao. Llega, pega el bocinazo que se oye a 10 km de distancia y se queda tan pancho. No le pidas más, y mejor que no lo haga, porque las dos veces que intento matizar y apianar se le estranguló la emisión y quedó rarísimo. Su Mario es turrón del duro: dulce pero te dejas los dientes si le intentas dar un bocado. Su interpretación... esto... ¿interpretar? ¿qué?


Al lado de estos dos auténticos chorros de voz, Lado Ataneli se queda corto, cortísimo. ¿Lo bueno? Que por fin es un Scarpia cantado y no "parlado". Cantado con intención y muy bien interpretado. Que uno ya está harto de que le pongan de Scarpias a barítonos famosos en el final de sus carreras. ¿Lo malo? Que quedaba totalmente tapado por sus compañeros y que los momentos "feroces" no le salieron.

Y también quedó totalmente tapado por la orquesta, cuyo director debió pensar que cuanto más pumba pumba más aplaude el público, y halaaaaa, dale que te pego al volumen. Suerte que la Tosca y el Mario podían con todo.

Bien los secundarios y correctito el coro, que no acabó de hacerse con el tiempo lento que la orquesta le dio al previo al Te Deum.


No me acordaba yo de esos decorados tan negros y horrendos made in Frigerio para la Tosca de Nuria Espert en el Real, y eso que es la tercera vez que veo la producción desde 2004. Vale, funcionan (y muy bien) en el primer acto, dan el pego en el segundo pero en el tercero, el de la trampilla, es de un feísmo que asusta. Sobre la tan "escandalosa" idea de hacer que Tosca le tire una copa de vino al Cristo después de matar a Scarpia (oh, cielos, he revelado la trama) pues vale, es una ocurrencia de la Espert que NO ESTÁ EN EL LIBRETTO, ¿pero a estas alturas nos vamos a quejar por eso y vamos a exigir que haga lo del crucifijo y las dos velitas? Que no es para tanto, joder.

El público. Si me quejo yo habitualmente de que me salgan los Gremlins en la zarzuela, al lado tenía a uno auténtico que se dedicó a tararear casi todos los temas conocidos así como murmurando. Tela.

Y detalle curioso: señor que se enfada mucho porque a otro le suena el teléfono móvil... EN EL CUARTO DE BAÑO DURANTE UN ENTREACTO. Y sí, se enfadaron mucho ambos y continuaron la discusión por los pasillos. Serían indignados de esos.


En definitiva, una Tosca más que disfrutable y dentro de los cánones. ¿Que se le pueden buscar fallos? Pues sí, todos los que quieras, pero yo procuro ir a la ópera a disfrutar y no a pasarlo mal ni a comparar con la versión pirata en vivo del año 52 que suena a huevos fritos con una cantante que no grabó nada comercialmente pero que es la mejor del mundo y blablabla, porque entonces son ganas de ir a encabronarse a la ópera, digo yo.

Ah, mi sobri encantada, y esta vez además no me obligó a hacerle la sesión fotográfica en los salones de la segunda planta para colgarla después en el tuenti.


Giacomo Puccini
Tosca
Teatro Real de Madrid, miércoles 27 de julio de 2011.
Violeta Urmana, Marco Berti, Lado Ataneli, Felipe Bou, Valeriano Lanchas, Carlo Bosi, Károly Szemerédy, Francisco Santiago, Ruth González.
Renato Palumbo, Nuria Espert


lunes, julio 18, 2011

Las de Caín, un delicioso divertimento retro.



¿Pero qué pasa en El Español que nos están poniendo toda la producción de Sorozábal? Ah, yo por mí encantado, ¿eh? Que en los últimos años me he visto Adiós a la Bohemia, Katiuska, La Eterna Canción, Black El Payaso... y ahora Las De Caín.

Las de Caín es de 1958, con música de Sorozábal padre e hijo, y ya no es TAN zarzuela sino que, como dice el programa con mucho acierto, es una comedia musical.


Cuidado.
El texto no es que esté anticuado, es que tanto argumento como chistes suenan totalmente a lo que son, sainete de los Álvarez Quintero de principios del siglo... pasado (es decir, humor trasnochadísimo con gracia cero). Y, sin embargo, el resultado es muy gracioso y divertido.
¿Y cómo se logra eso?
Pues poniendo mucho esmero, con una dirección escénica sobresaliente y unos actores/cantantes de primera línea.

Porque en estas Las De Caín está todo cuidadísimo, y eso se ve ya directamente en los "títulos de crédito":



Ángel Fernández Montesinos ha conseguido crear un delicioso divertimento retro, cuidando decorados (fantásticos y con un dinamismo nada chirriante), detalles, coreografía y, sobre todo, definiendo y trabajando cada personaje. Con ayuda de los actores, claro, que parece que se han preparado sus papeles como si cada uno de ellos fuera el protagonista principal. Hay personajes, como Marucha (Teresa Castal) o Brígida (Trinidad Iglesias) que, no siendo nada relevantes, están tan bien interpretados y tan llenos de detalles que se comen las escenas en las que salen.


No se puede decir de uno que desmerezca, y además han conseguido una combinación perfecta entre cantantes que actúan y actores que cantan, sin caer en el habitual suplicio que es escuchar los recitados de las zarzuelas.


Marisol Ayuso la verdad, cantar, pues canta poco, pero pone presencia, intención y sirve para que el público diga "aaaaah" cuando sale por primera vez, que para algo es "la mamá de Aída". Acompañándola, solvente como siempre, Luis Álvarez.

La pareja protagonista, Hevila Cardeña y Javier Galán. Muy bien vocalmente y solventando también las partes habladas lejos del envaramiento de los cantantes líricos.



De las chicas, ya digo, todas más que bien pero un punto, puntazo, para Teresa Castal, fantástica.

De los pretendientes, entonado Francisco Sánchez, y graciosísimos Israel Ruiz como Pepín y Ángel Ruiz (Quesquispás, Glorious, Betty Brown) como Marín.


Estupenda, repito, Trinidad Iglesias y correctos los criados, el sainetista y el guarda.

María Garralón está muy graciosa, pero su personaje se queda en poco.

Y luego está Paco Valladares. Qué hombre. Mira que era el típico tío que me reventaba porque sólo lo conocía de afectadísimos papeles de galán de teatro para televisión en los años de Maricastaña. Pues toma Valladares. Se come todo lo que se le ponga por delante y eclipsa a todos los que tiene alrededor. Da perfectamente el papel (que en manos de otro podría haber sido un aburrimiento). Cada gesto es una creación. ¿Sobreactuado? Pues sí, pero , ¿y qué? Mejor así. Es el figurón de la función, arrancó risas (de las de verdad) y fue el más aplaudido. Oye, y además sabe entonar al cantar. Muy bien.


La parte musical, aún siendo importante, no es lo que prima en esta obra. A ver, tiene sus partes inspiradas pero no es que sea un Sorozábal de primera línea. Recuerda mucho a otras zarzuelas del autor (bueno, de uno de los autores). Tenemos la habanera, el pasodoble marca de la casa, un chotis (estupendo), el vals, la clásica romanza de barítono (no muy allá), una romanza de soprano que suena mucho a cine musical americano, un dúo un poco hortera...



Y yo con lo que me quedaría, aparte de con el chotis, es con los números concertantes, en los que los Sorozábal consiguen que haya diez personajes cantando a la vez en una estructura de aparente ligereza. La única referencia discográfica que conozco es la grabación del propio autor para Hispavox con Teresa Tourné, Ana Higueras y Renato Cesari.


La orquesta fue llevada con ligereza y desenvoltura por Montserrat Font Marco, alejada de chimpunes y efectismos, y permitiendo que las voces se oyeran y, lo que es más importante, se entendieran.

Estuvimos en palco de tercer piso por 13 euros en un teatro que no es muy grande, hay entradas más baratas y encima días con descuento. Y, como dijo mi tx, mucho mejor esto que ver las franquicias asépticas y con micrófono de los musicales de la Gran Vía.



No es que se salga emocionado y cantando a voz en grito como cuando sales del Trovatore, no, pero el caso es que una velada muy agradable (aunque la obra al final se haga un poco larga, dos horas y diez sin descansos y con un argumento que no da mucho de sí) y queda como un delicioso divertimento retro.


Las de Caín
Pablo Sorozábal (padre e hijo)
Teatro Español, Madrid.
Jueves, 14 de julio de 2011.
Marisol Ayuso, Luis Álvarez, Francisco Valladares, María Garralón, Hevila Cardeña, Javier Galán, Raquel Esteve, Francisco J. Sánchez, Noemi Mazoy, Israel Ruiz, Teresa Castal, Ángel Ruiz, Ruth Terán, Trinidad Iglesias, Manuel Aguilar, Alejandro Navamuel, Alexandro Valeiras, Óscar Hernández
Ángel Fernández Montesinos, Montserrat Font Marco

Detalles de las proyecciones en el prólogo y entreactos:


jueves, julio 14, 2011

San Francisco de Asís en el Madrid Arena: Desmesura


Bueno, pues ya fui a la campanada de la primera temporada Mortier en el Real: El San Francisco de Asís de Messiaen, en el Madrid Arena, y sólo se me ocurre una palabra: desmesura.

Desmesura en la duración de la obra.
Desmesura en la duración de la representación, con un intermedio de UNA hora.
Desmesura en el recinto donde se ha representado, con la famosa cúpula gigantesca.


No sé, lo de ir hasta la Casa de Campo, entrar a las seis de la tarde y salir a las doce de la noche me parece un exceso. Por mucho que hayan querido hacer de estas representaciones una especie de Festival de Verano tipo Bayreuth o Glyndebourne, donde se puede cenar en medio de la ópera. No sé, nunca he ido a esos sitios, ¿se puede? Además, lo de la cena es que te corta todo el rollo de la continuidad de la ópera, vamos digo yo.



Lo bueno, el tiempo tan fantástico que hizo ayer, veraniego pero con viento, no hacía mucho calor. Y la gran mayoría (de los que no se fueron) corrió a la máquina de cocacolas del pabellón de enfrente y se había traído su bocata de casa, convirtiendo los exteriores del Madrid Arena en un improvisado picnic cultureta.

Sorprendente el Madrid Arena. Yo que iba ya decidido a quitarme la camiseta cuando me acordé de que no iba al Infinita, que este año lo hicieron en la Caja Mágica, sino a la ópera. Sorprendente por la buena acústica que tuvo. Y mira que los pabellones deportivos son criminales para la música. Pues no. No sé si fue la cúpula que hacía de barrera trasera, las pantallitas que colgaban de estructuras en el techo o qué, el caso es que oírse, se oía de maravilla.


También hay que reconocer que la orquesta, dirigida por Sylvain Cambreling y traida desde Baden-Baden, estuvo TREMENDA. Y los solistas muy a la altura. Alejandro Marco-Buhrmester cumplió perfectamente con el papel del santo y Camila Tilling estuvo brillantísima como el ángel. Los coros (dos, por disposición de dios) también fabulosos, aunque me perdí el coro final, que casi todo el mundo que ha aguantado ha dicho que era lo mejor de la función.


La escenografía consistía en unas pasarelas por las que los personajes pululaban, una jaula y un gigantesco secador de pelo... digo... una cúpula.


La cúpula es bastante alucinante: 22 toneladas de peso (aunque no la pesé), 13 metros de diámetro, 14 metros de fondo, y cientos de fluorescentes que la hacían cambiar de color. Pero ya está. ¡¡¡Yo creía que se movía!!! Pues no. Es muy sorprendente pero la sorpresa se pasa al cuarto de hora. Tiene un rollo así industrial de estación de tren siglo XIX y sí, los efectos de color eran muy plásticos. Me pareció bien la escenografía. No es una ópera que necesite más, y hacer unos decorados realistas puede quedar entre cursi y cutre. Es una puesta en escena muy estática, eso sí.


Pero es que coñe con la ópera, anda que no es estática. Lo del libreto es de juzgado de guardia, como cada vez que los propios compositores son los que los escriben. ¿Es que Messiaen no ha oído hablar de la palabra contención? Vale, son escenas de la vida de San Francisco y todos esperamos ver lo del hermano Sol y hermana Luna pero... ¿hace falta que el tipo se tire UNA HORA de reloj hablando de pajaritos?

Si lo unimos a una música que es interesante, suena bien, no es difícil... pero PARECE TODA IGUAL, la cosa se pone muy cuesta arriba.

Como dijo un amigo que aguantó como un jabato hasta el final: es una ópera para sacarse una entrada barata y luego ir a cualquiera de los tres actos, preferiblemente a los últimos debido a las deserciones y así poder cambiarse a una butaca más cara.

Y es que el segundo acto, el de los pajaritos, de dos horas de duración, se hace eterno.
Coño, que se veía entre el público a gente leyendo, jugando con los móviles... ¡¡¡si hasta yo estuve chateando con uno del coro!!!



A las diez se me planteó la opción de llegar a casa a las 22:30 o esperar una hora de descanso, otra hora de música y llegar a casa a las 00:30 aprox.

Fui un burgués acomodaticio y culturalmente retrógrado e inmovilista: no aguanté y me fui a casa en el segundo entreacto, al igual que cientos de personas más.

Me dio rabia perderme el famoso coro final pero mira, quizás si el segundo intermedio hubiera tenido una duración aceptable sí. Pero como no, no estaba yo anoche para tantas gaitas y me largué.


Olivier Messiaen
Saint François d'Assise
Madrid Arena (Teatro Real de Madrid), miércoles 13 de julio de 2011
Alejandro Marco-Buhrmester, Camila Tilling, Michael König, Wiard Witholt, Tom Randle, Gerhard Siegel, Victor von Halem, Vladimir Kapshuk
Sylvain Cambreling, Ilya & Emilia Kabakov, Giuseppe Frigeni



Enlace:
Un análisis en Un chorro de luz

jueves, junio 16, 2011

Sopor de bodas


Menuda castaña de Bodas de Fígaro en el Teatro Real.
Qué sopor, qué aburrimiento, qué ganas de salir del teatro.
Y qué rabia da que la misma producción que hace dos años me gustó mucho (clic), anoche se convirtiera en una pesadez que se me hizo eterna.



Víctor Pablo Pérez es un plomo. Lo siento pero es verdad. Me lo habían advertido y no lo creí. Y toma. Vamos, que siendo López Cobos como es de contenido para Mozart, era la alegría de la huerta comparada con este señor. No es la lentitud, que lo fue, y mucho, sino la monotonía.

Una cosa es entender el clasicismo y otra que absolutamente todos los números de la ópera sonaran igual, IDÉNTICOS, sin un matiz. Qué desesperación.

Si a esto le añadimos un reparto de voces chiquitinas tirando a sositas y un problema técnico que obligó a interrumpir la representación durante un cuarto de hora, tenemos el resultado: entrar en el teatro antes de las siete y salir casi a las once con ganas de no volver más.


Poco pudo hacer esta vez Sagi con su dirección de escena animada y detallista. Y con ese manejo fantástico de la luz. Respecto a hace un par de años yo creo que el molestísimo ruido del chorrito de la fuente del cuarto acto estaba un poco más atenuado. Aún así, la puesta, lo mejor de la función.

Sobre el reparto hay que decir una cosa en primer lugar y es que

NATHAN GUNN NO SE QUITA LA CAMISA EN NINGÚN MOMENTO.


Señores, esto es un escándalo. ¡Para una vez que lo traen!
¡Tirón de orejas a Sagi y a Curro!
Gunn compitió con su mujer, la señora Annette Dasch, a ver quién era más soso y con menos voz, y ganó. Un conde anodino y nada implicado. Francamente, no es un cantante a tener en cuenta para nada, e interpretativamente igual que un trozo de corcho blanco. La condesa, igual de inane en lo actoral, por lo menos se implicó en sus dos arias e hizo algunas cosas muy bonitas para pasar el trámite.


Aleksandra Kurzak estuvo un peldaño más arriba que sus amos como Susanna. Inexistente durante los dos primeros actos, estuvo más correcta (y audible) en la segunda parte. Pero vamos, ninguna maravilla.


Los más interesantes de los protagonistas fueron Alessandra Marianelli de Cherubino y Pietro Spagnoli de Figaro, que se movieron en un buen nivel.

Los secundarios se comieron con patatas a los principales. Hasta la Barbarina y el Antonio, fíjate. Giménez y Chausson sacaron eso que se llama proyección de voz y con toda su edad les dieron mil vueltas a los demás. Y mira que a mí Chausson me suele poner nervioso porque exagera muchísimo, pero ayer era una gozada cuando salía. Jeannette Fischer no estuvo tan bien como hace un par de años (parece ser que ha sufrido alguna afección) pero aún así fue una más que buena Marcellina.


En fin, que unas Bodas de Fígaro para rellenar hueco en el calendario, básicamente.

Llevé a la mayor de mis múltiples sobrinas a la ópera. Y le gustó mucho.
Aunque lo que más le gustó fue sacarse fotos en los salones del Teatro Real.
Es lo que tiene tener 17 años.



Mozart. Le Nozze di Figaro.
Nathan Gunn, Annette Dasch, Aleksandra Kurzak, Pietro Spagnoli, Alessandra Marianelli, Jeannette Fischer, Carlos Chausson, Raúl Giménez, Enrique Viana, María Virgina Savastano, Miguel Sola.
Víctor Pablo Pérez, Emilio Sagi.
Madrid, Teatro Real, miércoles 15 de junio de 2011.

Mira

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