Bueno, pues ya fui a la campanada de la primera temporada Mortier en el Real: El San Francisco de Asís de Messiaen, en el Madrid Arena, y sólo se me ocurre una palabra: desmesura.
Desmesura en la duración de la obra.
Desmesura en la duración de la representación, con un intermedio de UNA hora.
Desmesura en el recinto donde se ha representado, con la famosa cúpula gigantesca.
No sé, lo de ir hasta la Casa de Campo, entrar a las seis de la tarde y salir a las doce de la noche me parece un exceso. Por mucho que hayan querido hacer de estas representaciones una especie de Festival de Verano tipo Bayreuth o Glyndebourne, donde se puede cenar en medio de la ópera. No sé, nunca he ido a esos sitios, ¿se puede? Además, lo de la cena es que te corta todo el rollo de la continuidad de la ópera, vamos digo yo.
Lo bueno, el tiempo tan fantástico que hizo ayer, veraniego pero con viento, no hacía mucho calor. Y la gran mayoría (de los que no se fueron) corrió a la máquina de cocacolas del pabellón de enfrente y se había traído su bocata de casa, convirtiendo los exteriores del Madrid Arena en un improvisado picnic cultureta.
Sorprendente el Madrid Arena. Yo que iba ya decidido a quitarme la camiseta cuando me acordé de que no iba al Infinita, que este año lo hicieron en la Caja Mágica, sino a la ópera. Sorprendente por la buena acústica que tuvo. Y mira que los pabellones deportivos son criminales para la música. Pues no. No sé si fue la cúpula que hacía de barrera trasera, las pantallitas que colgaban de estructuras en el techo o qué, el caso es que oírse, se oía de maravilla.
También hay que reconocer que la orquesta, dirigida por Sylvain Cambreling y traida desde Baden-Baden, estuvo TREMENDA. Y los solistas muy a la altura. Alejandro Marco-Buhrmester cumplió perfectamente con el papel del santo y Camila Tilling estuvo brillantísima como el ángel. Los coros (dos, por disposición de dios) también fabulosos, aunque me perdí el coro final, que casi todo el mundo que ha aguantado ha dicho que era lo mejor de la función.
La escenografía consistía en unas pasarelas por las que los personajes pululaban, una jaula y un gigantesco secador de pelo... digo... una cúpula.
La cúpula es bastante alucinante: 22 toneladas de peso (aunque no la pesé), 13 metros de diámetro, 14 metros de fondo, y cientos de fluorescentes que la hacían cambiar de color. Pero ya está. ¡¡¡Yo creía que se movía!!! Pues no. Es muy sorprendente pero la sorpresa se pasa al cuarto de hora. Tiene un rollo así industrial de estación de tren siglo XIX y sí, los efectos de color eran muy plásticos. Me pareció bien la escenografía. No es una ópera que necesite más, y hacer unos decorados realistas puede quedar entre cursi y cutre. Es una puesta en escena muy estática, eso sí.
Pero es que coñe con la ópera, anda que no es estática. Lo del libreto es de juzgado de guardia, como cada vez que los propios compositores son los que los escriben. ¿Es que Messiaen no ha oído hablar de la palabra contención? Vale, son escenas de la vida de San Francisco y todos esperamos ver lo del hermano Sol y hermana Luna pero... ¿hace falta que el tipo se tire UNA HORA de reloj hablando de pajaritos?
Si lo unimos a una música que es interesante, suena bien, no es difícil... pero PARECE TODA IGUAL, la cosa se pone muy cuesta arriba.
Como dijo un amigo que aguantó como un jabato hasta el final: es una ópera para sacarse una entrada barata y luego ir a cualquiera de los tres actos, preferiblemente a los últimos debido a las deserciones y así poder cambiarse a una butaca más cara.
Y es que el segundo acto, el de los pajaritos, de dos horas de duración, se hace eterno.
Coño, que se veía entre el público a gente leyendo, jugando con los móviles... ¡¡¡si hasta yo estuve chateando con uno del coro!!!
A las diez se me planteó la opción de llegar a casa a las 22:30 o esperar una hora de descanso, otra hora de música y llegar a casa a las 00:30 aprox.
Fui un burgués acomodaticio y culturalmente retrógrado e inmovilista: no aguanté y me fui a casa en el segundo entreacto, al igual que cientos de personas más.
Me dio rabia perderme el famoso coro final pero mira, quizás si el segundo intermedio hubiera tenido una duración aceptable sí. Pero como no, no estaba yo anoche para tantas gaitas y me largué.
Olivier Messiaen
Saint François d'Assise
Madrid Arena (Teatro Real de Madrid), miércoles 13 de julio de 2011Desmesura en la duración de la obra.
Desmesura en la duración de la representación, con un intermedio de UNA hora.
Desmesura en el recinto donde se ha representado, con la famosa cúpula gigantesca.
No sé, lo de ir hasta la Casa de Campo, entrar a las seis de la tarde y salir a las doce de la noche me parece un exceso. Por mucho que hayan querido hacer de estas representaciones una especie de Festival de Verano tipo Bayreuth o Glyndebourne, donde se puede cenar en medio de la ópera. No sé, nunca he ido a esos sitios, ¿se puede? Además, lo de la cena es que te corta todo el rollo de la continuidad de la ópera, vamos digo yo.
Lo bueno, el tiempo tan fantástico que hizo ayer, veraniego pero con viento, no hacía mucho calor. Y la gran mayoría (de los que no se fueron) corrió a la máquina de cocacolas del pabellón de enfrente y se había traído su bocata de casa, convirtiendo los exteriores del Madrid Arena en un improvisado picnic cultureta.
Sorprendente el Madrid Arena. Yo que iba ya decidido a quitarme la camiseta cuando me acordé de que no iba al Infinita, que este año lo hicieron en la Caja Mágica, sino a la ópera. Sorprendente por la buena acústica que tuvo. Y mira que los pabellones deportivos son criminales para la música. Pues no. No sé si fue la cúpula que hacía de barrera trasera, las pantallitas que colgaban de estructuras en el techo o qué, el caso es que oírse, se oía de maravilla.
También hay que reconocer que la orquesta, dirigida por Sylvain Cambreling y traida desde Baden-Baden, estuvo TREMENDA. Y los solistas muy a la altura. Alejandro Marco-Buhrmester cumplió perfectamente con el papel del santo y Camila Tilling estuvo brillantísima como el ángel. Los coros (dos, por disposición de dios) también fabulosos, aunque me perdí el coro final, que casi todo el mundo que ha aguantado ha dicho que era lo mejor de la función.
La escenografía consistía en unas pasarelas por las que los personajes pululaban, una jaula y un gigantesco secador de pelo... digo... una cúpula.
La cúpula es bastante alucinante: 22 toneladas de peso (aunque no la pesé), 13 metros de diámetro, 14 metros de fondo, y cientos de fluorescentes que la hacían cambiar de color. Pero ya está. ¡¡¡Yo creía que se movía!!! Pues no. Es muy sorprendente pero la sorpresa se pasa al cuarto de hora. Tiene un rollo así industrial de estación de tren siglo XIX y sí, los efectos de color eran muy plásticos. Me pareció bien la escenografía. No es una ópera que necesite más, y hacer unos decorados realistas puede quedar entre cursi y cutre. Es una puesta en escena muy estática, eso sí.
Pero es que coñe con la ópera, anda que no es estática. Lo del libreto es de juzgado de guardia, como cada vez que los propios compositores son los que los escriben. ¿Es que Messiaen no ha oído hablar de la palabra contención? Vale, son escenas de la vida de San Francisco y todos esperamos ver lo del hermano Sol y hermana Luna pero... ¿hace falta que el tipo se tire UNA HORA de reloj hablando de pajaritos?
Si lo unimos a una música que es interesante, suena bien, no es difícil... pero PARECE TODA IGUAL, la cosa se pone muy cuesta arriba.
Como dijo un amigo que aguantó como un jabato hasta el final: es una ópera para sacarse una entrada barata y luego ir a cualquiera de los tres actos, preferiblemente a los últimos debido a las deserciones y así poder cambiarse a una butaca más cara.
Y es que el segundo acto, el de los pajaritos, de dos horas de duración, se hace eterno.
Coño, que se veía entre el público a gente leyendo, jugando con los móviles... ¡¡¡si hasta yo estuve chateando con uno del coro!!!
A las diez se me planteó la opción de llegar a casa a las 22:30 o esperar una hora de descanso, otra hora de música y llegar a casa a las 00:30 aprox.
Fui un burgués acomodaticio y culturalmente retrógrado e inmovilista: no aguanté y me fui a casa en el segundo entreacto, al igual que cientos de personas más.
Me dio rabia perderme el famoso coro final pero mira, quizás si el segundo intermedio hubiera tenido una duración aceptable sí. Pero como no, no estaba yo anoche para tantas gaitas y me largué.
Olivier Messiaen
Saint François d'Assise
Alejandro Marco-Buhrmester, Camila Tilling, Michael König, Wiard Witholt, Tom Randle, Gerhard Siegel, Victor von Halem, Vladimir Kapshuk
Sylvain Cambreling, Ilya & Emilia Kabakov, Giuseppe Frigeni
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Un análisis en Un chorro de luz
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ResponderEliminarEn efecto, limitada. Las visiones extensas y concienzudas las dejo para los críticos. Saludos y gracias por pasarte.
ResponderEliminarjoooo, con lo que nos curramos el tercer acto....
ResponderEliminarLos pajaritos se hacen largos, pero merece la pena aguantar hasta el final.
Por cierto, más o menos me he visto en la foto :P
Pan, lo siento, y además me acordé de ti, porque me habían repetido que el coro final era lo mejor de la obra. No aguanté, jo.
ResponderEliminarMe gustarìa verla alguna vez porque se hace poco y yo amo a Messiaen, uno de mis compositores favoritos. Quizàs haya que ir a esta tambièn "con los deberes hechos", como has dicho alguna vez. El lenguaje compositivo del francès es raro de escuchar pero puede ser muy hipnòtico (tanto que uno puede dormirse...).
ResponderEliminarEl director de la orquesta es muy conocido por aquì y la orquesta misma es la de la radio que escucho todos los dìas, unos profesionales del carajo (si se me permite la expresiòn).
Me diò curiosidad saber què decìa el de la entrada suprimida del comienzo.