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lunes, abril 18, 2011

Cavalleria y Pagliacci: verismo, pero menos



Clásico programa doble en Barcelona, las óperas del Verismo, señores, la Cavalleria rusticana de Mascagni y los Pagliacci de Leoncavallo, pasen y vean.

Pues veamos.

Siempre lo he dicho: Cavalleria es una ópera que tiene que tener un equilibrio muy delicado para que salga bien: Ha de tener la suficiente pasión y tensión dramática para que nos creamos una historia rural de celos y venganza pero sin caer en la exageración. Pero es que si se queda corta puede resultar de una sosería infumable.

Y aquí nos hemos topado con dos "elementos" que han impedido que se logre ese equilibrio: el señor Callegari y la señora Cavani. Entre los dos han conseguido romper la unidad de Cavalleria y reducirla a una serie de números independientes entre sí.

Especialmente la orquesta, que si ahora toco deprisa, que si ahora despacio, que si ahora atronadora y sobre todo haciendo paradas "para el aplauso" tras cada fragmento. Era una sucesión de escenas cada una de su padre y de su madre. El intermezzo no es una pieza de disco de "música maravillosa para gente maravillosa a cargo de la orquesta de Ray Conniff", no. Tiene que reflejar la acumulación de tensión que va a estallar en unos momentos. Pues chico, aquí parecía que iba a salir en cualquier momento un cuerpo de baile como en las producciones made in José Luis Moreno.


Y si no teníamos poco con eso, la dirección de escena ha sido de lo más rancio que se puede echar uno a la cara y ha contribuido en mucho a esa sensación de números aislados con unos parones alucinantes. La conocía del vídeo del año 96 con Cura y la Meier pero no la recordaba tan aburrida. Convencional en los personajes principales pero impresentable en coro y figurantes. Todos entran de golpe, se colocan en semicírculo mirando al frente, se paran, cantan, terminan, se quedan unos segundos inmovilizados para que el público aplauda y se van (todos a la vez, por supuesto). Y luego los detalles repetidos: ¿cuántas veces salía una cabecita de entre cortinas para espiar lo que pasaba para desaparecer deprisa en cuanto uno de los protagonistas miraba? ¿Tres, cuatro, cinco? En fin. Decorado aceptable con cielo de fondo un poco cutre. Pese a estar ambientada en el siglo XX se puede considerar una producción de lo más clasicorra. Y definitivamente deplorable en cuanto a movimiento escénico.


Pues sí, los dos directores lastraron una Cavalleria que los cantantes intentaron salvar en lo posible. A Marcello Giordani ya lo he escuchado otras veces y sé de qué va: voz atrás, aburrida y mate, pero con agudos espectaculares. Pues no, esta vez ha estado muy homogéneo en todo el registro: claro, con intención y realmente brillante no sólo en los agudos. Muy, pero que muy bien como Turiddu. Ildiko Komlosi (ojo con las sopranos qué nombrecitos se gastan ahora) es una soprano de timbre agradable y voz potente. Cumplió como Santuzza pero le faltó garra. Santuzza es la catalizadora de toda la tragedia y aquí parecía más una víctima. Bien. Marco di Felice fraseó e interpretó bien pero con voz escasa de cuerpo abajo. Correcta, con gracia y con un timbre interesante la Lola de Ginger Costa-Jackson. Y Josephine Barstow tendría que haber dejado de cantar Mamma Lucias hace diez años. El coro, a grito pelao.

En una frase, que si no llega a ser por Marcello Giordani hubiera sido una función muy del montón. Yo la disfruté porque es una ópera que me encanta, pero mi querido TX, que estaba a mi lado, se aburrió y además le pareció "una bobada".

Media hora de descanso. Nunca más intentar cenar en ese intervalo. La culpa es mía, claro. Porque la ópera era la excusa, pero en realidad íbamos a hacer una visita a nuestros amigos de Barcelona. Y teníamos que quedar a las once de la noche ya cenados. Pensé que en los 30 minutos nos daría tiempo a tomar algo rápido, ¿y qué es el prototipo de lo rápido? Pues el horrendo McDonald's de enfrente del Liceo. Nunca más. Salimos corriendo, pedimos, engullimos cual ocas en granja de foiegras y volvimos corriendo al cuarto piso del Liceo. ¿Resultado? Olor insoportable a saborizante y una sensación de bolo alimenticio atascado en el esófago durante toda la noche. Horroroso. La próxima vez que nos esperen.

Payasos, de Leoncavallo.
Yo no sé que habrán pensado algunos con el título de la ópera, pero el sábado la zona de cuarto piso donde nos sentábamos estaba llena de niños. ¿De verdad sabían a dónde los llevaban? Dieron algo de guerra, pero más las mamás y papás intentando hacer que se callaran o dejaran de jugar con móviles y nintendos.

Con Payasos las cosas cambiaron a bien, menos mal.


Parece que la orquesta estaba más involucrada y como es una ópera que no tiene números tan independientes sí que se consiguió esa unidad que faltó en Cavalleria. Aún así, Callegari siguió emocionándose en demasía cuando había que tocar forte. Cavani también más contenida aunque con el mismo estatismo y los mismos recursos repetidos (anda que no hizo que mamás sacaran a niños del espectáculo cuando Canio se pone violento). El decorado, un intento de neorrealismo italiano años cincuenta, feo, cochambroso y de un vacío escénico tremendo. También terminó la ópera con una foto finish de todos paralizados. De función de fin de curso, vamos.


Los cantantes aquí estuvieron más modestos. Giordani acusó el esfuerzo de la Cavalleria y estaba menos cómodo en el papel. Aún así, nos obsequió un agudo interminable en su presentación y le dio sentimiento al Vesti la giubba. En el segundo acto la orquesta lo sobrepasó. Mejor de Turiddu que de Canio, pero aún así, muy buena noche de Giordani.

Ángeles Blancas ya sabemos cómo es: visceral y entregada, a veces en exceso. Solvente, no muy cómoda con el papel en la primera parte pero salvando los papeles, y mejor hacia el final. Bien.

Del Tonio, Vittorio Vitelli, mejor no hablar, con un prólogo inaudible. Correcto David Alegret como Beppe (el papel no da para más lucimiento que la serenata y también hay que hacer alguna auténtica barbaridad para cagarla).

Entre todos los elementos se puede decir que salió una función correcta y disfrutable (pese al Tonio y al emplasto de hamburguesa de pollo en el estómago, agh) y, desde luego, mucho más equilibrada que la Cavalleria.

Aún así, para un teatro de primer nivel como es el Liceu, la velada se quedó en un "bien" (y si no llega a ser por Giordani, no quiero ni imaginármela).

Ah, a la salida del Liceu se nos tiraron encima dos putas en la Rambla. Yo creía que eso ya no pasaba.


Pietro Mascagni
Cavalleria rusticana
Ildiko Komlosi, Marcello Giordani, Marco di Felice, Josephine Barstow, Ginger Costa-Jackson.
Ruggero Leoncavallo
Pagliacci
Marcello Giordani, Ángeles Blancas, Vittorio Vitelli, David Alegret
Liliana Cavani, Daniele Callegari
Gran Teatre del Liceu
Barcelona, sábado 16 de abril de 2011

miércoles, julio 22, 2009

Grandes Voces (grandes)



Martina Serafin (soprano)
Marcello Giordani (tenor)

Recital. Programa Puccini. Teatro Real de Madrid.
Ciclo Grandes Voces. Martes 21 de julio de 2009

Orquesta Sinfónica de Madrid. Keri-Lynn Wilson


Ay chico, qué gusto da eso de que un recital del ciclo de Grandes Voces sea realmente de voces grandes como plural de grande y no de gran.

Cancelada Cristina Gallardo-Domâs por enfermedad, fue sustituida por la austríaca Martina Serafin, acompañada por Marcello Giordani en un programa de Puccini con fragmentos de Tosca y Manon Lescaut.

Fue una especia de "Opera Interruptus", porque te quedabas con ganas de que terminaran de cantar el resto de la ópera. Eso de que te dejen al final de la primera parte sin Tosca tirándose del castillo provocaba su puntito de ansiedad.

En la segunda parte, más de lo mismo, arias de Manon Lescaut y un dúo que nos dejó a todos bastante fríos.


Martina Serafin tiene lo que se dice un vozarrón, de esos redondeados y potentes que da gloria escuchar. Timbre no particularmente bello pero homogéneo y sonoro tanto arriba como abajo. Es verdad que tardó un poquito en calentar y los agudos al principio los gritó, pero vamos, como Tosca estuvo de lujo.

De Manon Lescaut la cosa ya cambió un poquito. Demasiado vehemente en los "suaves visillos" y ya más a tono en el "Sola, perdida, abandonada". Además, me sorprendió que con lo rotunda que había estado en Tosca, en la segunda parte la orquesta se la comiera un poco.


A su lado, Marcello Giordani. Tenor de emisión un poco rara: la voz la tiene como atrás pero luego cuando sube al agudo suelta un pepinazo pleno que te deja boquiabierto. También tardó un poquito en calentar, pero Cavaradossi no le ofrece dificultad alguna y en Des Grieux se lució bastante. Ningún problema con la orquesta a tutiplén que tenía detrás.

Como bises, el Nessun dorma (bis ideal para levantar el teatro) y nuevamente el Vissi d'arte, esta vez mucho más dramático e interpretado. Como colofón, el dúo final de Andrea Chénier, "vicino a te", en el que los dos se salieron, culminando con un final de decibelios y traca final. Estupendo estupendo.

Iba a decir que Keri-Lynn Wilson dirigía la orquesta, pero quizás sería más apropiado decir que era ella la dirigida por la orquesta y los cantantes. Iba como muy precipitada, pero al final soltó los dos chimpún (el Nessun dorma y el Andrea Chénier) que es lo que el público pide y aplaude.

Resumiendo. Muy buen recital. Un programa muy agradecido, Giordani luciéndose y Serafin una soprano a tener en cuenta que ojalá nos cante más por España. Para la temporada que viene canta la Mariscala en Barcelona, puede ser muy interesante ya que puede hacer una visión interesante alejada del excesivo lirismo habitual en el personaje. Pero peligro: está abordando ya Turandot y me da un poco de miedo que ese agudo que corrigió a lo largo del recital se le termine quedando gritado.

Como anécdota, esta nota que acompañaba el programa de mano y que fue la culpable del "climax-interruptus" de la segunda parte del concierto:


¿Problema surgido con los materiales de orquesta?
¿Einnnn?

martes, diciembre 26, 2006

Manon Lescaut. Liceo de Barcelona. 23/12/06

¡ Por fin una ópera de vestuario y pelucón en el Liceo ! Ya iba siendo hora, joder. Si bien a mí me encantan las transgresiones y los destrozos escénicos en la ópera, de vez en cuando viene bien una producción clásica, siempre que no sea rancia, claro.

Gran noche la del sábado en Barcelona. Bueno, noche... y más, porque con los modernos sistemas de decorados que tiene el teatro... ¿quién coño se cree lo de que haya que haber 3 entreactos de media hora por la complejidad escénica? ¿No sería más bien que alguien no quiere llegar cansada al 4º acto? El caso, que una ópera de dos horitas de música se convirtió en 3 horas y cuarenta minutos. Y además, con sensación de coitus interruptus, ya que cuando uno empezaba a emocionarse, zas, intermedio. En fin. Noche "social" para ver y dejarse ver. Para ser Barcelona y casi Nochebuena no había mucho lentejueleo ni modelito imposible, estarían preparando la lombarda.

La representación fue estupenda. Primero, un susto: cambian al tenor el mismo día de la función. Sergej Larin cancela y nos ponen a Marcello Giordani. Y empieza la función y sale un tenorino al que no se oye nada y yo ya haciéndome de cruces. Sólo era un susto, se trataba de Israel Lozano, que hacía el papel secundario de Edmondo, menos mal. Giordani cumplió la papeleta de la sustitución a última hora. Empezó un poco chillón pero en cuanto calentó la voz ofreció un gran Des Grieux, con agudos potentes y buena interpretación.

Pero la que se llevó el gato al agua fue Maria Guleghina. Qué señora más estupenda. Tiene una voz de las que llenan los teatros, capaz de soltar fortes atronadores y luego irse a filados exquisitos. Y también llena la escena. Es buena actriz, expresiva sin ser exagerada. Vocalmente cala algún agudo y algún punto de afinación es discutible, pero vamos, yo prefiero eso a una sosa de chichinabo que dé las notas pero que no me llegue. Tremenda.

El resto del reparto, correcto, con la sorpresa de ver a dos veteranos en papeles secundarios: José Ruiz como el farolero y René Kollo como el maestro de música.

Cuando leí las críticas en la prensa me quedé de piedra. Hablaban de la musicalidad pucciniana reflejada a la perfección en la orquesta y de poco menos que una maravilla de director musical, Renato Palumbo. Pero cooooooooño, SI SONÓ HORRIBLE. Yo no soy muy tiquismiquis con las orquestas, pero joder, que los tempi eran espantosos: en los momentos más intensos eran exasperantemente lentos y luego iba a toda hostia y metiendo zambombazos con la percusión. Y desafinaban. Y las cuerdas entraban cada una cuando quería. El intermezzo fue un despropósito total, donde el lirismo brillaba por su ausencia. Y el concertante del puerto...

La producción, preciosa, es la de la Scala que está en DVD con Muti, Cura y Guleghina. La dirección de escena de Liliana Cavani dejó fluir el argumento naturalmente, sin inmiscuirse ni molestar. Perfecta.

Gran y larguísima noche de víspera de nochebuena. Pero, salvo por la orquesta, con una agradabilísima sensación de haber asistido a una gran función.




Mira

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