miércoles, diciembre 20, 2017

La Bohème y el problema de la Ópera-María


Que una Bohème me emocione sólo en el último minuto (y, ¡oh spoiler! después de muerta Mimì) es chungo, muy chungo.

Pero es el problema de la ópera-maría (las llamadas óperas de repertorio, las famosísimas, las que casi todo el mundo conoce y los aficionados nos sabemos al dedillo). Tenemos tantas y tantas referencias de La Bohème que es casi imposible hacer abstracción, borrón y cuenta nueva cuando se asiste a una nueva función.

Pero bueno, yo no soy de los que va a la ópera a comparar, rabiar y sufrir, intento siempre disfrutar. Pero nada, con esta Bohème no ha habido manera.Y me da rabia gastar mi tiempo y mi espacio blogosférico en poner algo mal. Por eso no escribí sobre Butterfly ni Carmen.

Carmen resultó sosa, muy buena producción, buena dirección musical (atropellada, señor director, el preludio es un pasodoble, ¡un pasodoble! no una carrera militar) y unos cantantes que estaban alejados totalmente de estilo pero se les veía conocedores del rol y cumplieron. Ay esa Micaela que, aprovechando el poco volumen de sus compañeros, se convirtió en Brunilde... No salí contento pero tampoco defraudado.

Y la Butterfly contó con una pareja protagonista muy poco adecuada. Pero ahí la señora Jaho se implicó y se metió dentro del papel de tal manera que superó sus truquitos y limitaciones vocales, y arropada por una orquesta que se subía por las paredes, nos arrastró a todos dentro de la ópera de forma incontestable. Pasión, señores, que es Puccini.


Pero con Bohème no ha habido manera.
Partimos de la base de una dirección musical que se queda en aceptable, pero que si nos ponemos tiquismiquis la llamaríamos rutinaria. Y eso que lo que es sonar sonó bien.

Luego tenemos unos protagonistas vocales medianitos. Anita Hartig tiene un bonito timbre, frasea bien... pero la voz no acaba de ser redonda, se queda plana, no está cubierta en absoluto.
Stephen Costello no puede (ni debe) cantar Rodolfo. Punto. Y aquí sí que sería para ponerme a soltar improperios. 
Joyce El-Khouri es una Musetta mona, actúa muy bien y... no se la oye. A su favor, las últimas frases que canta en el 4º acto las hizo estupendamente bien.
El único cantante del cuarteto principal con voz colocada, empaque y presencia fue Etienne Dupuis como Marcello. Muy, muy bien.
Mika Kares cumplió como Colline y Joan Martín-Royo pasó un poco de puntillas por Schaunard. Bien Zapata como Benoit. El coro, muy poco sutil (bien el de niños).

Con esto ni siquiera el poder de la música de Puccini ni la historia de amor y muerte pudieron levantar la función.


La producción es la nueva del Teatro Real en colaboración con Covent Garden y la ópera de Chicago.
Es una producción clásica. La buhardilla es una buhardilla y la taberna una taberna, los habituales rasgavestiduras tienen que esperar al último acto para poner el grito en el cielo porque en vez de bailar se ponen a hacer pintarrajos en las paredes. 
Eso sí, los decorados son muy esquemáticos, la buhardilla parece un stand de Ikea (o la casa de Pippi Langstrumpf) y la taberna es poco más que un bloque negro enmedio de la nada.
El segundo acto desentona con el resto por la profusión de detalles, atrezzo y vestuario, pero también es el acto más vistoso y jovial musicalmente hablando, así que no es criticable. 

Lo que me descolocó fue la visibilidad claramente intencionada de operarios y tramoyistas moviendo los elementos de escenario, así como que se viera en los laterales la maquinaria o al coro esperando para salir a escena. Ignoro qué pretende con esto el director de escena, pero queda cutre.

Lo que sí está muy trabajado es el movimiento de cantantes y el trabajo teatral. Hay actuación y momentos conseguidísimos, como la salida de Musetta en el acto 3 o el juego de la llave. Muy bien.

Con todo esto, sólo me metí en la ópera cuando Musetta dice eso de "Madonna benedetta", que es a... ¿un minuto del final?


No, no me convenció nada.
Quizás el segundo reparto haga algo más.
Este domingo se emite en directo vía Facebook Live y seguro que otras plataformas. Probablemente suene mejor que en teatro.

Cosillas:


Ya no se puede acceder al salón de la 6ª planta a no ser que hayas reservado mesa para tomar algo de picotear en el descanso. Por una parte bien, por otra incómodo porque era un lugar estupendo para estirar las piernas. Ah, las mesas con las sillas de cocina y los manteles blancos lo hacen parecer una casa de comidas.


¿Por qué es tan absolutamente frustrante conectarse a la WiFi del Teatro Real?



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La Bohème
Giacomo Puccini
Anita Hartig, Stephen Costello, Joyce El-Khoury, Etienne Dupuis, Mika Kares, Joan Martín-Royo, José Manuel Zapata, Roberto Accurso.
Paolo Carignani, Richard Jones
Teatro Real, Madrid, martes 19 de diciembre de 2017

Mira

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