Wagner
Teatro Real de Madrid.
27 de enero de 2008
Ficha
Tarde y mal el escribir sobre el Tristán hoy. Se siente. Pero una semana con fin de mes, pago de impuestos, cierre de ejercicio pasado y locura generalizada me han quitado muchas ganas de actualizar el blog. Aparte, estoy muy poco operístico últimamente.
El domingo pasado me tocaba en abono el Tristán e Isolda de Wagner en el Real. No voy a volver a decir que le pegaría unos tijeretacillos por aquí y por allá porque enseguida salta el desquiciado de turno a insultarme. Se joda, es lo que opino. Tristán e Isolda es una obra con una música bellísima, pero desmesurada.
Y es que 5 horas en las incomodísimas butacas del 5º piso del Real se hacen notar. Porque no todo el mundo estaba en platea, ¿verdad Meeeeei?
Lo tengo comprobado: mi nivel normal de aguante con atención plena es de una hora aproximadamente. Cuando en las óperas los actos superan ese tiempo me distraigo o me peleo con el sueño. Luego llega el entreacto y ya se despeja uno. Y no veas cómo jode eso en una ópera como Tristán, donde la música más maravillosa está precisamente al final de los tres actos.
Pero yo iba preparado para las 5 horas de odisea espaciotemporal. Y me ayudó a que ahora abra el Cortinglés los domingos, porque qué mejor que pasarse por el super y cargar con tentempiés para los entreactos. Así que nada, cafelito en casa, RedBull, un par de sandwiches envasados y unas barritas energéticas de chocolate para aguantar el tirón. Vale, sí, las barritas energéticas son en realidad la excusa hipercalórica del día.
Ay, pero a los acomodadores del Real ahora les dicen que no nos dejen sentarnos con bolsas (lógico, el ruidito del plástico es uno de los más insoportables dentro del teatro). Así que iba yo con los bolsillos del chaquetón cargados de viandas cual niño con sus chucherías. Sí, soy un cutre, pero eran muchas horas, y los bares del teatro son, aparte de caros, un caos durante los intermedios.
Va el señor Mocho y se sienta. Saludos a amigos y conocidos. Preludio. Mmm, sí, la orquesta suena bien, pero le falta algo de intensidad. Es algo que no se puede describir. Por supuesto que nadie le está pidiendo a López-Cobos que nos toque la Cavalleria Rusticana y que estamos hablando de ópera alemana, pero todo queda dentro de una corrección, tan suya por otra parte, que deja con ganas de más.
Se abre el telón y la producción es muy interesante... para los del patio de butacas. Los de arriba nos tenemos que conformar con ver el barco en el suelo del escenario y el mar a un metro de distancia, o mirar a las pantallas.
En los siguientes actos la cosa cayó en picado escénicamente, con unos movimientos de árboles bastante absurdos en el segundo o un hospital megacutre en el tercero. Me gustaría poner alguna foto más, pero ya se sabe lo cochambrosilla que es la página web del Teatro Real, que no tiene ni una imagen. Sé que hay (o había) un acceso restringido a más contenidos, pero como uno ni es periodista ni enchufao ajo y agua.
Sale Isolda. Impresionante la Meier. Ya la vi en este papel en Viena hace 7 ú 8 años y me reafirmo: Sin tener un timbre particularmente bello ni una ortodoxia perfecta en el canto... qué manera de cantar y de expresarse. Qué proyección, qué intensidad, qué presencia, qué todo. Queda un poco paleto decir esto, pero: ¡Qué moderna! Ojo, que también tiene sus cositas, particularmente con los agudos, no vayamos a decir que es perfecta.
La Brangane tiene una voz bonita pero no hubiera estado de más un poco más de peso (muy poco mágica su oda a la luna). Alan Titus me gustó como Kurwenal, mucho más que como el Wotan de la Tetralogía. Rotundo y tosco. Y René Pape se salió como Rey Marke. Qué gustazo da oír una voz tan potente y clara a la vez.
Mucho se ha criticado por ahí el Tristán de Robert Dean Smith. Que si no es un heldentenor, que si no llega, que si no se le oye... Caramba, a mí no me pareció tan malo. Y de todos los Tristanes que he escuchado en directo es el único al que he aguantado la eterna escena del delirio del tercer acto. Porque anda que no es pesadito: tres cuartos de hora esperando el barco el jodío. Y se le escuchaba por encima de la espesa orquesta que López-Cobos le lanzaba.
En los entreactos... todos a tomar cafés y a comentar. Alguna deserción entre los dos primeros actos. Alguna otra en el segundo entreacto pero tampoco nada muy escandaloso. Fin de la función: desalojo salvaje y enloquecido de los que tienen prisa. Y digo yo: Si se han tirado cinco horas en el teatro... ¿qué mas les dará estar cinco minutos más durante los aplausos en vez de crear situaciones estresantes de “me agarro el abrigo y paso por encima de toda la fila para salir cuanto antes” Cómo son.
Y, cómo no, mi tx en la puerta esperándome con el motor en marcha. Ayyyyy, si es que tengo un novio que no me lo merezco.
Teatro Real de Madrid.
27 de enero de 2008
Ficha
Tarde y mal el escribir sobre el Tristán hoy. Se siente. Pero una semana con fin de mes, pago de impuestos, cierre de ejercicio pasado y locura generalizada me han quitado muchas ganas de actualizar el blog. Aparte, estoy muy poco operístico últimamente.
El domingo pasado me tocaba en abono el Tristán e Isolda de Wagner en el Real. No voy a volver a decir que le pegaría unos tijeretacillos por aquí y por allá porque enseguida salta el desquiciado de turno a insultarme. Se joda, es lo que opino. Tristán e Isolda es una obra con una música bellísima, pero desmesurada.
Y es que 5 horas en las incomodísimas butacas del 5º piso del Real se hacen notar. Porque no todo el mundo estaba en platea, ¿verdad Meeeeei?
Lo tengo comprobado: mi nivel normal de aguante con atención plena es de una hora aproximadamente. Cuando en las óperas los actos superan ese tiempo me distraigo o me peleo con el sueño. Luego llega el entreacto y ya se despeja uno. Y no veas cómo jode eso en una ópera como Tristán, donde la música más maravillosa está precisamente al final de los tres actos.
Pero yo iba preparado para las 5 horas de odisea espaciotemporal. Y me ayudó a que ahora abra el Cortinglés los domingos, porque qué mejor que pasarse por el super y cargar con tentempiés para los entreactos. Así que nada, cafelito en casa, RedBull, un par de sandwiches envasados y unas barritas energéticas de chocolate para aguantar el tirón. Vale, sí, las barritas energéticas son en realidad la excusa hipercalórica del día.
Ay, pero a los acomodadores del Real ahora les dicen que no nos dejen sentarnos con bolsas (lógico, el ruidito del plástico es uno de los más insoportables dentro del teatro). Así que iba yo con los bolsillos del chaquetón cargados de viandas cual niño con sus chucherías. Sí, soy un cutre, pero eran muchas horas, y los bares del teatro son, aparte de caros, un caos durante los intermedios.
Va el señor Mocho y se sienta. Saludos a amigos y conocidos. Preludio. Mmm, sí, la orquesta suena bien, pero le falta algo de intensidad. Es algo que no se puede describir. Por supuesto que nadie le está pidiendo a López-Cobos que nos toque la Cavalleria Rusticana y que estamos hablando de ópera alemana, pero todo queda dentro de una corrección, tan suya por otra parte, que deja con ganas de más.
Se abre el telón y la producción es muy interesante... para los del patio de butacas. Los de arriba nos tenemos que conformar con ver el barco en el suelo del escenario y el mar a un metro de distancia, o mirar a las pantallas.
En los siguientes actos la cosa cayó en picado escénicamente, con unos movimientos de árboles bastante absurdos en el segundo o un hospital megacutre en el tercero. Me gustaría poner alguna foto más, pero ya se sabe lo cochambrosilla que es la página web del Teatro Real, que no tiene ni una imagen. Sé que hay (o había) un acceso restringido a más contenidos, pero como uno ni es periodista ni enchufao ajo y agua.
Sale Isolda. Impresionante la Meier. Ya la vi en este papel en Viena hace 7 ú 8 años y me reafirmo: Sin tener un timbre particularmente bello ni una ortodoxia perfecta en el canto... qué manera de cantar y de expresarse. Qué proyección, qué intensidad, qué presencia, qué todo. Queda un poco paleto decir esto, pero: ¡Qué moderna! Ojo, que también tiene sus cositas, particularmente con los agudos, no vayamos a decir que es perfecta.
La Brangane tiene una voz bonita pero no hubiera estado de más un poco más de peso (muy poco mágica su oda a la luna). Alan Titus me gustó como Kurwenal, mucho más que como el Wotan de la Tetralogía. Rotundo y tosco. Y René Pape se salió como Rey Marke. Qué gustazo da oír una voz tan potente y clara a la vez.
Mucho se ha criticado por ahí el Tristán de Robert Dean Smith. Que si no es un heldentenor, que si no llega, que si no se le oye... Caramba, a mí no me pareció tan malo. Y de todos los Tristanes que he escuchado en directo es el único al que he aguantado la eterna escena del delirio del tercer acto. Porque anda que no es pesadito: tres cuartos de hora esperando el barco el jodío. Y se le escuchaba por encima de la espesa orquesta que López-Cobos le lanzaba.
En los entreactos... todos a tomar cafés y a comentar. Alguna deserción entre los dos primeros actos. Alguna otra en el segundo entreacto pero tampoco nada muy escandaloso. Fin de la función: desalojo salvaje y enloquecido de los que tienen prisa. Y digo yo: Si se han tirado cinco horas en el teatro... ¿qué mas les dará estar cinco minutos más durante los aplausos en vez de crear situaciones estresantes de “me agarro el abrigo y paso por encima de toda la fila para salir cuanto antes” Cómo son.
Y, cómo no, mi tx en la puerta esperándome con el motor en marcha. Ayyyyy, si es que tengo un novio que no me lo merezco.
Prometo no insultarte jamás, por nada, incluso por la barbaridad de tu propuesta. Cortar no hay que cortar nada.
ResponderEliminarMe he descojonado por lo bajinis, los de la oficina del cliente en este momento no lo entenderían, con tu crónica.
Por la radio, me gusto más Dean Smith, incluso con los gallos que no mencionas del tercer acto (¿dormías?) que West pese a su notable superioridad en el mismo acto.
Que no, que, no que no, que en el tercer acto la cafeína ya había hecho efecto y estaba como una rosa. Vamos, que llegué a casa como unas castañuelas y no me pude dormir hasta las tantas de la madrugada.
ResponderEliminarEs verdad, pegó algunos gallos. Aún así es el primer Tristán satisfactorio que escucho en directo. Siempre me han tocado tenores famosos ya mayores en horas bajas o tenorinos insuficientes con voz agónica que sufre uno más que ellos con la herida.
Mi glotón amigo de las tijeritas se ve que va a la Ópera a dos cosas: la primera a comer. La segunda: a criticar. Criticastros abundadamos. Y la tercera, quizàs haya otras antes, a disfrutar del drama musical. Con las nalgas adoloridas la loca aguantó TODA la función. Me alegro. Luego tendra tiempo de curar el dolor de gluteos. Que bueno que le gustó la Meier. A mi me encanta. Y que bueno tambien que las tijeritas o tijerotas con las que insiste en enmendarle la partitura a Wagner se le hayan abollado u oxidado tanto como su pobre y sufrido trasero. En horabuena.
ResponderEliminarNo os vayáis a creer que los glúteos también sufren en en el patio de butacas...
ResponderEliminarDean Smith me pareció un Tristán solvente, el problema es que con las voces que tenía al lado empalidece...
¡Qué poco controlada tenía la intendencia...! Tendré que aprender de ti Mocho porque al final del tercer acto creí que me daba un pasmo. Iba repitiendo en el Mild und Leise no, por favor...
Cuando se abren las puertas del teatro el frío, procedente de la plaza de Oriente, se mete en el patio de butacas y te deja helado (ahora entiendo por qué en el TR se usa tan poco el guardarropa)...
No me había dado cuenta yo del frío en el patio de butacas. Como lo uso tan poco...
ResponderEliminarEl guardarropa del Real es bastante lento. O la gente no deja los abrigos porque en cuanto cae el telón sale disparada. Insisto en no entender esas prisas absurdas después de haberse tirado horas dentro del teatro.