Agrippina, de Händel
Teatro Real de Madrid, lunes, 2 de noviembre de 2009
Ann Hallenberg, Klara Ek, Umberto Chiummo, Xavier Sábata, Roberta Invernizzi, Matteo Ferrara, Raffaele Costantini, Antonio Giovanni.
Il Complesso Barocco. Alan Curtis.
¿Aguantaste la Lulu y te vas de Agrippina?, me dijeron asombrados mis amigos.
Pues sí, qué quieres que te diga. Después de estar hora y tres cuartos escuchando un Händel que vale, que sí, que está bien, pero no me maravilla, y ante la perspectiva de otro tanto con la repetición de la primera parte, plus coger luego el metro, atravesarme toda la ciudad hasta donde he dejado el coche para luego irme al polígono y llegar a casa a la una, pues como que no. Que me fui en el intermedio.
Y por lo visto me perdí lo mejor, según me dicen.
Pues mala suerte, chico.
Lo único que me gustó mucho de la Agrippina fue la protagonista, Ann Hallenberg. Estupenda. Voz sobrada que demuestra que las buenas voces, plenas e impostadas, también pueden cantar muy bien el barroco (frente a otras vocecillas planas y opacas que adoran los puristas). Además, interpretativamente excelente, pese a ser una versión en concierto. En los recitativos me recordaba a cualquiera de las pícaras rossinianas.
Bueno, versión en concierto. Había cinco atriles y una silla: ¡Eso es más que toda la escenografía de la Lulu! Y se movían, entraban, salían e interactuaban.
Eso sí. Qué escenario más chungo. Vale que es versión concierto, pero por favor, señores del Teatro Real, un poco de decoro: el suelo era una tarima negra llena de rayones que parecía la sala de ensayo de un tablao. El fondo negro y la silla como la que te ponen en cualquier oficina de atención al cliente (siéntese usted ahí) recién comprada en Makro.
Y luego los focos que nos ponen al público, especialmente a los de gallinero (perdón, paraíso). ¿Hace falta que nos estén alumbrando con esa potencia desde las alturas en las óperas en concierto? Vamos, ideal para controlar quién da cabezadas o abre caramelitos a la primera.
Siguiendo con la parte musical, teníamos al Complesso Barocco dirigido por Alan Curtis. Como siempre que hay una orquesta de cámara de cierto renombre con instrumentos originales y tocando barroco, hay que decir que estuvieron geniales y maravillosos. Vale.
El resto del reparto, para mi gusto se movió entre lo correcto y el sufi por los pelos, todos ellos a años luz de la Hallenberg. Con decir que el que más me gustó fue el mensajero Lesbos, que es el que menos papel tiene. Bien la Poppea, aunque falta de brillo, y muy musical Xavi Sábata sustituyendo al previsto Iestyn Davies como Ottone (como siempre, la web sigue sin actualizarse). Los bajos y la Nerón... cómo era eso que cantaba Lola Flores... ay pena penita peeeeena, peeeena.
Vale. Por lo que he leído por ahí la segunda parte fue graciosa y emocionante. Si es que soy lo peor.
Teatro Real de Madrid, lunes, 2 de noviembre de 2009
Ann Hallenberg, Klara Ek, Umberto Chiummo, Xavier Sábata, Roberta Invernizzi, Matteo Ferrara, Raffaele Costantini, Antonio Giovanni.
Il Complesso Barocco. Alan Curtis.
¿Aguantaste la Lulu y te vas de Agrippina?, me dijeron asombrados mis amigos.
Pues sí, qué quieres que te diga. Después de estar hora y tres cuartos escuchando un Händel que vale, que sí, que está bien, pero no me maravilla, y ante la perspectiva de otro tanto con la repetición de la primera parte, plus coger luego el metro, atravesarme toda la ciudad hasta donde he dejado el coche para luego irme al polígono y llegar a casa a la una, pues como que no. Que me fui en el intermedio.
Y por lo visto me perdí lo mejor, según me dicen.
Pues mala suerte, chico.
Lo único que me gustó mucho de la Agrippina fue la protagonista, Ann Hallenberg. Estupenda. Voz sobrada que demuestra que las buenas voces, plenas e impostadas, también pueden cantar muy bien el barroco (frente a otras vocecillas planas y opacas que adoran los puristas). Además, interpretativamente excelente, pese a ser una versión en concierto. En los recitativos me recordaba a cualquiera de las pícaras rossinianas.
Bueno, versión en concierto. Había cinco atriles y una silla: ¡Eso es más que toda la escenografía de la Lulu! Y se movían, entraban, salían e interactuaban.
Eso sí. Qué escenario más chungo. Vale que es versión concierto, pero por favor, señores del Teatro Real, un poco de decoro: el suelo era una tarima negra llena de rayones que parecía la sala de ensayo de un tablao. El fondo negro y la silla como la que te ponen en cualquier oficina de atención al cliente (siéntese usted ahí) recién comprada en Makro.
Y luego los focos que nos ponen al público, especialmente a los de gallinero (perdón, paraíso). ¿Hace falta que nos estén alumbrando con esa potencia desde las alturas en las óperas en concierto? Vamos, ideal para controlar quién da cabezadas o abre caramelitos a la primera.
Siguiendo con la parte musical, teníamos al Complesso Barocco dirigido por Alan Curtis. Como siempre que hay una orquesta de cámara de cierto renombre con instrumentos originales y tocando barroco, hay que decir que estuvieron geniales y maravillosos. Vale.
El resto del reparto, para mi gusto se movió entre lo correcto y el sufi por los pelos, todos ellos a años luz de la Hallenberg. Con decir que el que más me gustó fue el mensajero Lesbos, que es el que menos papel tiene. Bien la Poppea, aunque falta de brillo, y muy musical Xavi Sábata sustituyendo al previsto Iestyn Davies como Ottone (como siempre, la web sigue sin actualizarse). Los bajos y la Nerón... cómo era eso que cantaba Lola Flores... ay pena penita peeeeena, peeeena.
Vale. Por lo que he leído por ahí la segunda parte fue graciosa y emocionante. Si es que soy lo peor.
No me tires con algo, pero creo que Händel en ópera me aburre un poco aún, tendría que escucharlo más, claro- o ver una buena puesta.
ResponderEliminarYo también hubiera preferido "Lulu" a Händel.