viernes, julio 26, 2013

Il Postino es "bonita"

 
Mi amigo Almatosa, experto en Historia del Arte, dice que lo peor que se puede decir de una obra de arte (disculpa la redundancia), es que es bonita.

Pues bien, Il Postino es una ópera "bonita", con sus seis letras.

Tiene una música muy amable, muy agradable, con una melodía que llega al público fácilmente.
Al escucharla suena a canción ligera americana de la de toda la vida, a María Gréver, a Agustín Lara. Siempre sin caer en un "aria" o "canción" completa, claro, que esto es ópera del siglo XXI y todo tiene que ser así como un coitus interruptus. También recuerda al teatro musical contemporáneo (de hecho, la melodía que suena cuando ponen el tocadiscos es clavadita a al canción del saxofón del musical Miss Saigon).


El argumento (y, lo reconozco, ni conozco la novela ni he visto la película en la que la ópera se basa, con lo que iba virginal y libre de prejuicios al teatro) es también muy "bonito". La fascinación de un cartero por un poeta, la historia de amor, los detalles incluso humorísticos, la nota de nostalgia y, cómo no, el momento dramático de soltar la la lagrimita.

Y, pese a este "bonitismo", tengo que reconocer la habilidad y saber hacer de Daniel Catán para escribir una ópera que funciona. Lo primero la música: es complaciente, sí, pero también muy efectiva. Ilustra perfectamente las escenas que relata, llega a cotas emocionantes y está salpicada de momentos muy bellos. Y luego el texto: ¡Por fin un compositor que es autor del libretto y no se dedica a abochornarnos con sus comeduras de tarro autocomplacientes! Ayudado por los poemas y palabras de Neruda (e imagino que de la novela y la película), el libreto es directo, no sobra nada, no se pierde en vaguedades, cumple también su función. Muy bien.


La producción, además, también es "bonita": escenario vació con un suelo embaldosado de azul y una plataforma que viene y va. Con ayuda de cuatro elementos de atrezzo y unas proyecciones se generan los escenarios necesarios. Se puede hablar de una producción clásica, con una más que aceptable dirección actoral de cantantes y dentro de los cánones más convencionales.

Imagino que todo lo convencional y lo "bonito" de esta producción para burgueses acomodaticios es lo que ha hecho que Gérard Mortier diga que no le interesa lo más mínimo y que fue una imposición de Plácido Domingo. Evidente, está en las antípodas de todo lo que nos ha estado programando. A mí me gusta lo que Mortier ha estado haciendo con el Teatro Real de Madrid, pero también como revulsivo viene bien una producción de este tipo. 


Y la estrella de la producción iba a ser Plácido Domingo, pero ha tenido que cancelar por una embolia pulmonar. Vicente Ombuena pone línea de canto y agradable timbre, pero la voz y la proyección no pueden luchar contra la entidad protagónica de un Domingo. Había muchos asientos libres, probablemente provocados por la ausencia de Plácido. 

Sin embargo, el verdadero protagonista, tanto en el argumento como en lo musical, no es Pablo Neruda, sino el cartero, Mario. Y aquí Leonardo Capalbo estuvo estupendo, expresivo y bien de voz. Sinceramente, un gustazo. Y ese piano que soltó en el tercer acto consiguió poner los pelos de punta.

La protagonista femenina, Beatrice, fue Sylvia Schwartz (sí, es española). Me asustó al principio de la ópera, porque la orquesta se la come y no se le oyen los graves... pero al momento bajaron los decibelios, la chica se centró y... muy bien. Cuando subía daba gloria. Una soprano muy a tener en cuenta, y ya trabajará la zona baja.

Como Matilde, la mujer de Neruda, estuvo Cristina Gallardo-Domâs, luciendo saber estar, estilo de canto... pero con la voz que ya no es lo que fue ni por asomo. Aparte de un gallo que le deslució su no muy extenso papel. 

Y la Donna Rosa fue Nancy Fabiola Herrera. Yo con esta mujer tengo mis más y mis menos. Tiene una presencia magnética y cada vez que sale a escena se come a todo lo que tiene a su lado. Y el timbre de voz da gusto oírlo: auténtica mezzo. Pero en cuanto tiene que subir el volumen o bajar al grave grave como que se apaga un poco. En definitiva bien, pero con matices.


El resto de secundarios notables en su papel: el amigo Giorgio, el político, el cura y el padre de Mario (muy bien).

La orquesta a cargo de Pablo Heras-Casado se dejó llevar por la melodía de la partitura. Cargó las tintas en decibelios en algunos momentos y bueno, como toda la función, a mí me sonó "bonita". Desde luego que intentó evitar la "planitud" de las orquestas de los musicales, lo cual es de agradecer.



Al final de la función, aplausos para todos, especialmente para Leonardo Capalbo, Sylvia Schwartz y orquesta.

Había leído críticas terribles del estreno. O todos han mejorado mucho o yo he rebajando mi nivel de exigencia o, lo más probable, haya muchos fastidiados por haber pagado la pasta gansa que cuestan los estrenos en Madrid y encima les falle la estrella.

Quizás no sea el broche de oro que toda temporada necesita, pero como ópera, Il Postino funciona perfectamente y tiene la entidad suficiente como para ser un muy satisfactorio espectáculo esté en él o no Plácido Domingo (Y Mortier ahí comiéndose las uñas, jajaja, pobre). 



Daniel Catán
Il Postino
Teatro Real de Madrid
Jueves, 25 de julio de 2013
Leonardo Capalbo, Vicente Ombuena, Sylvia Schwartz, Cristina Gallardo-Domâs, Nancy Fabiola Herrera, Víctor Torres, Eduardo Santamaría, Federio Gallar, José Carlo Marino
Pablo Heras-Casado, Ron Daniels


1 comentario:

  1. Pues estoy muy de acuerdo. Yo estuve en la función del 20 y la Schwartz chilló un poco, pero bueno...

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Mira

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