Recital de Cecilia Bartoli
Teatro Real de Madrid
Jueves, 16 de abril de 2009
Soirée rossinienne (qué fina ella)
Qué lista es la Chichi.
Se nos presenta con un programa en siete partes, cada una compuesta de tres o cuatro cancioncillas: las primeras lentas, intimistas, de sacarles jugo... y la última una fiesta ya sea por expresividad, comicidad, agilidades... ideal para arrancar una ovación al final de cada parte.
Y es que ya sabemos que Cecilia da espectáculo. Ella es así, y yo pienso que ofreció lo que se esperaba de ella, e incluso más.
Si bien sus excesos interpretativos pueden resultar un poquito cargantes, es lo que le da chispa al recital. Divierte y se divierte. Lo malo sería que sólo fueran esos sus valores. Pero no. Cuando toca cantar, canta, y muy bien. Y domina los tiempos, las dinámicas, que da gloria. Cuando canta más introspectivamente, más intimista, alcanza momentos mágicos. Yo la prefiero en esos pianos y esos tiempos lentos a cuando se convierte en una ametralladora de semifusas, pero no voy a negar que también disfruto con los momentos exhibicionistas de la buena mujer.
Como esta vez el concierto estaba fuera de la programación del Real y lo organizaban el Ministerio de Cultura y la Miembra Aído, los precios fueron bastante más bajos que en otras ocasiones y yo aproveché y me saqué butaca de patio, primera fila, hala. Como decían mis amigas más malas: ¿qué? ¿para oírla? (Pues no, para verle los modelazos, no te jode).
Pues mira, esta vez el volumen no ha sido problema para ella. Claro que era recital con piano, el piano tenía la tapa bien cerradita y el pianista (qué ser, qué caritas) ayudaba todo lo que podía con el pedal. Pero vamos, que bien de volumen esta vez, y proyección sorprendente en algunos momentos.
El programa, pues eso, las cancioncillas de siempre aderezadas con alguna rareza. A destacar las canciones de Pauline Viardot: "Hai luli", que fue preciosa, y una Habanera esquizofréncia en dos idiomas y totalmente anárquica que fue bastante espantosa.
De La Danza de Rossini prefiero no opinar porque es una de mis canciones preferidas y Cecilia la destrozó. Con mucha gracia, pero la destrozó.
Para finalizar, el rataplán y el contrabandista, que hizo dos veces. Afortunadamente sin cuadro flamenco pero con los gritos swahilis de rigor, claro.
Lo mejor de todo, el primer bis, Ti voglio tanto bene, de Ernesto di Curtis, una cancioncilla de nada que hizo maravillosa, mágica.
En fin, se puede decir que fue la Bartoli en todo su esplendor, con sus virtudes y sus despiporres, (que el canto negro de Monsalvatge fue una locura).
Los modelitos, que se me olvida (imperdonable no comentarlo en este blog): primera parte con el mantel de la cena de Scarpia convertido en un palabra de honor que montaba un bamboleo pectoral bastante divertido. Y un collar de Swarovski que dejaba cegao a tol teatro. En el descanso, y a pesar de los taconazos, se echó una carrera hasta la calle Arenal, entró en Pronovias y arrampló con un clásico blanco con tirantitos para la segunda parte. ¿Te la imaginas vestida de sobrio negro como la von Stade?, me decía mi amigo la marchi. Pues no. Ella es así.
¡Qué caricatura! ¡Si García levantara la cabeza! exclamaba indignado el espectador perpetuamente ofendido de rigor después del segundo Contabandijta. Pues, como decía un amigo, sin gente como la Bartoli probablemente nadie se acordaría del buen García. En fin.
Los vídeos no se corresponden con el recital de ayer, pero bueno, son un ejemplo.
Teatro Real de Madrid
Jueves, 16 de abril de 2009
Soirée rossinienne (qué fina ella)
Qué lista es la Chichi.
Se nos presenta con un programa en siete partes, cada una compuesta de tres o cuatro cancioncillas: las primeras lentas, intimistas, de sacarles jugo... y la última una fiesta ya sea por expresividad, comicidad, agilidades... ideal para arrancar una ovación al final de cada parte.
Y es que ya sabemos que Cecilia da espectáculo. Ella es así, y yo pienso que ofreció lo que se esperaba de ella, e incluso más.
Si bien sus excesos interpretativos pueden resultar un poquito cargantes, es lo que le da chispa al recital. Divierte y se divierte. Lo malo sería que sólo fueran esos sus valores. Pero no. Cuando toca cantar, canta, y muy bien. Y domina los tiempos, las dinámicas, que da gloria. Cuando canta más introspectivamente, más intimista, alcanza momentos mágicos. Yo la prefiero en esos pianos y esos tiempos lentos a cuando se convierte en una ametralladora de semifusas, pero no voy a negar que también disfruto con los momentos exhibicionistas de la buena mujer.
Como esta vez el concierto estaba fuera de la programación del Real y lo organizaban el Ministerio de Cultura y la Miembra Aído, los precios fueron bastante más bajos que en otras ocasiones y yo aproveché y me saqué butaca de patio, primera fila, hala. Como decían mis amigas más malas: ¿qué? ¿para oírla? (Pues no, para verle los modelazos, no te jode).
Pues mira, esta vez el volumen no ha sido problema para ella. Claro que era recital con piano, el piano tenía la tapa bien cerradita y el pianista (qué ser, qué caritas) ayudaba todo lo que podía con el pedal. Pero vamos, que bien de volumen esta vez, y proyección sorprendente en algunos momentos.
El programa, pues eso, las cancioncillas de siempre aderezadas con alguna rareza. A destacar las canciones de Pauline Viardot: "Hai luli", que fue preciosa, y una Habanera esquizofréncia en dos idiomas y totalmente anárquica que fue bastante espantosa.
De La Danza de Rossini prefiero no opinar porque es una de mis canciones preferidas y Cecilia la destrozó. Con mucha gracia, pero la destrozó.
Para finalizar, el rataplán y el contrabandista, que hizo dos veces. Afortunadamente sin cuadro flamenco pero con los gritos swahilis de rigor, claro.
Lo mejor de todo, el primer bis, Ti voglio tanto bene, de Ernesto di Curtis, una cancioncilla de nada que hizo maravillosa, mágica.
En fin, se puede decir que fue la Bartoli en todo su esplendor, con sus virtudes y sus despiporres, (que el canto negro de Monsalvatge fue una locura).
Los modelitos, que se me olvida (imperdonable no comentarlo en este blog): primera parte con el mantel de la cena de Scarpia convertido en un palabra de honor que montaba un bamboleo pectoral bastante divertido. Y un collar de Swarovski que dejaba cegao a tol teatro. En el descanso, y a pesar de los taconazos, se echó una carrera hasta la calle Arenal, entró en Pronovias y arrampló con un clásico blanco con tirantitos para la segunda parte. ¿Te la imaginas vestida de sobrio negro como la von Stade?, me decía mi amigo la marchi. Pues no. Ella es así.
¡Qué caricatura! ¡Si García levantara la cabeza! exclamaba indignado el espectador perpetuamente ofendido de rigor después del segundo Contabandijta. Pues, como decía un amigo, sin gente como la Bartoli probablemente nadie se acordaría del buen García. En fin.
Los vídeos no se corresponden con el recital de ayer, pero bueno, son un ejemplo.
¡Hoy voy yo! Es decir, viene ella. Ya contaré, aunque imagino que el recital -perdón, la suaré- será calcada a lo que has contado.
ResponderEliminarLa combinación Swarovsky-Bartoli me hechiza y fascina.
Y coincido contigo en lo de las intimidades: siempre que la he visto, saca lo mejor en los momentos lánguidos. Es una Diosa. Algo díscola, pero Diosa.
Será porque yo estaba en un palco en el primer piso, pero me pasé todo el rato buscando el mando a distancia para intentar subir el volumen. A mí me carga un poco la Bartoli, la verdad. Le admiro el virtuosismo y la facilidad para venderse. Y que cantar, canta, no se lo voy a negar. Pero los caretos que pone, debe ser el "mal de coloratura", y la interpretación (ahora contenta, ahora triste) me irritaban mucho.
ResponderEliminarAl que habría asesinado es al pianista. Que no era malo, pero lo de ir canturreando al son... Me habría encantado que hubiese cometido un gazapo, estoy seguro de que la Cecilia le habría partido la cara ahí mismo. Lo estaba deseando, la verdad.
Eso sí, al primer piso llegaría poco volumen pero los swarowski refulgían hasta la estratosfera (nos pasamos el intermedio discutiendo si eran brillantes o algo falso, llegamos a la conclusión de que nada auténtico puede brillar tanto). De los vestidos ni comento, menudo encorsetado debía llevar la pobre.
Estoy muy criticón pero la verdad es que me lo pasé muy bien en el recital. Gracias por los clips.
Yo la estuve viendo el año pasado en Valladolid, cerquita y me lo pase pipa. Antes del concierto advirtieron que estaba enferma... yo quiero estar igual de malita que ella desde luego.
ResponderEliminarEl collar lo debe llevar siempre :p
Un saludo
Pan
Ataca los nervios, la Bartoli los atacaaaaaa…
ResponderEliminarEl pianista era todo un poema: era como el payaso triste de Micolor, con zapatillas de deporte y todo, siempre torpe, moviéndose muy raro, si hasta al final le pisó el vestido a la Bartoli y se puso a hacer muecas como para que no se notase. Un número. Pero parte del show.
ResponderEliminarHay que ver Mocho lo que da de si la globalización. Tu crónica del viernes y lo vivido ayer en el Palau, parecen del mismo concierto.
ResponderEliminarNo cambia ni los vestidos, ni los zapatos (versión blanca de los zapatos rojos de Dorothy rn EL MAGO DE OZ), ni los gipíos, ni sus momentos mágicos en las cancioncillas de DeCurtis, elevadas por su arte a OBRAS MAESTRAS.
Es que la CECI es muy grande, "pa lo bueno y pa lo malo"
Yo la vi en la quinta fila del paraiso en el real y tengo que decir que la vi en toda su orondez y brillos pero,de oirla poquito,sobre todo en los pianos que intuyo lo mas interesante.Parece que sus años de intento de estudio de flamenco le han dado algún fruto en sus interpretaciones pelín folklóricas...
ResponderEliminarNo la había visto antes en directo y tengo que decir que no creo que repita,me quedo con sus grabaciones que,aunque sean mas artificiales,me llegan mas;recuerdo una acompañada al piano como es debido por Jean-Yves Thibaudet,fantástica.
Estoy de acuerdo con las caras,y me pone tan nerviosa como doña Victoria de los Angeles,cuya forma de cantar me entusiasmaba pero no podía mirarla.