miércoles, abril 22, 2015

Irina Lungu, Traviata en Madrid

 
El tiempo en Madrid estaba inestable ayer. Al sol te cocías de calor, pero había unas nubes que iban y venían y a ratos hacía un pelete que si te descuidabas te quedabas helado.

Así empezó La Traviata de ayer en el Teatro Real: con una producción árida, unos cantantes muy rígidos que no acababan de despegar y un público frío no, gélido. 

Pero casi terminando el primer acto ocurrió el milagro de la mano (mejor dicho, de la voz) de la soprano Irina Lungu. En la cabaletta de cierre se relajó y se soltó la melena de una forma espectacular. A partir de ahí la función transcurrió rodando y fue a más, siendo una de las Traviatas (¿debería decir traviate?) más disfrutables que he vivido en directo.


Atención con la Lungu: ¡Qué señora! Fantástica. Sin dudarlo, la mejor Violetta que he visto en teatro, y he visto muchas.

Reconozcámoslo, empezó tensa. Nada más escuchar su voz (amplia, con peso abajo) me pensé: huy, ésta va a hacer unos buenos actos 2 y 3 pero las va a pasar canutas en el primero. Y no iba desencaminado: Correcta en el brindis, nerviosa en el dúo (estaban los dos como con miedo, mirando constantemente al director) y sin acabar de volar en el "ah fors'è lui", con unos agudos en piano de afinación un tanto discutible.

Pero chico, llegó el "Follie" y a Irina le pasó como a Violetta: se le pasaron los nervios y empezó a disfrutar. Y a hacernos disfrutar. Agilidades, potencia, seguridad, agudos, pianos... un auténtico recital. Y, como colofón, terminó el "Sempre libera" con el sobreagudo de rigor perfectamente dado.

Que mira que es difícil pero aunque no esté escrito es casi obligado. Hay cantantes que optan por no darlo, otras se quedan en un maullido, otras pegan el grito y que sea lo que dios quiera. Pues lo hizo bien, mantenido y brillante. El público despertó, ovación. Da rabia reducir la apreciación de todo el primer acto a un agudo. No es así. La Lungu ofreció una escena final global de muy alta categoría.

Y ya te digo, desde ese momento ya fue para arriba. Impresionante su segundo acto, donde estaba más cómoda por tesitura, dándonos lo mejor de sí. Ese "Amami Alfredo" a plena voz, por favor. Y, una cosa muy importante: es una de las cantantes que consigue la expresividad sólo con la voz, no necesita artificios dramáticos ni movimientos efectistas. Grande. 



En el tercer acto siguió su ascenso, brindó una lectura de la carta de poner los pelos de punta, un "Addio del passato" estupendo y terminó por conmovernos a todos. Estupenda es poco, de verdad.

Bueno, sí, ya me vale. Que La Traviata no es sólo Violetta y llevo ya un montón de párrafos hablando sólo de ella. Pero es que fue lo más espectacular de la velada. Y los reparos al primer acto los achaco a la tensión de ser su primera función, al ser la titular del segundo reparto. Estoy seguro de que con el chute de adrenalina de ayer las siguientes representaciones las bordará de principio a fin.


Su Alfredo es Antonio Gandía, al que hemos escuchado en este teatro en papeles menores y me suena de haberlo oído en alguna zarzuela. Buen cantante, correctísimo Alfredo, dio lo mejor de sí en los momentos en los que cantaba en forte, quedando la voz un poco desguarnecida en cuanto el volumen no era muy alto. Rigidísimo en el primer acto, se contagió del entusiasmo de su Violetta a partir del segundo y ya cogió vuelo. Opino lo mismo: era la primera función del elenco "alternativo". Imagino y espero que en las siguientes veladas vaya a más. No dio el agudo no escrito en la cabaletta, a mi parecer muy acertadamente.


Germont padre fue Ángel Ódena, que ha ido mejorando con los años. Cada vez que lo veo me gusta más. Voz autoritaria, sin fisuras, y muy buen fraseo. La interpretación pecaba de estatismo, no sé si por cuestión de la dirección artística o suya, que siempre lo he visto un poco pasmarote. Aún así, muy bueno. Ovación al final.

Cumplidores secundarios. Bastante buenos, es raro que no te cuelen un criado o un invitado a la boda de esos que dices "huy, de dónde lo han sacado". Correcta la Flora de Marifé Nogales (tampoco puede lucirse mucho la pobre, pero le sacó partido) y muy buena Marta Ubieta de Annina.

Hasta aquí el asunto del terreno vocal.


¿Y la dirección orquestal, a cargo de Renato Palumbo?
Pues muy buena, para mi gusto, aunque muy discutible también.

Nada más empezar se sabía que íbamos a evitar el chun-ta-ta chun-ta-ta de banda de pueblo. Bien, el preludio fue matizado e intenso. Después estuvo caprichoso con los tiempos (los tempi, para las ilustradas). Iba por lo general a mucha velocidad pero de repente hacía un paroncito, generalmente para ayudar a los cantantes, y luego seguía a toda tralla. En cuanto al tiempo estuvo pendiente de los cantantes en todo momento, aunque de vez en cuando se le iba la mano y atronaba en exceso. Al finalizar, división de opiniones entre mis amigos: a algunos nos gustó y a otros les pareció demasiado "original". Ah, estos tradicionalistas.

El coro. Ay, el coro. Ellos a tutiplén. Ellas que no se les entendía nada. Cumpliendo con su cometido, pero lo he visto en mejores noches.


 La puesta en escena de David McVicar es clásica y... tétrica, fría como un témpano: el suelo es la lápida de Violetta y cortinajes enmarcan las escenas. Todo, todo es negro, salvo los elementos de atrezzo: la cama, una mesa y unos sillones, que son blancos. Los cantantes están manejados con mucha inteligencia. No hay grandes "originalidades" escénicas, pero sí detallitos que denotan un trabajo de los personajes, sobre todo en el segundo acto, con esa escena del desprecio y la salida de Violetta toda digna en plan "chiedo in bontà di ritirarmi". No me ha gustado el movimiento de masas ni el ballet (el cancán durante el brindis o la bobería de la escena de los toreros, en la que directamente desconecté). Para los ultraortodoxos, ¡oh herejía! la acción se ha adelantado a finales del siglo XIX/principios del XX.


La ópera se da sin cortes, con todas sus repeticiones y con los dos intermedios de rigor. Se quejaba mi compañera de asiento (absoluta defensora de las puestas en escena tradicionales) de que había demasiados descansos y que uno a los 30 minutos era un exceso, que íbamos a salir a las tantas. Pero bueno, La Traviata tiene tres actos, con lo que debe haber dos entreactos, ¿qué quiere? ¿uno a mitad del segundo acto para dividir el tiempo que se está en el teatro en dos partes iguales? Absurdidades varias.
Vamos, que las funciones empiezan a las ocho y terminan, con aplausos y demás, sobre las once. O sea, COMO SIEMPRE.

Me comentaba un amigo que le daba pereza ir a La Traviata otra vez (tampoco se programa tanto en Madrid, no exageremos). A la salida estaba encantado. Como todos.


Giuseppe Verdi
La Traviata
Irina Lungu, Antonio Gandía, Ángel Ódena, Marta Ubieta, Marifé Nogales, Albert Casals, Fernando Radó, Alejandro González, Damián del Castillo, César San Martín.
Renato Palumbo, David McVicar
Teatro Real, Madrid, martes 21 de abril de 2015.

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