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Cyrano de Bergerac, de Franco Alfano. Valencia. Palau de les Arts. 18 de febrero de 2007.
Miedo tenía yo con esta ópera. La había intentado ver en casa en DVD (el de Alagna & co.) y me había quedado dormido. Pero claro, a quién se le ocurre ponerse un dvd en casita recién llegado de trabajar.
El principio de la obra es durito. Primero, porque el argumento es muy sencillo en lo que a la historia principal se refiere, pero un cacao tremendo en lo que le rodea. ¿Son soldados, poetas, qué hacen, por qué se pelean? Y luego, porque la música, siendo tonal, es muy anárquica, no hay un momento melódico. No me centraba yo, no.
Afortunadamente, al final de la primera parte (segundo cuadro del segundo acto) está la escena del balcón, donde Alfano encuentra la inspiración, y ya no la suelta hasta el final de la ópera. Esa escena del balcón, el solo de Roxane en el campo de batalla y la escena final de la carta son de un lirismo exquisito.
Yo no vi el Fidelio, así que no puedo comparar, como hacía todo el mundo, el nivel de la orquesta. Pero estuvo muy bien, en mi humilde opinión.
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Justo todo lo contrario que a Itxaro Mentxaka, la eterna mezzo secundaria de los teatros españoles. Esté donde esté y suene la orquesta lo fuerte que quiera, su inconfundible timbre siempre se distingue.
El segundo tenor, Arturo Chacón-Cruz, no estaba en el mismo nivel que sus compañeros y su papel de Christian quedó algo deslucidillo.
Plácido Domingo, soberbio. Cualquier cosa que se pueda decir de él es poco. Vale que a su edad ya no tiene agudos, pero qué belleza de timbre, qué poderío, qué centro más precioso. Y, sobre todo, qué entrega. Emocionó en la escena final.
Y la gran sorpresa, Sondra Radvanovsky: qué señora, por favor. Timbre algo oscuro, potencia bestial, gran fiato, seguirdad en el agudo y total empaste con Domingo. Se marcó un aria en el tercer acto que nos dejó a todos ojipláticos. Brava.
El público del Palau habla bastante y van todos vestidísimos. Yo creo que era el único que no iba de negro a la entrada del teatro, caray. Overbooking de abrigos de piel.
A la salida, carrera hasta el aparcamiento y... 350 km de vuelta a Madrid solito, de noche, con lluvia en algunos tramos y escuchando a Prim Lalá. Uffffffffffffffff.
Pero mereció la pena.
En el vídeo, la escena de la carta, cantada por Roberto Alagna y Nathalie Manfrino.