miércoles, marzo 27, 2013

Les florêzeurs de perles


Si yo fuera un crítico o un perpetuamente indignado podría hacer sangre de la función del lunes en el Teatro Real de Madrid, pero es que confluyeron tantas incidencias que al final preferí tomármela con sentido del humor e intentar pasarlo bien.

Empecemos por el principio: Les pêcheurs de perles (Los Pescadores de Perlas), de Georges Bizet, en versión concierto y con el reclamo de Juan Diego Flórez (tenor de tenores, según la publicidad) en el papel protagonista. Bueno, la cosa no pintaba mal, ¿no?

Al igual que no soy un fanático mitómano con las grandes estrellonas (véase la Grube) tampoco soy de los que ponen una X cuando un divo me defrauda una vez. Siempre hay una mala noche, o partituras no adecuadas para una voz (o viceberzas, claro). El problema surge cuando van dos veces seguidas que no me convence: a Flórez lo he visto genial en concierto y en aquel Barbero de Sevilla en el que estuvo espectacular, pero tanto en los Puritanos como en estos Pescadores los resultados no han sido nada brillantes.

Lo de los Puritanos se puede achacar a una mala noche, pero lo de los Pescadores es un tema algo más peliagudo. Directamente, Juan Diego Flórez en la actualidad no tiene la vocalidad necesaria para abordar el papel de Nadir. Durante el primer acto no existió. Estuvo reservón, me decían. Pues no, lo siento. No se puede estar reservón en una ópera que tiene sus dos grandes momentos en el primer acto, precisamente. Y menos una primera figura de la lírica.

En el dúo con el barítono, la parte más inspirada de la ópera, casi ni se le oyó, y el Je crois entendre encore lo abordó a media voz, lentísima, y con problemas de afinación. Al final del aria se produjo un silencio sepulcral de un segundo antes de los aplausos de cortesía, demostración de que el público se había quedado totalmente desconcertado.



Cuando finalizó el primer acto en Paraíso se mascaba la tragedia: la orquesta había ido pachín pachín bastante desmandada, arrastrando a un coro al que no se le entendía ni media palabra. El tenor, flojito y la soprano con un timbre la mar de poco agradable. Para colmo de males, arriba había un señor con un aparato respirador que estuvo haciendo un ruido totalmente desconcentrante durante todo el acto. El tío que estaba a su lado se enfadó y no se le ocurrió otra cosa que quedarse de pie en primera fila, molestando la visión a los de atrás. Y encima el muy gilipollas en el descanso decía que tenía razón y presumía de haberles jodido la función a los demás. Hay gente malrollera, desde luego. Vamos, que la cosa estaba más que tensa.

Pero la sangre no corrió, porque la segunda parte estuvo bastante mejor. La orquesta se controló, y el tenor abordó de manera correcta la serenata y en el dúo con la soprano estuvo muy bien, y todos finalizaron la ópera más que dignamente. ¿Entonces? ¿Qué había pasado antes? Ah, misterios tenoriles de ayer, hoy y siempre. Además, todos los elementos ruidosos molestos se cambiaron de sitio y no hubo guerra en Paraíso.


Esa es otra, estaba todo vendido, pero en mi fila (de butacas a 11 euros), sólo estábamos tres, en pupitres de tribuna otros tantos y abajo similar. Y enfrente tres cuartas partes de lo mismo. Y oye, que es una ópera en concierto, que se ve perfectamente aunque estés lateral. ¿Semana Santa? No sé. A mí en la segunda parte se me vino una señora a bravear al lado diciéndome que ella era "muy forofa".

Una vez abordado el tema Flórez, que oye, chica, es el reclamo, es de lo que hay que hablar, paso a los siguientes.

Patrizia Ciofi es una soprano muy lista, que sabe adecuar su instrumento a las circunstancias y consigue solucionar sabiamente los papeles a los que se enfrenta, que no son moco de pavo. El problema es el timbre, esa veladura o gangosidad sutherlaniana que me pone muy de los nervios. Dan ganas de darle un vasito de leche caliente con miel a ver si se le aclara, o que por lo menos suelte el gargajo. Y soy testigo de que a veces lo hace, pues en el famoso Rigoletto del bis con Nucci de hace unos años hubo una especie de contagio generalizado entre todos los cantantes, que se espolearon los unos a los otros para dejarnos una noche fantástica, incluida ella. Léïla es un papel que requiere coloratura pero también intensidad dramática. La Ciofi se lució en los tremolitos y cargó las tintas interpretativas en las partes más duras. Ya te digo, muy lista. De hecho, fue la única que "interpretó" en esta versión de concierto. Además, estaba como muy metida en papel, con un pañuelo chal que le hizo de velo en el primer acto y un vestido de inspiración oriental (una especie de pantalones tapados por media falda). Muy del paki de la esquina. Aunque esa es otra, Patrizia: salir a cantar una ópera en pantalones, por muy en versión concierto que sea, es tan inapropiado como presentar Eurovisión de corto (Ulrika, Ulrika).

Mariusz Kwiecień fue el triunfador vocal de la noche. Zurga no le presenta dificultades y exhibió belleza de timbre, potencia y estilo. Muy, pero que muy bien. ¿Que hay que ponerle peros porque si no esto no es un blog? Pues vale, un poquito pétreo y llegó cansado al final. Pero vamos, estupendo, da gusto oírlo.

Roberto Tagliavini hizo bien sus cuatro frasecitas (el papel no tiene mucho más) y paseó palmito por el escenario (que voy que vengo como doña Anita entrando y saliendo).


Les pêcheurs de perles es una ópera un poquito irregular. Empieza con un rollo exotismo oriental que la verdad asusta un poco (ya sabemos cómo eran de aficionados los franceses en el siglo XIX a desarrollar historias en países remotos, véase Carmen del mismo compositor), pero luego la partitura se mete en melodías más "convencionales", por así decirlo. Entonces llega el dúo "Au fond du temple saint", que es una maravilla, y ya te deja embobado para el resto de la obra. Además, Bizet se dio cuenta, y repite el tema del dúo en varios momentos de la ópera cada vez que se quiere poner íntimo (me imagino a los wagnerianos atacados con tal sacrilegio del concepto de leitmotiv). El aria del tenor es otro highlight imprescindible, la de la soprano no le quedó tan inspirada. Y el dúo soprano-tenor, si se hace bien, también es muy lucido. Al final yo me lo pasé bastante bien en la ópera. Sin ser una maravilla, es digna de ser conocida.




Ahora, que me la pongan escenificada, por favor (y a ser posible con el Nathan Gunn de hace unos años enseñando pectoralia.com), con mucho colorinchi, bailes de Bollywood, velos, medallitas doradas, olor a canela y budas con moño de los que te venden en las tiendas de decoración cutres. Porque el argumento se las trae. Además, me recordó mucho lo del Devereux de hace unos días: te condeno a muerte porque quieres a otro per hay una joya de por medio que puede salvarte. Y no cuento aquí el final para no desvelar misterios, jajaja.

Porque jodó con la versión en concierto: es que la interacción entre los cantantes fue nula. Ni una mirada, ni un acercamiento, ni tocarse. Ya digo, sólo la Ciofi parecía estar implicada. El resto, como si estuvieran grabando un disco, cada uno en su atril y punto. Diferencia abismal de nuevo con el Devereux de hace unas semanas, en el que daba igual que no hubiera decorado.


En fin, espero que para las dos funciones que quedan Flórez coja aliento y confianza y pueda mejorar su prestación como Nadir, porque la experiencia merece la pena.



Georges Bizet
Les pêcheurs de perles.
Teatro Real de Madrid, lunes 25 de marzo de 2013.
Juan Diego Flórez, Patrizia Ciofi, Mariusz Kwiecień, Roberto Tagliavini
Daniel Oren.

miércoles, marzo 20, 2013

Roberto Grubereux

 
Joer, dos semanas ya y sin haber comentado nada del Roberto Devereux de Donizetti en el Teatro Real con la Gruberova de protagonista absoluta.
 
Y mira, estuvo mucho mejor de lo que me esperaba, que yo no soy nada mitómano y lo de escuchar bravear desaforadamente a alguien por la carrera que ha tenido en vez de por lo que hace en ese momento siempre me ha puesto un poco delosnerves.

Porque hay que ver la Grube cómo se defiende a sus 66 años, que se dice pronto.
La señora estuvo bárbara.
Vale, sí, la voz está lógicamente avejentada, pero si en algo es maestra doña Edita es en técnica, y eso no se le puede discutir, y sabe salvar toda la parte con brillantez.
¿Que no tengo graves? Pues hago una cosa que no es ni cantada ni hablada, sino casi "vomitada" pero que queda muy expresiva. Y luego está el uso y abuso del messa di voce, el atacar en pianissimo para luego coger la nota y ya, cuando la tiene cogida, la abre hasta el forte y luego vuelve a apianar. Esto es de un efectismo total pero bueno, es su forma de cantar desde hace muchos años. Y, desde luego, a mí me ha gustado más en este Devereux que en la Lucia que cantó en este mismo teatro hace una docena de años, donde la vi mucho más amanerada.

Pero, sobre todo, la Grube estuvo valiente y arriesgada, echando el resto. Nada de remilgos a la hora de abordar los agudos. ¿Que no salen perfectos ya? ¿Y qué? Es ese punto lo que le da la genialidad que la coloca entre las grandes.

A su lado, José Bros, estupendo de volumen, de timbre y metido completamente en el estilo belcantista. Una gozada poder oírlo. ¿Que estuvo algo apretado arriba? Vale, mejor eso que un tenorino caprino durante toda la ópera.


La mezzo es Sonia Ganassi, ya también muy conocida en el terreno del belcanto, donde mejor se maneja. Timbre velado pero muy brillante arriba. Y mucha expresividad. Muy bien.

Ay Vladimir Stoyanov de Duque de Notttingham. Llega, nos hace una cavatina espectacular con su bella voz baritonal que nos deja petrificados... pero luego en cuanto tiene que subir se le ahoga la voz y le desluce todo lo que ha hecho antes. Regulín.

Muy buenos los cuatro secundarios y en su sitio el coro.

La orquesta me dio un susto. Andriy Yurkevych se puso como loco en la obertura. Vamos, que sólo faltaron las bailarinas para que pareciera un cancán. Y le cogió gusto a subir el volumen, porque en cuanto podía metía una tralla que no es normal. De acuerdo, así anima, pero se pasó.

La dirección escénica... ah, espera, que fue una versión en concierto. Da igual, es una ópera en la que no ocurre prácticamente nada. Los cantantes interactuaron entre ellos e interpretaron sus roles. Total, si se hace escenificada lo único que iba a cambiar es que nos hubieran puesto unas ruinas, un arquito simulando un castillo o, si ya nos ponemos "modernas", un cubo, una escalera y un juego de luces rojas.

Vamos, que una noche de éxito con diva de las clásicas a la que se aplaudió a base de bien y con razón.


Gaetano Donizetti
Roberto Devereux
Edita Gruberova (Elisabetta), José Bros (Roberto Devereux), Sonia Ganassi (Sara), Vladimir Stoyanov (Nottingham), Mikeldi Atxalandabaso (Cecil), Simón Orfila (Raleigh), José San Antonio (paje), Ivo Stánchev (sirviente)
Andriy Yurkevych
Teatro Real de Madrid, jueves 7 de marzo de 2013

lunes, marzo 04, 2013

Così fa Haneke



Vale, sí, el título de la entrada es facilón, pero es que menudo revuelo se ha montado con lo del Così fan tutte de Mozart dirigido escénicamente por Haneke, su óscar y sus películas.


Quien me conozca lo sabe: le tengo una tirria tremenda al Così fan tutte de Mozart. Son estas manías particulares. Pero vamos, junto con los Donizetti cómicos, se lleva la palma. Y no niego que musicalmente sea una obra maestra, llena de dúos y números de conjunto fantásticos, pero eso de que en el primer acto no ocurra NADA y que todo se limite a una sucesión de música agradable me saca de mis casillas y, lo que es temible en mí, me duerme.


Y no iba a ser excepción el Così del Real. El primer acto, señores, duró una hora y tres cuartos. La supuesta genialidad de Haneke como director de escena no la vi por ningún lado. Seguía sin ocurrir NADA. Los intérpretes estuvieron correctos pero sin llamar la atención. Y la dirección de Sylvain Cambreling empezó tirando a plomo (por ser amable). A todo le unimos el que fuera un día de diario y una hora antes de lo habitual... vamos, que me faltó poco para echar la cabezada.

Afortunadamente todo cambió para mejor en el segundo acto. Los cantantes se afianzaron, la orquesta se entonó y por fin la escena nos mostró el cruel y perverso juego de corrupción, traiciones y humillaciones que se traen los personajes.


Haneke usa el papel del actor / espectador: se aleja de que cuando hay un aria o un dúo sólo estén en escena los que cantan. No, aquí siempre hay otro (u otros) personajes como espectadores silenciosos que le dan otro sentido al texto. Y con todo lo tonta que es la trama original de esta ópera con su moralina machista/misógina dieciochesca, aquí el final es demoledor y de una carga dramática tremenda.

Me imagino que se grabará y publicará en vídeo, porque la posición de los cantantes estaba muy cuidada y parecía pensada para ello.

Para esta producción se han buscado cantantes jóvenes que dieran el papel interpretativamente hablando. Esto, que a priori es un riesgo tremendo, ha salido bien, pues se puede decir que la única que pinchó en el terreno vocal fue la Despina.


El resto estuvieron mucho más que correctos, destacando por encima de todos Anett Frisch como Fiordiligi, que sin tener un timbre particularmente bello, se movió a sus anchas en sus arias, manejando con pericia la coloratura, subiendo y, sobre todo, bajando. No era Lucia Popp, no era la Caballé, evidentemente, pero estuvo muy, muy digna. Al lado, la Dorabella de Paola Gardina la complementó con una voz más bonita y timbrada, pero de menor enjundia.


Los chicos fueron la estupenda voz baritonal de Andreas Wolf en Guglielmo y el argentino Juan Francisco Gatell, que empezó muy inseguro con una vocecilla de tenorino algo caprina, aunque cantando con gusto. En el "aura amorosa" cogió confianza y a partir de allí fue a más hasta el final. 

Cuatro cantantes que, sobre todo, supieron mantener el tono de conjunto que necesita esta ópera, a tener en cuenta en el futuro y, sobre todo, nada del bluff que se temía. Kerstin Avemo como Despina y William Shimell como Don Alfonso, convertidos en esta producción en matrimonio que no se aguanta y que se dedica a pervertir a las parejitas, vocalmente lucieron muchísimo menos.


Vamos, que muy bien. Y, por lo que me han contado, mejoró bastante respecto a la noche del estreno, con lo que es de esperar que el buen tono se mantenga en las siguientes funciones.


Così sigue estando en mi lista de óperas para escuchar un aria, un dúo o un trío aisladamente, pero eso son cosas mías, que ya se sabe que soy un frívolo insustancial. Esta producción del Real merece la pena y, sin ser el colmo de la genialidad que nos venden, la considero la mar de interesante.



Ah, el Real vuelve a dar gratuitamente un programa de 32 páginas con 5 de ellas dedicadas a patrocinadores y a información del Teatro, biografías, ficha artística, artículo, un poema, un texto de Julio Cortázar y... sin el resumen del argumento. Fail.


Wolfgang Amadé Mozart
Così fan tutte
Anett Fritsch, Paola Gardina, Juan Francisco Gatell, Andreas Wolf, William Shimell, Kerstin Avemo.
Sylvain Cambreling, Michael Haneke
Teatro Real, Madrid, martes 26 de febrero de 2013


Mira

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