lunes, abril 16, 2012

¡De performances en el Real!

 

Por fin llegó al Teatro Real la "morterada" que tanto se temía: La Vida Y Muerte De Marina Abramović.

Lo reconozco, soy un auténtico cateto en lo que a arte contemporáneo se refiere (y en cuanto a ópera, me dirán muchos, que ya os veo venir, víboras). Hasta el mismo día de la función no tenía ni idea de quién era esta señora.


Pues es una artista de performance que hace eso, performances, o sea, arte en vivo, acciones artísticas en las que ella es el elemento constitutivo de la obra de arte (toma wikipedia).

Una vez dicho esto... ¿qué pinta una "creación" de performances en el Teatro Real? Pues la verdad es que es un espectáculo de teatro, expresión y música, por lo que sí es apropiado para un teatro como éste. Ahora, ¿qué pinta dentro de un abono de ópera? Nada. Y punto. Y además cae en todos los abonos de esta temporada, así que por hache o por be nos tocaba. Pues nada, a ver qué tal.


Ver a la Marina es como ir a ARCO: tienes que dejarte llevar por las impresiones: Una señora está colgada del techo, Willem Dafoe disfrazado del Joker de Batman recita un poema marcha alante y marcha atrás, Antony (mezcla de Falete con Adele) canta una melodía elegíaca y un grupo folklórico serbio atraviesa el escenario muy lentamente. 

Es como si te plantan la colección de 40 litografías del hombre en cuclillas y la instalación de la serie Vértigo de la galería de Melissa Hindell, vamos. Informalismo abstracto.


 La verdad es que tampoco es que sea un espectáculo excesivamente difícil de entender: está vertebrado en la vida de la buena señora. A partir de ahí, se van sucediendo escenas: sus peleas con su madre, que tenía pinta de ser malísima (vamos, que sería una perfecta heroína de ópera de Janacek), su intento de hacerse una autocirugía plástica golpeándose la nariz, sus miedos nocturnos, su obsesión con el dolor, sus problemas sentimentales... Tampoco es agresivo ni intenta epatar. Yo diría que es hasta bastante complaciente con el público de un teatro de ópera.

Yo lo vi bien dentro de mis limitaciones comprensivas: la Marina está muy contenida (al principio asusta un poco porque parece que va a ser algo caótico), Willem Dafoe se recrea y regodea en su prosodia y los figurantes cumplen su papel poniendo poses.


La parte musical es muy interesante: hay un ritmo constante que te envuelve y te mete dentro del espectáculo. Y ahí entran Svetlana Spajić (creando una verdadera atmósfera hipnótica con su grupo folklórico) y Antony, que está estupendo, con su apariencia de matrona transgénero. Su particularísimo timbre y su capaz de modular la voz consiguen los mejores momentos de la noche. Muy bien.


Lo que no me ha gustado: Robert Wilson. 
¿Es que este señor hace SIEMPRE lo mismo?
Ya me fui a mitad de su Pelléas et Mélisande, me aburrí de lo lindo con Osud y me desesperé con O corvo branco. Pues la Marina, igual: un fondo azul degradado, la escena casi vacía, cuatro elementos esquemáticos y los intérpretes atravesando el escenario muuuuuuuuuy despaaaaaciooooo.


La primera vez que lo ves puede resultar curioso. La cuarta producción cortada por el mismo patrón ya me resulta un timo. Coñazo de señor, por favor. Menos mal que hay variación en el espectáculo y calidad en los intérpretes, y sus "propuestas estéticas" son superadas, afortunadamente.

Que sí, que me ha gustado. No lo veo para despepitarse aplaudiendo pero salí muy satisfecho.


Entre el público, que ha agotado las entradas de todos los días, mucho modernuqui de libro, algo de famoseo (estaba Almodóvar, me dijeron) y bastante más mariquitismo que de costumbre. Pues mira, una experiencia. Y si no me lo hubieran metido en el abono seguiría sin saber quién es esta señora.

Por cierto que creí entender que la Marina dice que cuando muera quiere ser enterrada en tres ataúdes: uno en Amsterdam, otro en Belgrado y otro nosedonde (¿NYC?), pero que sólo en uno de ellos estaría su cuerpo, sin que se supiera en cuál (así, rollo trilero). La aplastante lógica de la hija de unos amigos míos desveló el futuro misterio: "Muy fácil, en el que pese más".


The Life and Death of Marina Abramović
Teatro Real de Madrid, viernes 13 de abril de 2012.
Marina Abramović, Antony, Svetlana Spajić, Willem Dafoe
Robert Wilson, William Basinski



lunes, abril 02, 2012

Thaïs, de Massenet, en Valencia


Ocasión para ir a Valencia: la Thaïs de Massenet, que se representa de pascuas a ramos, y con Domingo en papel baritonal. Pues vamos a ver qué tal, ¿no? Allá que fuimos.

Mi querido TX estaba escandalizado con lo machista del argumento: el monje Athanaël culpa a la cortesana Thaïs de haber sumido a Alejandría en la lujuria y el pecado, y se encomienda a la divina misión de redimir a la chica metiéndola en un convento y así salvarla. El problema es que cuando lo consigue se da cuenta de qué él en realidad también la deseaba y le dice que toda la palabrería que le soltó era una quimera. Pero claro, la pobre chica después de peregrinar en el desierto, meterse a monja y hacer mil y una penitencias, ya ha sido completamente abducida y se muere (como el 90% de las protagonistas operísticas, nada nuevo), eso sí, en olor de santidad. Mi chico decía: Pero bueno, o sea que "yo te digo lo que tienes que hacer, tú obedeces, tú te salvas y vale, ahora yo te digo que todo era mentira, pero la que te mueres eres tú".

Thaïs es una ópera con un primer acto que es bastante rollete hasta la aparición de la protagonista, pero luego en la primera escena del segundo acto la tensión tanto dramática como musical sube y se mantiene hasta un final la mar de efectivo.  Tiene la famosa "Meditación", el fragmento que TODOS los críticos de ópera califican de edulcorado y cursi solamente porque es uno de los más "típicos" en recopilaciones del tipo "música maravillosa para gente maravillosa". Pero ahí está, inspiradísimo, especialmente cuando sirve de fondo a las partes cantadas del tercer acto.



Para que funcione Thaïs en escena hacen falta una soprano deslumbrante y un pedazo de barítono. Y esta vez teníamos a Malin Byström y a Plácido Domingo, que son muy buenos, sí, pero ni la una es excepcional ni el otro un barítono. Y digo lo mismo de los intérpretes que mi sensación general con la ópera: un primer acto bastante anodino, cogemos fuelle en el dúo y a partir de ahí todo muy bien hasta el final.

De Plácido ya sabemos lo que va a dar: va a hacer suyo el personaje y ya le da igual que sea un Verdi que un Händel que un Massenet, o que sea tenor o barítono. Plácido dominguiza sus personajes de tal manera que los convierte en únicos. Al principio de la ópera te descoloca porque no te cuadra la voz, y además en el registro de barítono pierde fuerza. Es en el tercer acto cuando sacó toda su expresividad y saber hacer, concluyendo con un final la mar de emocionante.

Malin Byström es una buena soprano con un timbre oscuro muy sugerente, pero que le cambia según el registro, especialmente arriba. Chica, el sobreagudo del aria es un añadido, si no puedes darlo en condiciones no lo hagas y no pasa nada, que se te quedó en un gritito. A partir de la meditación ya estuvo sensacional, con una delicadeza y una expresividad más que notables.


En la batuta, Patrick Fournillier, dirigiendo con intensidad y extrayendo montones de matices. Atento al detalle y sin dejar que la tensión decayera un instante. Ahora, se pasó un poco bastante de decibelios en los momentos en crescendo. 

El pobre Paolo Fanale (Nicias), con una agradable voz de tenor a la que aún le falta proyección, las pasó canutas para hacerse oír en algunos momentos. Me gustó el Palémon autoritario de Gianlucca Buratto y bien la Albine de María José Suárez. En las Crobyle y Myrtale se suele recurrir a un par de gallinas cluecas que peguen gritos y más gritos adornados con agilidades arabescas. Se agradece aquí que ninguna de las dos se haya pasado en excentricidad y la presencia del timbre de Marina Rodríguez-Cusí.


La puesta en escena me ha gustado mucho. Se pasa de la Alejandría de la época de la película Ágora de Amenábar (siglo IV) al París de finales del XIX, con un teatro en escenario y la típica palataforma circular giratoria que va creando ambientes. Los movimientos de decorados consiguen sugerir perfectamente todos los escenarios de la ópera. Me han gustado mucho el movimiento del tercer acto y el recargadísimo y concentrado boudoir de Thaïs en el segundo, que era como ver un cuadro de Gustave Moreau. Se le puede acusar de poco novedosa, de convencional, de recurrir a obviedades. Sí, en el fondo es una puesta muy tradicional, pero muy dinámica, muy sugerente. Un acierto.

Vídeo de la producción de la ópera de Göteborg

Me gustó la Thaïs, salí contento. No es que fuera supermaravillosa pero fue una buena noche de ópera.

Y ahora una pequeña anécdota de cómo conocí yo esta ópera.
Cuando era jovencito, me encantaba hurgar en los cajones de discos de oferta y en las tiendas de segunda mano. Y en una de ellas encontré esto:



Por faaaaavor, pero qué álbum más superglamouroso. ¿Cómo iba yo a resistirme a comprar eso? 
Tenemos en la portada a Anna Moffo en plan megasugerente, y en la contraportada, en plan Audrey Hepburn en Historia de una monja.
Pero es que dentro había un desplegable de la Thaïs comedienne insinuándose.



La Thaïs de Moffo es cursi como ella sola, y exageradísima. Solamente por su carcajada  reconvertida en llanto merece la pena ser escuchada. Es una pena que no se haya reeditado esta versión en CD. Y ya con los pocos discos que se venden, dudo que RCA lo haga algún día. Pero vamos, yo guardo los vinilos como oro en paño. Acompañan Gabriel Bacquier y José Carreras.


La que sí sacó EMI fue la Thaïs de una Beverly Sills ya talludita al lado de Milnes y Gedda, cuyo mayor aliciente es la dirección de Maazel porque ella está gritona gritona.

Décadas tendrían que pasar hasta que Renée Fleming la volviera a revitalizar, en una grabación en la que ella es lo único que me gusta (lo demás me aburre bastante) y ya, en dvd, la misma Fleming (en una producción feísima), Eva Mei (muy aseadita ella) y Barbara Frittoli (no la he visto aún, pero parece como de la peli Dune).

En fin, que recomiendo  la escucha/visionado de esta ópera, que tiene su puntito de delirio oriental y además un mensaje totalmente antimoralizante.

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Jules Massenet
Thaïs
Palau Les Arts de Valencia, sábado 31 de marzo de 2012
Malin Byström, Plácido Domingo, Paolo Fanale, Gianluca Buratto, María José Suárez, Micaëla Oeste, Marina Rodríguez-Cusí
Patrick Fournillier, Nicola Raab, Johan Engels

Enlaces:
Les Arts
Ópera de Göteborg
Blog de Atticus
Blog de Maac



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